Capítulo 31

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William

Elena y yo volvimos a casa en la parte trasera de un Range Rover negro, con Derrick al volante y Armando mirándonos a través del retrovisor, en silencio, pensando en mil y una formas de matarme sin dejar rastro, supuse. Aunque si quisiera matarme, ya lo habría hecho, y lo que era más obvio, no dejaría a su hija durmiendo conmigo una noche más. John conducía el coche de mi padre, y otros tres coches pertenecientes al equipo de seguridad nos seguían de cerca, distribuyéndose por los alrededores de mi casa. Le devolví la chaqueta a Armando, pero conservé los pantalones deportivos que Derrick había sacado del maletero. Ni siquiera se despidieron de nosotros, y aunque Elena tenía el rostro tenso y le pedía disculpas a su padre con la mirada una y otra vez, él no hacía más que apartar la vista hacia otro lado. Por suerte, todas las luces estaban apagadas; era de madrugada, así que entramos en silencio, intentando no hacer ruido, pero tan pronto como pusimos un pie en el pasillo, se encendió la luz del salón y mi madre se levantó del sofá. Chilló de la impresión al verme cubierto de sangre, y yo me llevé el índice a los labios para pedirle silencio.

— Estoy bien, mamá, estoy bien —susurré, dando un par de zancadas hasta llegar a ella. Elena nos observaba desde la entrada, abrazándose a sí misma—. Está todo bien.

— Pero... pero... Dios mío, voy a llamar a la policía, William, esto no es...

— ¿A la policía? —La interrumpí, quitándole el teléfono de la mano y escondiéndolo tras mi espalda—. No puedes llamar a nadie. No puedes hablarle de esto a nadie.

— William, ¿tú te has visto? —Parecía horrorizada, y sus ojos azules recorrían mi rostro casi con desesperación—. Tienes una brecha en la frente, estás sangrando, por el amor de Dios. Déjame llevarte al hospital, hijo mío, alguien tiene que curarte eso.

— Yo le coseré la herida —murmuró Elena, incapaz de mirarme más de unos segundos.

— ¿Que tú...? Pero, ¿se puede saber qué está pasando aquí? —Me mordí la lengua, negando con la cabeza. Ellos nunca deberían haberse visto envueltos en esto. Deberíamos habernos quedado en el puto barco, navegando. Pero, por algún motivo, creí que venir en Navidad mejoraría las cosas—. Quiero que ambos os marchéis ahora mismo —dijo, con las lágrimas corriéndole por las mejillas.

— Mamá. —Solté un largo suspiro, pasándome las manos por la cara y esparciendo la sangre más aún—. Escucha, no va a pasaros nada, ¿vale? Todo está bien, solo ha sido un combate un poco intenso.

— William, ¿cómo tienes el descaro de mentirme así? —Negó con la cabeza, limpiándose las lágrimas con rabia.

— Nos iremos mañana a primera hora. Te prometo que no va a pasaros nada —bajé el tono de voz, alargando el brazo para limpiarle la mejilla con el pulgar—. Siento muchísimo todo esto. Dormiremos aquí, y en menos de siete horas nos habremos marchado, ¿vale?

— No quiero que vuelvas hasta que todo esto haya acabado —murmuró con la voz temblorosa, apartando la cara de mi mano—. Quiero que vuelvas. Quiero que vuelva mi hijo, mi Will, pero sin ella. —Señaló a Elena, que bajó la cabeza.

— Ella no tiene la culpa de esto —salté en su defensa de forma automática.

— Claro que sí. Mi hijo, el que salió por esa puerta hace casi tres meses, no es el mismo que está aquí esta noche. Y ella es la razón.

— Siempre he sido así. Esto es lo que soy. —Abrí los brazos a ambos lados de mi cuerpo, siendo consciente de que mi torso desnudo también estaba cubierto de sangre seca—. Simplemente se me ha dado bien ocultároslo. Pero supongo que ya no tengo nada que ocultar.

Golpe de muerte - William & ElenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora