Bernabéu

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—¡No llegamos al tren!— gritó Ruslana desde el salón.

—¡Ruslana queda una hora cállate!— está vez fue Martin.

El grupo de amigos se preparaba en casa de Chiara, Martin y Ruslana para ir a la estación de tren y embarcarse en las dos horas. y media que tenían de trayecto hasta Madrid. En dos días era el concierto del Bernabéu, el cierre de gira y de la etapa que había hecho que Violeta y Chiara terminasen enamorándose.

La menorquina se encontraba sentada en la cama de su habitación mientras los demás esperaban abajo. Violeta la miraba con una mezcla de preocupación y tristeza, pues quería que aquel viaje también fuera especial para ella, pues para todos se cerraba una etapa, pero había algo que se lo impedía, o más bien, alguien. Alguien que no podía darles tregua, un descanso. Jane.

—No pasa nada, cariño.— trató de tranquilizarla la pelirroja.

—Va a estar. Está en Madrid.— afirmó nerviosa, apretando con fuerza las manos que la sujetaban.

—Y tú vas a estar con nosotros, conmigo. No te va a pasar nada.

Chiara levantó la cabeza por primera vez en bastante rato, porque necesitaba calma, necesitaba aquel marrón que la gritaba. Necesitaba mirar a su novia y recordar que jamás se había sentido tan segura y protegida como lo hacía con ella. Necesitaba mirar sus manos y recordar que la sujetarían pasase lo que pasase, necesitaba recordar que ya no estaba sola frente a la peor de las tormentas, que ya no estaba desarmada frente a la persona que tanto daño le había hecho y seguía haciendo, pues ahora tenía el mejor arma de todas, el amor de Violeta.

—Vas a disfrutar de este viaje y de este cierre de etapa, porque también lo es para ti. Es donde nos enamoramos, Kiki. Vamos a despedir lo que nos dio esto.— las señaló. —Lo que tenemos ahora.

—Sí...— suspiró tratando de convencerse a sí misma de que lo disfrutaría. —Esto...

—Sí, mi amor. Esto, tú también te despides de esa academia en dos días, disfrútalo.

Chiara mantuvo la mirada sobre sus ojos, mirarla de la forma que fuera siempre se sentía como un abrazo al alma, como una tirita al corazón. Todo lo que pasara a su alrededor dejaba de importar en los segundos en que sus miradas se juntaban y su sonrisa le hablaba y cuidaba. Y sin pensarlo se dejó caer la cabeza sobre su hombro rodeando su cuello con ambos brazos y apretándose a ella con fuerza, como si aquello fuese a protegerla de todo y de todos, pues ella lo sentía así. Violeta rodeó su cintura y besó su cuello con mimo, pues era lo que tenía a la altura de sus labios.

—Cada día tengo más claro que no podría sin ti.— afirmó tras unos minutos del silencio más cómodo que las podría haber envuelto.

—Ya somos dos, entonces.— Violeta sonrió sobre su cuello. —¿Estás más tranquila?

—Un poco.— sonrió. —Gracias.

—Pues vámonos bebé, que Ruslana nos va a pegar a las dos.— rió.

Chiara asintió sobre su hombro y se separó con suma delicadeza. No quería terminar con aquel contacto físico, de hecho no lo hizo. Ambas se levantaron y la ojiverde aprovechó para entrelazar sus manos y coger la maleta con la otra. Violeta sonrió y apretó aquel agarre, nunca iba a dejar que caminara sola si no quería hacerlo, en ningún sentido.

—¡Qué lentitud porfavor!— exclamó Ruslana cuando las vio bajar las escaleras por fin.

—Me ha dado el rato que os habéis quedado ahí arriba, ya os vale.— se quejó Martin.

Violeta y Chiara se miraron y rieron mientras seguían la prisa que llevaba su amiga, a pesar de llegar con bastante antelación al tren. Ruslana era así de histérica cuando se trataba de un viaje.

ES POR TI || KiviWhere stories live. Discover now