Capítulo 13

7 1 0
                                    

Me alejé de Gabriel porque necesitaba estar un momento a solas y poder sentir que estaba lejos del lugar donde me encontraba, no quería seguir escuchando los sonidos.

No miré a nadie, sólo seguí un camino para después detenerme cerca del tronco de un árbol. Me apoyé con la palma de una mano, de pronto sentí que podía desmayarme.

Cerré los ojos inhalando y exhalando, sintiendo enojo y tristeza al mismos tiempo, me llevé las manos y me quité el tocado, deshaciendo el peinado que me hicieron, ¿de qué servía intentar parecer bonita? sí no estaba ni me sentía bien, tranquila. Sólo habia un dolor en mi pecho.

Me evitaba creer que volvería a casa, que ahora al regresar me esperaría una gran mansión sola y sin vida.
Sé que tendría siempre a la persona que cuidó de mí, a mi niñera; Daph.

Pero tener incluso a mi amiga Chloé. Oh a Gabriel.

Nada me haría sentir de vuelta a la vida.

Esa tarde se llevaron la mitad de mí junto con mi padre.

Aparté las lágrimas una, otra y una vez más de mis ojos pero seguían sin detenerse.

Me quedé inmóvil, helada, después de sentir una mano sobre mi hombro.

—Mis más sentido pésame —dijo, limpié mis lágrimas y me giré a verlo.
Encontré un hombre joven, un soldado joven de unos veinte años tal vez... Un poco más alto que yo, estiró la mano como señal de saludo o presentación.

—Nathaniel —me dió su nombre.

—Marinette —respondí.

Le vi sonreír un poco al escucharme.

—Tu nombre no es tan misterioso después de todo, todos sabemos cuál es tu nombre —volví a apartar las lágrimas y le miré a la cara.

—¿En serio?... pues tu nombre tampoco no es tan misterioso.... más sí eres el muchacho del qué una pareja le habló a mi padre...
Sonrió un poco al oírme.

—Creí que eras más... tímida. Y en realidad no estoy aquí por eso. Sólo creí que necesitabas alguien te diera un pañuelo —sacó uno de seda de su bolsillo, lo desdobló con sus dedos hábiles y me lo entregó, esperando a que lo recibiera—. Espero no sea la última vez que nos veamos, Marinette.
Lo agarré sin mirarlo y no respondí.
Enseguida llegó mi nana Daph, provocando que el pelirrojo se fuera más rápido. La vi echar un vistazo a nuestro alrededor y luego se acercó a mi para murmurar muy bajo, mientras comenzó a ayudarme a limpiar mis lágrimas.

—Suerte que el maquillaje es a prueba de agua.

—Pues no lo pedí —respondí.

—Marinette, de ahora en adelante, va a haber muchos hombres detrás de ti —dijo ella, con voz sabía, sonó igual a una madre y no dejó de mover el pañuelo por mis mejillas a toquecitos.

No respondí, en ese momento, pensar en hombres era lo que menos quería y me podría interesar. Sólo quería desaparecer.

No existir.

Tal vez todo era mejor así.

—Trataran de conquistarte, querrán ser tus pretendientes —me agarró de los hombros en cuanto terminó y me miró a los ojos con seriedad—; ahora que saben eres una señorita bañada en dinero, no querrán desperdiciar esa oportunidad, perdóname sí suena muy crudo lo que te digo en este momento, pero no confíes en ellos.

Eres muy jovencita aún, temo por qué alguno se aproveche de ello.

Daphne Daphne...

Tenía razón y creí que no me había equivocado, porque pensé... bueno... terminamos cometiendo errores que nos hace después arrepentirnos.

JUEGO DEL MONSTRUO (en proceso) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora