Capítulo 27

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Elena

Lo que más me dolió fue no poder despedirme de mi padre. Tampoco pude despedirme de mi perro, mi hogar, o de María, esa mujer que siempre había estado ahí para cuidarme como si fuera su nieta. Si echaba la vista atrás, aunque hubiera sido criada en un mundo hostil, lo había hecho rodeada de personas que merecían la pena. Lo único que me consolaba era saber que estarían mejor sin mí, que tendrían una carga menos y, para ser realista, que yo también podría descansar y apartarme de todo esto.

— Este será vuestro camarote —indicó el capitán, sonriéndonos a William y a mí, que cruzamos una mirada fugaz—. Si tenéis cualquier problema, siempre podéis llamarme a través del teléfono que hay en la mesita de noche.

Si no supiera que era un barco, creería que se tratara de un hotel de cinco estrellas. La habitación era inmensa, y preciosa, con una cama redonda, alfombras suaves y mullidas, ventanales gigantes con balcón, y un jacuzzi en una de las esquinas; también había una puerta que daba lugar a un cuarto de baño con ducha, bañera, y equipada con todo tipo de productos de higiene personal. Miré a Will por encima del hombro y le descubrí mirando por el ventanal, hacia la oscuridad del mar en plena madrugada. Después, nos mostraron las zonas de ocio, donde había un salón enorme con sofás y una televisión que parecía una pantalla de cine, un comedor, la cocina que contaría con dos chefs que también pertenecían a la tripulación, y la zona exterior del yate, con un sofá semi circular, una mesa baja y una pequeña zona para hacer una hoguera. Parecía un pequeño hotel y, quizás, podríamos disfrutar unas semanas alejados de todo lo que podía causarnos daño.

— Cuídate, Elena. —Derrick se despidió de mí con la mirada de un padre lleno de preocupación—. Yo mantendré a tu padre a salvo y solucionaremos todo esto para que puedas volver cuanto antes. Si algo sucede, si sospechas o tienes miedo de algo... Toca el botón del cajón de tu mesita de noche, o el del cuarto de baño. No te separes de King, ya le he explicado todo. Podéis ir por toda Europa. Le he dado a él vuestros pasaportes falsos; a partir de ahora sois Celia Hernández y Richard Jones. Simple, ¿verdad? —Asentí, sintiendo el nudo en mi garganta. Me había recorrido España con mi mejor amiga, habíamos estado semanas fuera de casa y, aun así, sabía que esta vez sería diferente.

— Gracias —murmuré, insegura—. Cuida mucho a Ferno, por favor. Y a papá y a María, y a Vero y... Y a ti.

— Volveremos a vernos, señorita Hernández. —Asintió brevemente con la cabeza y, aunque solo le había dado abrazos cuando era pequeña, decidí hacerlo por primera vez en mucho tiempo. Al principio, él no reaccionó, pero luego me dio una palmadita en la espalda que me fue suficiente—. Vamos, pronto comenzará a amanecer, y me gustaría descansar un poco antes de acabar con el árbol genealógico de los Rodríguez-Castellar —suspiró, dándome un pequeño apretón en el brazo—. Cuídala, Jones —se dirigió a Will, quien simplemente asintió brevemente.

Observé a Derrick alejarse del puerto en busca de su coche, hasta que la oscuridad lo engulló por completo. Seguí a mi acompañante escaleras arriba, hacia el camarote que debíamos compartir, y lo encontré mirando de nuevo a través de la ventana, perdido en sus pensamientos. Entré directa a la ducha, porque, aunque me había cambiado de ropa en el coche, sentía la sangre y el sudor por todo mi cuerpo. Salí envuelta en la toalla y ahí seguía él, con las manos entrelazadas detrás de la espalda, observando el amanecer. Aunque se había duchado en la mansión y cambiado de ropa, no parecía menos cansado que unas horas antes, cuando me sacó de ese vestuario. Estaba tan serio y tan distante conmigo que ni siquiera parecía que me hubiera besado esa misma noche. Me coloqué a su lado para observar el juego de luces azules y anaranjadas que se mezclaban en el agua, y en el horizonte, una pequeña bola blanca que era la causante de esos colores tan increíbles.

Golpe de muerte - William & ElenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora