Capítulo 40

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Perspectiva de Marina

Canción: Gods, NewJeans.


Giro una y otras, totalmente entregada a él.

«Te regalo todo de mí»

Miro hacia el frente y me quito el antifaz. Modulo una y otra vez "te amo". Cierro mis ojos y creo escuchar su voz fundida con el sonido del cañón de un arma, pero puede que sea solo mi imaginación, alucinando que él dice mi nombre.

«Egan...»

En un segundo alguien me cubre con su cuerpo, a la vez que me gira.

—¿Qué haces niña tonta?

Miro hacia arriba y veo a Griffin, quien me jala fuera del escenario.

—Griffin—digo sorprendida.

—Te grite que corrieras.

—No te oí—respondo aun acelerada, examinando su cuerpo— ¿Te dispararon? ¿Estás herido?

—No, tiene mala puntería.

En un segundo me vuelve a cubrir con su cuerpo y comienza a disparar su arma contra dos hombres que nos apuntan.

Todo el teatro se vuelve un mar de gritos y disparos, todos corren despavoridos. Mis pies comienzan a moverse, solo quiero ir a su lado.

—¿Qué haces? —me gruñe molesto, sujetándome de la muñeca.

—Debo ir con él. Tengo muchas cosas que explicarle y...

—¡Señor, por aquí! —grita Hans.

Griffin me arrastra y llegamos junto a él, pero en un segundo más disparos se aproximan a nosotros.

—Cuidado...

Hans no logra terminar su frase. Un impacto de bala le ha atravesado el cráneo y es como si ya no pudiera escuchar nada más a mi alrededor. Solo lo veo tirado sobre el piso. Exhalo el aire en mis pulmones y voy a agacharme para acercarme a él por puro instinto, pero Griffin no lo permite.

—Ojos en mí, solo en mí—gruñe sujetándome de los brazos, pero no puedo despegar la vista del cuerpo de Hans.

Él ha muerto, está tendido sobre el piso. Ni siquiera pude agradecerle como corresponde, ni siquiera le pregunté si tenía una familia, ni siquiera...

El zamarreo de Griffin me saca del shock.

—¡Ojos en mí Marina!

Jala de mi brazo mientras asesina a otros dos hombres en un abrir y cerrar de ojos.

—Tú te quedas conmigo—ordena guiándome por un pasillo.

Nos detenemos frente a una habitación que parece ser una bodega de mantención. Abre la puerta de golpe y me adentra junto a él. La habitación es muy pequeña, apenas cabemos los dos.

Saca un maletín de un estante y dentro hay un arma y un chaleco antibalas. Este último me lo lanza hacia las manos.

—Colócatelo —dice a la vez que comienza a ensamblar el arma que estaba en el maletín.

Me lo coloco torpemente, mis manos no tienen control. Griffin se vuelve hacia mí y lo ajusta con fuerza. Parece ser un chaleco con mis medidas exactas, nunca me había quedado tan pegado al cuerpo.

El Demonio que DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora