Capítulo 6

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William

Me retumbaba la cabeza por el ruido y algún que otro golpe que el ruso había logrado acertar. Hijo de puta, pensaba que no iba a poder tirarlo. Escupí al suelo y le quité la toalla de la mano a Oscar para limpiarme la sangre que no dejaba de brotar de la brecha de la ceja, y le di un empujón cuando me echó un chorro de agua helada sobre la herida, directo de la botella. Me dejé caer en el borde del cuadrilátero, intentando recuperar el aire y, conforme lo iba haciendo, iban apareciendo las punzadas y los calambres de las heridas. Tenía el umbral del dolor bastante alto, demasiado, quizás, pero no era de hierro.

— ¡Voy a vivir, maldita sea! ¡Y encima ganando pasta! Te debo la vida, hermano. —Me abrazó de nuevo y le empujé otra vez, soltando un quejido.

— Quita, joder. —Me levanté con pesadez, estampándole los guantes contra el pecho—. Preséntame a ese tal Ribera. No ha apostado tanto dinero por amor al arte —ironicé.

— Nunca he hablado con él, tío. No sé si... ¡Will! —me llamó, corriendo hasta alcanzarme.

Me planté frente al que mi amigo había nombrado como Armando, quien estaba de espaldas explicándole un par de cosas a su acompañante. Ella me señaló con un gesto leve de cabeza y, cuando el imponente hombre se giró, una sonrisa se dibujó en sus labios.

— El mismísimo William King. —Alzó las cejas, tendiéndome la mano a modo de saludo—. Armando Ribera, hijo. —Se la estreché con fuerza sin apartar mis ojos de los suyos, tan oscuros y profundos. Señaló a la mujer con una sonrisa orgullosa y ella también me tendió la mano con una mueca de satisfacción. Debían haber ganado mucha pasta—. Tengo el placer de presentarte a mi hija y heredera, Elena. —Asentí, permitiéndome unos segundos más para observar de cerca su rostro, mucho más serio y no tan angelical como me había parecido de lejos. Veía en sus ojos que era una mujer dispuesta a dar muchísima guerra a quien se atreviera a cuestionarla—. ¿Qué se le ofrece al hombre que me ha hecho ganar tantísimo dinero esta noche? —Me dio una palmadita territorial en el brazo, recordándome que debía soltar la mano de su hija y centrar la atención en él. Carraspeé, dando un paso atrás, y ella hizo lo mismo.

— ¿Por qué ha arriesgado tanto dinero? —Me limité a preguntar.

— Mi hija ha visto algo en ti... Y mis dudas han acabado por disiparse. —Sonrió de lado y la rubia le miró algo extrañada, como si no supiera a qué se refería.

— Cincuenta mil —dije en voz alta, sin creérmelo aún—. ¿Por qué?

— Porque eso me ha hecho ganar doscientos cincuenta mil euros gracias a tu nocaut. —Se frotó las manos, sacándose un puro del bolsillo y llevándoselo a los labios—. Doscientos cincuenta mil euros que pueden ser tuyos a cambio de tres meses de tu vida. —Su hija frunció el ceño y se giró con una mirada de advertencia. Una advertencia que su padre ignoró, porque ni siquiera le prestó atención.

— Papá —dijo en voz alta, atrayendo de nuevo mi atención con esa voz firme y confiada—. No.

— Tres meses siendo el guardaespaldas de mi hija —ofreció, como si no escuchara las quejas de la mujer.

— Papá, no. No me vas a hacer esto. —Le sujetó del brazo y vi en su rostro que acababa de darse cuenta de su error. Sobre todo, cuando su padre se giró lentamente para mirarla. Parecían debatir en silencio—. Por favor —suplicó en voz baja.

— ¿Qué me dices, muchacho? —Me tendió la mano de nuevo, pretendiendo sellar el trato esa misma noche. Miré hacia atrás, buscando a Oscar, pero no lo encontré. Hacía unos minutos había echado a correr detrás de mí, ¿dónde se había metido?

Golpe de muerte - William & ElenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora