Tormenta II

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— No me iré — dijo Chanyeol con firmeza, preparado para replicar a la respuesta de su esposo más este solo asintió.

Sacó el bangul, empuñando con fuerza para que no resbalara en su mano mojada y le dio un Daegum  al TaeYa sin saber siquiera si sabía tocarlo.

Solo los guardias reales se habían quedado pues la seguridad de los príncipes siempre sería su prioridad. Podían mantenerse firmes ante un grupo de bandidos, ante emboscadas de traidores a la patria, incluso ante la despiadada guerra, pero la inclemencia del cielo y los dioses era algo que los superaba. Atados aún a las estacas en tierra se repartieron los demás instrumentos musicales, imitando las acciones del príncipe

— Pueden tocar Arirang?

Chanyeol asintió, comenzando con la melodía. Las ofrendas volaban del altar debido al  viento e iba a parar al fondo del barranco, las túnicas se agitaban con fuerza haciendo difícil mantener el equilibrio, ni se diga del Baksu quién parecía un enredo de telas al bailar, era increíble cómo continuaba el Kut sin interrupciones. Chanyeol estuvo a punto de detener la música varias veces cada que veía a su esposo trastabillar, quería dejar todo, meterlo a la carroza e irse lejos de ahí, alejarlo del peligro tanto como fuera posible, por fortuna, los titubeos eran efímeros. El sonido de las campanas, la flauta, los tambores se perdían en el rugir de las olas  y el estruendo de los truenos.

La danza requería el cambio de túnicas al bailar, pues los dioses no serían bondadosos si continuaba el ritual vistiendo el mismo huangpo, perdió la concentración, no quería pausar para hacerlo, así que fue una sorpresa cuando unas pequeñas manos retiraron las ropas doradas y le quitaron el bangul de las manos, descubriendo el Huangpo rojo con mangas amarillas. 

MinSeok, con un rostro pálido y serio había regresado a mitad del camino, y ahora lo asistía. Tomó un jing y acompañó al TaeYa en la melodía.

No había tiempo para vacilaciones, preocupación o reclamos, debía cumplir la danza para mostrar a los dioses el respeto del pueblo.

Los cánticos de BaekHyun alcanzaban notas muy agudas, era lo único hermoso en medio del caos, era a lo que se aferraba el príncipe, los guardias y el niño cada que el pánico amenazaba con consumirlos

La lluvia se combinó con granizo del tamaño de fichas de mahjong, caían con furia lastimando cuerpo, cara, brazos del manshin. Los moretones eran visibles cada que la fuerza del viento movía sus ropas descubriendo la piel. Los presentes, sin interrumpir la melodía se resguaron lo mejor que pudieron bajo la copa de los árboles más cercanos y las carrozas.

— Está funcionando — Escucharon al Baksu exclamar, pero nadie entendía cómo era posible, si el clima tempestuoso empeoraba cada vez más.

BaekHyun volvió al carruaje una vez que los dioses mostraron que escuchaban , revolvió entre el puñado de túnicas y sin pudor quitó el huangpo empapado quedando únicamente con las túnicas interiores. Su cuerpo visible a la perfección debido a la transparencia del agua fue observado por su esposo que por primera vez no lo veía con morbo si no con preocupación pues el granizo ya no encontraba resistencia alguna para golpear con toda su fuerza.

Nadie apartó la vista del chamán mientras se vestía 

El rito fue pausado por lo que a Chanyeol no le importó dejar de tocar el  Daegun para ayudar a su esposo con las túnicas nuevas. Sintió vergüenza de sus pensamientos, él, los guardias, el niño y su esposo, todos eran hombres por lo que nadie veía de manera lasciva a su consorte, aún así se apresuró a ayudarlo para tapar en medida de lo posible el cuerpo de BaekHyun de las miradas ajenas.

Chanyeol que nunca había tenido que vestirse por sí mismo era más un estorbo al tratar de atar los cordones de la túnica ceremonial azul y dorada, aún así BaekHyun se alegró de tenerlo a su lado, del tiempo desperdiciado, de la calidez que transmiten sus manos al tocarlo, de la firmeza en su temple. Compartido, todo era mejor, hasta el miedo.

La Manshin y el Príncipe heredero ~찬백~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora