Capítulo 18

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Elena

— ¿Tú también vas a llamarme «reina»? —susurré en tono burlón, acariciando con las uñas, desde atrás, los músculos tensos de la ancha espalda del boxeador.  

Empezaba mi juego.

— No —respondió, cortante. Sentía la molestia en su voz, pero también podía oír su respiración acelerada.

— Me alegro. Porque, a pesar de tu apellido, para mí tampoco eres precisamente un rey. Y, a estas alturas, ni siquiera eres para mí el caballero perfecto que pretendías ser, Will. —Deslicé la uña del dedo índice a lo largo de su columna, hasta que él se giró y mi mano acabó sobre sus abdominales. Nos miramos unos segundos en los que yo aproveché para acariciarle, hasta que me sujetó la muñeca, apartándola de su piel sin ningún cuidado, aunque no me la soltó.

— ¿Y tú? —Me desafió, frunciendo el ceño—. ¿Acaso una reina se acostaría con un plebeyo? ¿Con una rata como ese tío?

— No. —Me encogí de hombros, ladeando la cabeza con una sonrisa burlona—. Pero resulta que el rey estaba perdiendo el tiempo jugando a ser un simple...

Me cortó las palabras estampando mi espalda contra la pared sin delicadeza alguna. A pesar de los intentos del guardaespaldas por hacerme enfadar, consiguió el efecto contrario, provocando en mi cuerpo una oleada de calor que me subió del vientre a las mejillas; estaba segura de que me había sonrojado. En la penumbra de la habitación, mientras luchábamos en una batalla silenciosa, solté un suspiro que hizo que algo peligroso brillara en su mirada. Me observó con curiosidad, paseando sus ojos por mi rostro y, por qué no, por mi cuerpo; se pasó la lengua por los labios lentamente y deseé perderme en su boca. Me recordé a mí misma que quien tenía el control sobre todo y todos era yo.

— Te doy permiso para que me folles —susurré, mirándole directamente a los ojos, tentándole. Le rodeé la muñeca y se la llevé a mi cuello, sintiendo cómo él me acariciaba el pulso con delicadeza, y después apretó suavemente, pegando su frente a la mía. Nuestros alientos se entremezclaban y sentía la proximidad de su boca tirando de mí, llamándome a gritos. El flequillo le caía alborotado por la frente, ensombreciendo su mirada, que no abandonaba la mía.

— ¿Lo has besado? —Fruncí el ceño ante su pregunta.

— Sí.

— Entonces olvídate de besarme a mí —gruñó, dejando que la molestia se reflejara en su rostro.

 Así que William King era un hombre celoso.

— ¿Crees que eso me importa? —Reí, burlona, y subí las manos hacia su cabello cobrizo aún húmedo por la ducha, para revolvérselo con una media sonrisa—. No vas a ser el primero al que me folle sin darle un beso.

— Es que tampoco vas a follarme, Elena —respondió, tajante.

Will, con la mano libre y de forma lenta pero decidida, rodeó mis muñecas, alzándolas por encima de mi cabeza y pegándolas a la pared, empujándome un poco más. Aflojó el agarre de mi cuello y deslizó la mano hacia mi mandíbula hasta llegar a los labios, acariciándolos con el pulgar; le lamí la punta del dedo, despacio, y él cerró los ojos para inspirar profundamente. Luego me metió el dedo en la boca y jugué con él, acariciándolo con mi lengua.

— Vas a suplicar por un beso, Elena —dijo con voz firme, abriendo los ojos y sacando el pulgar, cogiéndome la cara y apretándome las mejillas para obligarme a mirarle.

— En tus mejores sueños —respondí con el mismo tono de voz, pasando la punta de la lengua por mis labios y gozándome la forma en la que los ojos de él se desviaban hacia ese punto.

Golpe de muerte - William & ElenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora