"FÉLIX"Dentro de una habitación, llena de muebles costosos y cómodos, privilegio de pertenecer a un estatus alto. Se encontraba de pie, mirando a la ventana el hombre de nombre, ¿cómo? oh por supuesto, Félix.
Veía la niebla, era extraño tener una mañana con niebla en primavera, los últimos días de primavera, condición del clima debido al cambio climático. La espesa niebla ocultaba a la vista las casas vecinas. Pero para Félix, era perfecto ese clima, estiró sus labios en una sonrisa, de inmediato escuchando unos golpecitos suaves en la puerta.
Rápido la sonrisa en su rostro se formó en un gesto insoportable.
¿Quién era? No podía ser su hermanito pequeño, le había dicho bien claro que no le gustaba entrará a su habitación.
La voz de una joven se escuchó del otro lado de la puerta antes de que él pudiera decir algo.
-S-señor... le traigo su té, puedo-
-Adelante -dijo con voz amarga. Dándose la vuelta para mirar a la puerta abrirse.
Entró una joven de cabello dorado; con las respectivas prendas de pertenecer a un estatus bajo, los años pueden pasar pero siempre será igual; la ropa y la tela parecen ser la misma, de esas telas que se rompen con facilidad y no duran demasiado. La joven de baja estatura se limitó a no ver el hombre, con sólo verlo, podría darte esa incomodidad, incluso en ese silencio de su habitación, ya era como un aviso de que esa persona no tenía buen corazón.
Los pasos fueron apresurados y con la cabeza baja, la mirada en el piso; estiró sus manos para darle entrega del té.
Félix miró a la mujer en un gesto de desagrado y agarró la taza.
No soñó, supo de alguna forma; ¡él escuincle ése de su hermano, chismeó a la mujer!
La mujer estaba por retirarse, casi dando pasos con rapidez pero Félix le ordenó quedarse.
-Mujer, ¿sabes qué es muy difícil que me oculten las cosas? ...
La mujer no miró al hombre, en ningún momento. No entendía, cómo siendo él hermano de ese niño... podía ser tan, diferente.
-Habla de una vez, no va a gustarte lo qué puede hacer mí hermano.
Claro, Félix podía presionar a su pequeño hermano a mirar esa mujer, entrar en su cabeza y mostrarle su más oscuro temor, a ese miedo, esa fobia que todas las personas tenemos, nos paraliza por completo. La chica negó con la cabeza, no quería eso.
-Entonces habla.
-Su hermano -habló con la voz temblorosa-; dijo haber visto en sus recuerdos hablar con una niña de más o menos su edad...
Félix apretó su mano, sintiendo su mandíbula tensa e igual su cuerpo.
-¿Y tú qué opinas?... mí hermano no sólo te dijo eso, escuchaste más... ¡habla! -golpeó con la mano hecha puño sobre la mesa cerca de él. Haciendo que la joven diera un sobresalto en su lugar.
-N-no está bien señor... ¿por qué decirle a la niña que usted es un amigo imaginario?... sí... -calló cuando Félix volvió a golpear la mesa. Esta vez dejando la taza de té sobre la mesa.
-Sabes mucho, y.... -se acercó con lentitud a la chica, pasando sus dedos por el mentón, la joven no miró a Félix, seguía con miedo-; no me gusta que las personas se entrometan donde no les importa... -mencionó.
Félix había creado algo para evitar su hermano pudiera entrar a su mente, pero por lo visto, tenía que ser más potente su método, pues el niño estaba creciendo y con ello su habilidad para meterse en la mente de las personas, de otra forma no se hubiera dado cuenta sobre ello el niño.
No había otra alternativa.
Le daría esas pastillas a la mujer y a su hermano; esas mismas pastillas que él, alguna vez consumió cuando era más joven; esas pastillas de nombre; "las pastillas del olvido". Las consumes y puedes olvidar ciertas cosas, incluso el dolor; la tristeza y todo lo que no quieres recordar, todo aquello que te hace mal.
Tan sólo recordar el nombre de las pastillas, le dio un sabor amargo, de nuevo sintiendo las emociones en su pecho, en su corazón , aquellas emociones de esos grises días, donde se vió dependiente a las pastillas. Las pastillas en su inicio de creación, no resultaron muy factibles; podías olvidar pero no para siempre.
Él se dedicó en mejorarlas, porque en su inicio de creación; las pastillas parecían droga, te borraban el sufrir pero sólo por unos instantes, después de unas horas; todo eso gris, angustiante y esa presión en el pecho volvían.
«Nadie ha sufrido tanto como yo», parecía ser el leman de Félix.
Ahora las pastillas sí borraban con mejor eficacia los recuerdos, él también pudo volver a consumirlas pero pensó; «a veces, no hay necesidad de hacerlo, sí de éstas, puedes tomarlo como el combustible; como la misma fuerza que siempre necesitaste, antes ... de ser un "débil". El dolor no es tan malo, sí lo ves de esa forma» y por esta razón, prefirió mantener esos momentos oscuros en melancolía dentro de él. No había necesidad de usar pastillas, porque necesitaba recordarlo bien todo; para su plan.
Y esa mujer tanto como el niño serían un estorbo sí lo supieran. Apretó el agarre de la mandíbula en la mujer. Demostrándole una clara advertencia con ese acto.
-¡Largo! -exclamó en voz alta. La soltó y la mujer asintió, tan pronto se retiró de ahí sin mirarlo y sin mirar atrás.
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¡Hola!... gracias por estar leyendo la historia.
Soy más de escribir en primera persona, pero he corregido varías veces algunos capítulos de la trama porque no me convencían (lo que aportó a la trama no me convencía) terminé un poco agotada y dije; "Weno, es hora de intentar escribir en otro narrador".
Así que espero lo hayan disfrutado. UwU
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JUEGO DEL MONSTRUO (en proceso)
FanfictionMarinette Dupain-Cheng, siendo una niña de nueve años de edad, se ve obligada a asisitir a las primeras pruebas que se hacen todos los años en Agosto, en París, Francia. No sólo ella, todos los niños son obligados a asistir, sin importar sus respect...