Capítulo 14

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«Los recuerdos son los soplidos
de un viejo verano»


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Entre tanta cosa después de salir de la app de mensajes, estaba por entrar a otra aplicación que no fuera las redes sociales, quería distraerme, pero al hacerlo, miré la foto de pantalla que tenía; la imagen de mi madre.

Al mirar la fotografía sonreí, verla, me hacía feliz, aunque fuera únicamente en fotografía. Era la sonrisa más sincera que podría dar en ese día tan horrible.

La miré con detalle, mi papá le sacó esta fotografía justo antes de montar a caballo.

Ahí mi mamá todavía no estaba embarazada de mí, creo que era cuando estaba recién casada con mi papá.

Pasé la yema del dedo por su cabello corto, luego por la flor amarilla, no era natural, sólo un accesorio. Mi papá dice que a ella le encantaba usar el amarillo, porque lo sentía energético y no se dejaba largo el cabello, nunca le gustó tenerlo así, siempre lo cortaba hasta sus hombros o un poco más arriba.

Estaba a lado de la yegua "Mili", mi papá dice que así la nombró mi mamá, era una yegua fuerte y muy rápida, podía parecer una fiera indomable cuando en realidad era la yegua más mansa que pudieras conocer.

Después de que mamá murió en el día del parto, mi papá entristeció, pues ella fue una mujer a la que él amó mucho, debió ser mucho ese amor sí ya no intentó formar de nuevo una relación con alguien más. Sí él miraba a Mili (la yegua) e incluso a su caballo macho de nombre "Thor", le recordaba a mamá y a los momentos que pasó a su lado, entonces vendió a los dos caballos, pero aún así no se deshizo de los establos.

La mansión no tiene establos pero la casa de Campo en California, sí.
Una vez, cuando tenía cuatro años, lo miré sentado en el sofá frente a la chimenea con el celular en la mano.

Curiosa me acerqué y miré la fotografía, de inmediato grité señalando con el dedo:

-¡Mamá!

Y él me miró, sonriendo de boca cerrada por mi presencia, dijo:

-Sí, cariño, es tu mamá.

Me prestó el celular y sonreí mirando la fotografía. Mi padre me hizo conocer a mi madre por fotos y algunos vídeos que él grabó de ella.

Así conocí su voz, tenía una voz linda, agradable.

Luego él acarició mi pequeño rostro.

-Y te pareces a ella, las dos tienen esa chispa especial en la mirada cuando están felices. Pero también a veces puedes ser tan terca como yo -terminó de decirlo con una risa.

Tenía razón, pero yo seguía pensando que el más terco y necio, cabeza dura, sólo podría ser él.

¿Oh era verdad qué yo podía ser igual de terca?

No lo había pensado....

Le entregué el celular y lo miré con mis grandes ojos. De sólo pensarlo, imagino que me veía muy tierna.

-¿Yo también puedo tener un caballo? -pregunté, poniendo mis pequeñas manos sobre sus rodillas.

Él sonrió y me acarició la cabeza.

-¿Quieres uno?

Afirmé un si con la cabeza y señalé la foto de mamá.

-Uno igual a ése -él rió.

JUEGO DEL MONSTRUO (en proceso) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora