Mala costumbre

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Al día siguiente Violeta acató las peticiones de su novia y la acercó a casa para hablar con Martin. Chiara seguía preocupada por Violeta y por cómo le estuvieran afectando sus cosas así que debía empezar a solucionar lo que estuviera en su mano, empezando por Martin.

—¿Quieres me que me espere?— preguntó Violeta con un cigarro y apoyada en su coche frente a la casa de Chiara.

—No, te aviso, no te preocupes. Disfruta de tu día de vacaciones.— rió para destensar el ambiente.

—No tiene gracia Kiki, avísame con cualquier cosa.

La menorquina sonrió ante la preocupación de su chica, pero quiso tranquilizarla, sobretodo después de saber cómo le afectaba. Acunó su rostro entre sus manos y depositó un dulce beso sobre su frente, cambiando papeles. —No va a pasar nada, vamos a hablar.

—Me parece perfecto, pero si pasa avísame, no hagas el gilipollas y te lo tragues todo por la conversación de ayer.

Chiara seguía sin entender cómo Violeta podía conocerla tan bien. Sabía leerla y sabía perfectamente cuando no estaba bien, cuando le pasaba algo y la menorquina sabía que le ponía incluso peor pensar en que no estaba recurriendo a ella, no le gustaba verla así, le dolía el corazón con pensar en que su sonrisa tuviera un pero y que fuera ella pero tampoco podía no recurrir a sus brazos, a sus palabras, a esa sonrisa, a sus besos y a todo lo que significaba tenerla y quizá era egoísta, quizá era estúpidamente egoísta pero la necesitaba, en todas sus formas y versiones y no podía derramar una lágrima y no avisarle, no podía no ahogar cada sollozo sobre su hombro porque si no no sentía la calma otra vez y quería que Violeta sintiera lo mismo, necesitaba que lo sintiera lo mismo, que sintiera que podía recurrir a ella en cualquier momento, para lo que quisiera, para lo que necesitara. —No me voy a tragar nada, te lo prometo, pero tampoco quiero que tú lo hagas.

La pelirroja asintió. —Si tú no lo haces, yo tampoco.

Chiara se conformó con aquellas palabras y después de rozar sus labios, se apartó para tocar el timbre de su propia casa, ni siquiera recordaba que tenía las llaves de su casa en el bolso. Se giró antes de sentir su olor inundar el ambiente y Violeta le dedicó una bonita sonrisa después de asentir. Se giró de nuevo encontrándose con el rostro desgastado de su amigo frente a ella, sus ojeras le sentaron como una punzada directa al corazón, incluso Violeta se preocupó con verle a unos metros pero hablaría con él en otro momento. Chiara entró a la casa. Ruslana estaba en la cocina preparando algo para desayunar.

—Hola, Kiks...osea...Chiara.— rectificó.

—Martin...— expresó en un susurro doloroso.

—¿Qué haces aquí?— preguntó en un casi susurro pues si elevaba el tono su voz se rompería.

—Venía a hablar...— Chiara no sabía ni qué decir, no podía apartar la mirada de sus ojos enrojecidos y las ojeras que los cubrían.

Ruslana puso un par de zumos sobre la mesa y algo de comer y se sentó en el sofá, sabía que aquella conversación no era suya.

—¿Nos sentamos?— habló de nuevo la menorquina.

Martin asintió y ambos se sentaron. El vasco no probó bocado pero la menorquina tampoco, ninguno tenía el cuerpo como para ingerir nada en ese momento.

ES POR TI || KiviWhere stories live. Discover now