Capítulo 16

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Elena

Llevábamos prácticamente tres días enteros sin salir del dormitorio, y aunque cada uno hacía su vida dentro de esas cuatro paredes, a veces era demasiado incómodo estar ahí en silencio, mirándonos de reojo sin saber muy bien qué decir. El único momento que teníamos a solas, era durante mis largos baños relajantes, pero, por supuesto, él seguía estando al otro lado de la pared.

Por otro lado, mi padre no había dado señales de vida, lo cual comenzaba a impacientarme; revisaba el móvil una y otra vez, ignorando el resto de redes sociales, mirando el chat de mi padre, esperando, aunque fuera, un solo mensaje.

— ¿Nada? —preguntó Will mientras se secaba el pelo con la toalla. Llevaba una camiseta negra y un pantalón de deporte del mismo color; en estos días me había dado cuenta de que su armario era demasiado básico—. ¿Ni un mensaje? —Se colgó la toalla al cuello, cruzándose de brazos. A él tampoco le habían respondido los mensajes, ni siquiera Derrick.

— No. ¿Les habrá pasado algo? —Era consciente de que comenzaba a hacerme daño en los dedos de tanto pellizcármelos, pero estaba demasiado impaciente—. Vero dice que su padre tampoco sabe nada, y que vendrá después a verme.

— Oscar también.

Nos miramos de manera cómplice, porque sabíamos que entre nuestros mejores amigos debían estar sucediendo cosas, pero no nos dio tiempo a decir nada al respecto, porque solté un gritito y me sobresalté cuando mi teléfono comenzó a sonar; me temblaron las manos al intentar descolgar la llamada de mi padre.

— ¡Hola, papá! ¿Cómo estás? ¿Cuándo vienes? No sabes cuánto necesitaba hablar contigo. —Me temblaba la voz, pero me sentía tranquila al saber que mi padre estaba al otro lado de la línea. William se sentó junto mí, acercándose a mi rostro para pegar la oreja al móvil. Sus mechones cobrizos me hicieron cosquillas en la mejilla, y no dudé en empujarle con el hombro para interponer de nuevo la distancia entre nosotros, poniendo el móvil en altavoz.

— Princesa mía. —Su suspiro sonó aliviado, y eso me sacó una sonrisa—. Todo controlado, tesoro. Si va bien la cosa, el viernes estaré en casa. ¿Y tú? ¿Estás bien?

— Bueno, podría estar mejor. Quiero que estés ya en casa, papá, aunque solo sean unas semanas. —Fruncí los labios, esperando que me dijera que sí, que lo haría, pero solo recibí el silencio como respuesta—. William está haciendo genial su trabajo, pero no puedo salir a la calle pensando en que hay alguien ahí fuera que quiere hacerme daño. Solo sé que ese hombre se llama O'Connell. Ha llamado varias veces —acabé confesando, esperando a que me regañara por no habérselo contado antes—. Tienes que dar con él y arreglar esto, papi, por favor.

— Es una rata escurridiza, princesa, pero daré con él y le arrancaré la cabeza del cuello —dijo entre dientes, con su característica voz profunda cargada de resentimiento—. Mis hombres están trabajando en ello. Quédate en casa y sal solo para lo justo y necesario, Elena.

— Quiero recuperar mi vida, papá —se me quebró la voz y vi cómo al pelirrojo se le fruncían las cejas, con la vista clavada en el suelo, atento a la conversación. Carraspeé para intentar disimular la tristeza que se acumulaba en mi garganta, pero no pude evitar soltar una queja al aire—. ¿Por qué no puedo ser como Vero o Clau? —Levanté la mirada al techo, a los relieves que llevaba observando durante tres días seguidos—. Ambas tienen una vida normal, aunque sus padres estén en este mundo. ¿Qué tienen contra mí? —Me mordí el labio inferior y sentí los ojos de William sobre mi boca. Reformulé la pregunta—. ¿Qué tienen contra ti?

— Eres especial, Elena. —La frase flotó entre nosotros, creando un denso silencio que hizo que se me inundaran los ojos de lágrimas. Parpadeé para disiparlas, pero era muy consciente de que el pelirrojo estaba observando cada detalle—. Tengo que colgar. Te quiero, hija.

Golpe de muerte - William & ElenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora