Capítulo 36

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Elena

Me tomé unos minutos de más en el cuarto de baño, intentando tranquilizarme frente al espejo y luchando por ese constante sentimiento de náuseas que me acompañaba todo el tiempo. Tan pronto como salí de mi habitación me di de bruces con mi padre, que parecía preocupado, ansioso, y me tomó por los hombros, mirándome con las cejas muy fruncidas. El pulso se me disparó y las palmas de las manos comenzaron a sudarme. Inspiré profundamente y di un pasito atrás, poniendo algo de distancia entre nosotros. Si le mentía, iba a saberlo. Me conocía. Pero no podía decírselo, no ahora, no esta noche.

— ¿Dónde estabas?

Debía contarle lo mismo que a Verónica, solo por si hablaban, por si sospechaban de mí. No, mi padre no sospecharía de mí, joder.

— Me... Me salpiqué con el vino cuando se rompió la copa y salí fuera a tomar el aire. Estaba teniendo una conversación un poco... tensa. Con Claudia —aclaré—. Necesitaba despejarme la mente y fui al lago y Ferno estaba allí. —Mi padre me cogió las manos, examinándome las palmas, y luego sus ojos oscuros se encontraron con los míos. Cerré las manos en puños, y las escondí tras la espalda—. Ferno me saltó encima y tropecé. Me arañé con la grava.

— Ten más cuidado la próxima vez —se limitó a responder, como si no me hubiera creído ni una sola palabra. Miró a nuestro alrededor una vez más—. ¿Has visto a Victoria?

Solté el aire en un suspiro, bajando la mirada y negando con la cabeza. Era probable que con solo ese gesto ya supiera que estaba mintiendo, pero la voz dulce de Vero fue mi salvación.

— ¡Leni, que es para hoy! —gritó desde las escaleras, sacudiendo la mano en el aire—. ¡Gracias por la cena, Armando!

— Tengo que irme, papá. —Le sonreí, amable—. Me pareció verla entrar en su habitación —dije, refiriéndome a Victoria, sin atreverme a mirarle a la cara—. Quizás prefiere descansar, no tenía buen aspecto.

— Está bien. —Asintió, dándome un apretón en el brazo—. Ten cuidado en esa fiesta, y no vuelvas tarde.

— Descuida. —Le di un beso en la mejilla, cerrando los ojos para no derrumbarme por la culpabilidad. Tenía que hablar con él sobre la traición de Victoria, solo que no era el momento—. Buenas noches, papá.

Aceleré el paso hasta llegar a mi mejor amiga, que entrelazó su brazo con el mío y me arrastró escaleras abajo, quizás con demasiadas ansias. Ya apenas quedaba nadie en la mansión, tan solo Claudia y Oscar esperándonos en el descansillo. La primera me observaba con los ojos entornados, como si supiera que ocultaba algo, aunque no hubiera abierto la boca; el segundo me dedicaba una sonrisa perezosa, dándole vueltas a la llave con el dedo.

Los demás debían estar ya en la casa de la playa de Claudia, empezando la noche, y se le notaba en la cara que no le gustaba para nada llegar tarde a su propia fiesta. Quizás con eso me cogiera un poquito más de asco, si es que era posible.

— ¿Casi una hora has tardado para quitarte una manchita del vestido? —resopló, rodando los ojos, y luego frunció el ceño al mirarme las manos—. ¿Qué te ha pasado?

— Larga historia, Clau. —Apreté los labios en una sonrisa, intentando quitar algo de tensión.

Necesitaba saber cómo y dónde estaba Ferno, maldita sea. Miré a mi alrededor, encontrándome con María cargando un par de bandejas, que me sonrió, amable, antes de entrar en la cocina. No había rastro de Derrick. Busqué con la mirada por todas partes mientras nos dirigíamos al aparcamiento frente a la puerta principal, y me sobresalté cuando su mano firme salió de la nada y me sujetó del brazo, haciéndome frenar en seco.

Golpe de muerte - William & ElenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora