Capítulo 20

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Elena

En el camino de vuelta, sí compartíamos coche con mi padre, quien conducía en silencio, tranquilo, mirándome de vez en cuando con una sonrisa comprometida. Yo estaba distraída mirando por la ventana, con William a mi lado, mientras Derrick iba en el asiento del copiloto. El silencio era algo incómodo, y más aún el que se instauró durante apenas unos segundos después de que mi padre abriera la boca.

— Victoria y yo nos vamos a casar.

Miré al pelirrojo, que apenas enarcó las cejas. Después mis ojos chocaron con los azules de Derrick a través del retrovisor, tan parecidos a los míos, y me dolió que apartara la mirada negándome su apoyo, o quizás pretendiendo que asimilara el golpe yo sola. Y por último encontré los ojos castaños de mi padre en el espejito, mirándome con atención cuando paramos en un semáforo en medio de la ciudad. El corazón se me aceleró en el pecho cuando repetí las palabras en mi cabeza.

— ¿Perdona? —Parpadeé, atónita.

— Lo que oyes, princesa. —Casi parecía avergonzado al hablar.

— Estás de broma —murmuré, sintiendo el nudo en la garganta.

Me bajé del coche aprovechando la luz roja y escuché tanto a mi padre como a mi guardaespaldas llamarme con insistencia. 

— Voy a por ella. Cogeremos un taxi —escuché decir a Will en cuanto me bajé, que salió por la otra puerta y rodeó el coche, corriendo detrás de mí. La luz se puso en verde y los coches comenzaron a tocar el claxon, insistentes, mientras yo los intentaba esquivar—. ¿Estás loca? —Me sujetó del brazo, tirando hacia él y frenándome en seco.

— Déjame en paz. —Parpadeé rápidamente para disipar las lágrimas, pero era inútil, ya que habían comenzado a deslizarse por mis mejillas—. Déjame, te lo digo en serio. —Me revolví para soltarme de su agarre, limpiándome la cara con la palma de la mano libre.

— Elena, tu padre está en todo su derecho de rehacer su vida. —Suavizó el tono de voz y dio un paso atrás, soltándome el brazo—. No puedes enfadarte porque decida casarse de nuevo.

— Si no tienes ni idea, mejor no hables —murmuré, negando con la cabeza y girando sobre los talones para abrirme paso entre la gente, casi a empujones. Él seguía detrás de mí, sentía su proximidad.

— No es seguro estar aquí. Estamos en el centro, ¿y si nos han seguido? ¿Y si nos están vigilando? —Volvió a cerrar su mano entorno a mi muñeca y acabé por girarme bruscamente para enfrentarme a él. Mirándole a los ojos, me di cuenta de que él no era mi enemigo, pero, aun así, no fui capaz de quedarme callada.

— ¡Pues que me disparen ya, joder! —grité, con la voz quebrada—. ¿Esto es vida, William? ¡Responde! ¿Esto es vida? ¿Tú vivirías así? ¿Es justo? —Sollocé, negando con la cabeza insistentemente mientras él me miraba con la cabeza ladeada, sin soltarme la mano—. No tienes ni idea y aun así me juzgas como si supieras todo. —Le clavé un dedo en el pecho, sintiendo su respiración calmada—. Tú, que te habrás criado con una familia perfecta, con unos padres presentes, con un hermano que es como tu mejor amigo... Porque sí, Will, os escucho hablar. Yo nunca he tenido una hermana. Ni un hogar, no como tú, que te has vivido tranquilo, en tu pueblo. Tranquilo, con tu trabajo. Tranquilo, con... ¿Por qué me miras así? —Fruncí el ceño, porque el pelirrojo ahora tenía los hombros caídos y me miraba como si yo fuera el monstruo y no todos aquellos que intentaban hacerme daño, como Victoria.

— Porque ahora eres tú la que está hablando sin tener ni idea. —Negó con la cabeza, girándose para darme la espalda—. Buena suerte llegando a casa, señorita Ribera.

Golpe de muerte - William & ElenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora