Capítulo 18

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Marinette

Sonreí un poco con la mirada baja. La canción Secret de Loune, terminó, comenzando otra con un ritmo más electrónico, pero con un tono que te hacía sentir algún villano.

—Sólo sí tú me cantas un poco —respondí.

¿Él quería escucharme cantar de nuevo? lo haría, pero primero él tenía que hacerlo. Era más justo.
Lo miré y encontré una sonrisa en su rostro.

—¿Qué clase de trato es ése? —preguntó.

—La más adecuada, me parece injusto que tú me escuches y yo no.

Él volvió a sonreír por lo qué dije.

—Estoy trabajando —mencionó lo obvio.

Sonreí.

—No hay problema con eso —sí, estaba en algún momento nerviosa pero creo que esa canción me estaba dando el empujón que necesitaba—; yo te pago, veinte dólares y eres mío por un rato.

Me miró un poco interesado.

—¿Tuyo?... en primera no soy de nadie.

—Para que me cantes. Veinte dólares.

—Que sean treinta.

—Veinte y te ayudo —agarré las bebidas que ya tenía preparadas y las coloqué sobre la bandeja—; me vuelvo mesera por un rato.

—¿Qué más puedo decir?... está bien, tú ganas, te canto y que sean veinte dólares.

Sonreí gustosa porque gané. Agarré la bandeja y él me dijo quiénes habían pedido las bebidas.

Estuve así por unos minutos, no calculé cuánto tiempo, pero me pareció volando, aparte caminar de aquí y allá con tacones no fue muy buena idea. Me estaba acalorando, por supuesto, que después de llevar el primer pedido a una pareja, Adrien se dedicó en llevarle la margarita a Chloé y contarle que su amiga, iba a dejarle sola por semejante idea que tomó, ¿era necesario?... bueno, tenía curiosidad por conocer la voz de ese joven en una canción.

Llevé unas cuántas bebidas más y botanas. El calor del ambiente y que encima del vestido se me ocurrió usar una chaqueta, me estaba haciendo sudar. Y los pies ya me dolían, oh cuánto me arrepentí de ese día haber usado las benditas plataformas.
Adrien creo que notó mi estado, porque me encontró y agarró la bandeja que traía.

—Ya, es mejor que descanses. Igual no trabajas aquí —sonreí.

—Vale la pena, sí me dejas escucharte —dije con una sonrisa. Él sonrió un poco y negó con la cabeza. Seguro por su cabeza pasó un «qué mujer loca», sí, por hacer algo así, sólo por eso.

—Espérame en la barra —dijo, antes de que yo llegará a la barra gritó—; ¡no te olvides de beber tu margarita!

—¡No! —respondí, alzando la voz.
Me acerqué a la barra y tomé asiento en uno de los bancos afelpados. Las personas seguían bailando, la música era buena, me quité la chaqueta y comencé a moverme un poco desde el asiento, moviendo la cabeza, el cuerpo, un poco al ritmo de la canción. Agarré la margarita y di un pequeño trago, cerré los ojos disfrutando de la música, por un pequeño instante me sentí a un dejá vú, algo extraño, porque parecía como sí ya antes hubiera estado en un lugar así y no lo era.

También lo sentí como a un recuerdo próximo, cómo sí por un momento me hubiera adivinado lo qué podría pasar, muy muy extraño. Sin embargo, sentí un escalofrío repentino cuando algo pareció rozarme el lado del cuello, poniendo mi piel de gallina. Abrí los ojos, no había nada o alguien cercano que hubiera intentado hacer eso. Volví a beber mi margarita, Adrien aún no llegaba pero el camarero ya estaba preparando las demás bebidas.
Justo, un hombre con gran capucha, se acercó y tomó asiento en el banco cercano al mío, sin dejar de beber mi margarita, le miré el gran pico que sobresalía de su máscara de cuervo.

JUEGO DEL MONSTRUO (en proceso) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora