Capítulo 2

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PRUEBA

Marinette


Llegamos, papá estacionó el auto a unas cuadras de aquí, porque estacionarlo cerca no era opción, hay mucha gente; adultos trayendo a sus hijos y de todas las clases sociales; muchas personas que abarrotan las calles como sí fuera mercado, incluso los autos por aquí no pueden pasar, tienen que tomar otra ruta. Porque hoy cerraron unas calles por la prueba que duran al menos dos semanas.

En todas las capitales de los estados, de Francia, se hacen las pruebas. Desconozco sí hacían eso también en otros países.

Seguro sólo en los Estados Unidos, el segundo país en estar lleno de monstruos como una plaga. Acabarlos antes de que emigraran a otros países, era una prioridad. Para viajar tenían que hacerte estudios para saber sí no habías sido contagiado de un monstruo, suena a virus, pero se decía que sí te mordía un monstruo ya eras también uno.

Aunque varios desmienten eso, querían ver un certificado médico que aprobará no eras un monstruo y así te permitían viajar por tierra o aéreo.

Incluso, antes de venir a estas pruebas, tenían que hacerte un estudio médico en general; saber cómo estabas de salud y también para asegurarse no tenías sangre de monstruo.

Mi papá no me soltó en ningún momento, me llevaba de la mano y tenía que seguir el ritmo de sus pasos. Miré con cierto temor a los niños y a los adultos. Todos traían los uniformes igual que el mío; negro, a excepción del color de las líneas laterales, tres colores existentes que había visto en los uniformes de ellos; dorado, como el mío, plata y bronce.

Por las vestimentas y el físico de los adultos y niños que traían el uniforme con las línea de color bronce, imaginé eran de la clase baja; porque la piel de los rostros de los adultos, no parecía bien cuidada, tampoco la de los niños; su piel estaba quemada por el sol y la ropa de los adultos de clase baja; era un poco desgastada, en comparación con las de clase media y alta; mujeres y hombres usaban atuendos extravagantes; el cutis bien cuidado, de envidia y parecía de porcelana. Tenían la piel muy estirada algunos, supuse que eran los de mayor edad pero para aparentar menos años, recurrieron a cirugías estéticas; privilegio sólo de clases altas y medias.

Pocos de alta clase y media; no recurrían a cirugías estéticas.

Encontré en el camino varias parejas; lesbianas caminando con sus hijos y homosexuales, incluso parejas de poliamor. La mayoría con delineados en los párpados de colores fosforescentes.

Dejé de verlos y traté de seguirle el ritmo de caminar a mí papá. Nos detuvimos cerca de una cuadra, porque era más difícil de caminar entre las personas, mí padre estaba pidiendo con amabilidad dieran paso libre. Alguien chocó con mi hombro, miré a mi lado y me encontré con los ojos negros de una niña.

Me miró. De inmediato no la reconocí y después lo hice.

Era Susan; la niña que iba en mi grupo.

No hablaba con ella, de hecho, no hablaba con nadie, no era buena haciendo amigos; no me nacían las preguntas qué pudiera hacer para hacer amigos. Terminaba almorzando sola en los recreos porque nadie se sentaba a mí lado. Me sumergía en mí pequeño mundo donde sólo me dedicaba a dibujar en la tablet.

Creí que me estaba dando una mirada juzgadora, después entendí su mirada, no estaba juzgando, el miedo se reflejó en sus ojos. Frunció ligeramente el ceño, mirándome.

Levanté la mano como saludo, apretó sus labios dando una sonrisa rota.

-¡Ella es mí hija! -mi padre me jaló hacia adelante sin ser brusco-; mí primogénita, se llama Marinette.

JUEGO DEL MONSTRUO (en proceso) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora