Capítulo 19

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Elena

Lo último que esperaba al volver a ver a mi padre era que me recibiera con un «Vístete, tenemos un compromiso». Ni siquiera un abrazo o un beso a pesar de que corrí escaleras abajo como una niña ilusionada para recibirlo con lágrimas en los ojos, porque le había echado de menos de verdad, a pesar de que estaba acostumbrada a que se fuera de viaje de negocios frecuentemente. Tampoco había cruzado palabra con Will, ni había vuelto a hablar con Daniel, a pesar de que le dejé un mensaje por la mañana preguntándole por su brazo, al que nunca respondió; y, raro en mí, no le había contado nada a mi mejor amiga de lo que pasó la noche anterior con mi guardaespaldas. Supongo que quería quedarme ese secreto para mí. 

Era consciente de que William no había pasado por alto la forma distante en la que mi padre me había tratado, porque vi en sus ojos algo parecido a la lástima, lo cual hizo que me molestara con él. Aunque creo que simplemente esa fue la excusa que elegí para convencerme a mí misma de que estaba enfadada y así poder evitarle para no enfrentarme a la conversación.

Mirándome al espejo, me abotoné la chaqueta de traje beige, ajustándome la falda de tubo del mismo color, y me esforcé todo lo posible para que ni un solo pelo estuviera fuera del tenso moño bajo. Elegí un maquillaje sencillo, dejando que lo único que resaltara sobre todo lo demás fuera el pintalabios color cereza. Tras usar el perfume más caro de mi colección, me choqué de bruces con el pelirrojo cuando abrí la puerta. Él tenía la mano en alto, apunto de llamar. Solté un gruñido, maldiciendo en voz baja, pero William no se había movido ni un solo centímetro; me miro desde su altura, entornando los ojos.

— El chófer está abajo, señorita Ribera. —Alcé las cejas ante su tono de voz tan profesional. Cualquiera diría que la noche anterior no me había estado tocando a su antojo. Sentí que me ardían las mejillas, pero me forcé a responder con voz neutral.

— ¿Chófer? ¿No vamos con mi padre? —Bajé la mirada de forma inconsciente hacia su boca, recordando todas y cada una de las zonas que besó, lamió y mordió como quiso.

— Vamos en coches separados. Por si acaso. —Carraspeó, haciendo que volviera a encontrarme con sus ojos. Alzando la barbilla, envalentonándome. 

— ¿Y tu hombro? ¿Vas a poder venir así?

Tengo que ir así. —Nos sostuvimos la mirada, y en cuanto abrí la boca para replicar, él negó con la cabeza y me interrumpió—. Vámonos. Tu padre no querrá que le hagamos esperar.

Quería quejarme, pero sentía un nudo en la boca del estómago al pensar en lo serio que había visto a mi padre por la mañana y que, posiblemente, William tenía razón. Tragué saliva al verle esperándome junto al coche del chófer, sosteniéndome la puerta y ofreciéndome la mano; me esforcé por aparentar seguridad y tomé su mano grande y áspera con una sonrisa de agradecimiento. Él plantó un beso en el dorso de mi mano, serio aún.

— Princesa, necesito que, a pesar de adónde vamos, mantengas la compostura como tú sabes. No quiero que hables de más en ningún momento, o que parezcas nerviosa o titubees cuando yo te de la palabra para responder alguna pregunta. Es importante que finjas no tener miedo, aunque estés asustada. —Me apretó levemente la mano y eso me hizo sonreír con dulzura. Sabía que, tras su fachada de hombre serio, reventaba de amor por mí, por su única hija.

— No tengo miedo, papá. —Alcé la barbilla, orgullosa, y le miré directamente a los ojos—. Quién esté atentando contra mi vida no va a tener una tercera ocasión. Confío en ti más que en nadie, y sé que todo lo que haces, lo haces por mí. Quiero ver muerto a quien sea que quiera arrebatarme la vida.

— Tus deseos son órdenes para mí, tesoro —dijo con voz ronca, señalando con la mirada el asiento trasero. Perdí de vista sus ojos castaños cuando él cerró la puerta.

Golpe de muerte - William & ElenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora