Capítulo 22

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William

Elena subió los escalones de dos en dos, corriendo, para llamar a Derrick. Yo subí con calma hasta la cocina, apurando hasta el final para descolgar la llamada y dejar el teléfono sobre la isla central, donde los tres nos apoyamos para acercarnos al aparato cuando lo puse en altavoz.

— Deja de esconderte —gruñó Derrick como un perro rabioso, sin controlar su tono de voz. Ante su silencio, dio un golpe con el puño a la encimera, sobresaltando a Elena—. Da la cara, cobarde hijo de puta.

— Quiero una reunión con Armando —respondió lentamente O'Connell—. Tengo información que puede serle de interés.

A Elena y a mí se nos dispararon las cejas a la vez, mientras que el rostro de Derrick se contrajo, enfadado, como si hubiera hablado en un idioma que no comprendiera. Abrió y cerró la boca varias veces antes de hablar.

— Don Armando no quiere información. Te quiere muerto —siseó, apretando los dientes.

— Discrepo —anunció el aludido, entrando en la cocina. Tendió la mano en dirección a su guardaespaldas, pidiendo el móvil—. ¿Puedo?

— Armando —advirtió Derrick con la voz.

— Descuida. —Cogió el móvil, llevándoselo a la oreja y quitando el altavoz. Los tres le miramos, extrañados, siguiendo cada paso que daba en la habitación—. O'Connell —dijo con voz neutral—. ¿Qué se te ofrece? —Elena me miró descaradamente, pero yo seguía con los ojos puestos en su padre—. Sí. Allí nos vemos. —Colgó la llamada, acercándose a mí y devolviéndome el móvil con total naturalidad. Después miró a Derrick por encima de mi hombro—. Dile a Sagasta y a los de seguridad que despejen los aeropuertos y estaciones. No va a ir a ninguna parte.

— Señor... —Frunció los labios para dejar de hablar, agachando la cabeza y asintiendo—. Sí, señor.

— Papá, ¿en serio? —intervino Elena, molesta, acercándose a él y levantando tres dedos frente a su rostro—. Tres veces. Ha intentado herirme tres malditas veces, ¿y te vas a reunir con él como si nada?

— Princesa... —dijo con un suspiro, asintiendo, como si intentara hacerle creer a su hija que comprendía su reacción—. Tiene información que necesito para protegerte. El objetivo no es matarlo, sino que escupa la información y, una vez no me sea útil, entonces te dejaré un arma y serás tú quien le vuele los sesos.

— Él sabe que puede jugar conmigo al gato y al ratón porque tú lo necesitas vivo. —Alzó la barbilla, mirando a su padre a la cara, con el rostro ensombrecido—. Tú le estas dando la libertad que necesita para hacerme daño.

— Elena... ¿Estás herida? —La miró de pies a cabeza, parando en sus enormes ojos azules; pero ella no se atrevió a responder, porque la respuesta era «No»—. Exacto. Su objetivo nunca ha sido herirte, sino asustarte, y lo ha conseguido. Ahora me ha dejado claro que no va a por ti, sino a por algo más. Y necesito saber qué es. Así que, princesa, vete a pasar la noche a casa de Verónica, porque necesitaré a William.

— ¿A mí? —Salté enseguida, alarmado. Miré a mi jefe y luego a mi protegida y, por último, a Derrick, que estaba tan confundido como yo, negando con la cabeza. Él también sabía que era un error—. Señor, mi trabajo es protegerla a ella. No puede pedirme que la deje sola y me marche.

— Tu trabajo es el que yo diga, muchacho.

— Papá, no. —Elena negó con la cabeza, dando un paso adelante y sujetándole un brazo, suplicante—. Después de lo que pasó ayer no quiero salir de casa. Ni quiero que William se vaya contigo. Tiene que quedarse aquí, conmigo. —Su respiración comenzaba acelerarse, y me miró apenas un segundo—. No puede dejarme sola.

Golpe de muerte - William & ElenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora