La Manshin y el Príncipe heredero ~찬백~

Sinbangyeotbogi

En cuanto el sonido del tambor resonó en palacio, el cielo se oscureció y vientos tormentosos ondearon las banderas sin piedad. Minseok no tenía miedo, pues aunque nunca había presenciado un Seungmu, la confianza que le dio el dios de Baekhyun al realizar un pisón en él calentaba su corazón y despejaba su mente. El no estaba influenciado por ningún sentimiento, así que este rito, en comparación con el del chaman hace tiempo, no acarrearía el karma sobre una persona, sino que la petición para el buen juicio no se vería obstaculizada.

Minseok sintió aún mayor calidez al ver llegar a Sehun, se sintió completo y con fuerzas adicionales, así que a pesar del mal tiempo, su baile, sus cánticos y sus toques del tambor, fueron perfectos. Los dioses escuchaban y cuando faltaba nada para finalizar el ritual, el poder de estos se hizo presente.

No solo comenzó el cielo a llorar con fuerza, sino que la tierra se sacudió con tanta potencia que se escuchaba el crujir de las construcciones tratando de soportar el temblar de la tierra. No hubo ahora una sola persona que se refugiara de la despiadada lluvia bajo techo, pues el temor de ser enterrados al colapsar los edificios fue mucho.

Alejados del ritual, el Taewang había hecho que los guardias sujetaran a su madre para no hacerse daño, aun sin ceder a su petición y esta, al sentir la tierra retorcerse, cedió al cansancio y la desesperación, desvaneciendose. El temor del Taewang creció solo para salir por fin de su trono por seguridad y encarar a los ministros, quienes consumidos por el miedo y empapados por la lluvia elevaban sus voces suplicando que su petición se reconsiderara, el clamor de “Taewang, ceda el trono al Taeya” se escuchaba aun con el sonido de los rayos al caer.

El ministro de educación y guerra, cegados por su objetivo no pausaron sus pasos, acercándose a donde los tambores resonaban con los últimos toques que marcaban el final del Seungmu. Al llegar, vieron al chamán de espaldas sosteniendo los palos de madera marcados y girando con las largas mangas al toque del tambor. No fueron conscientes de que en ese momento, cada adulto y niño, independiente de su posición, se postraban en el suelo en actitud humilde, entregando sus temerosos corazones a los dioses y prometiendo una vida de rectitud, así que no lo hicieron, siguieron avanzando con las espadas desenfundadas dispuestos a acabar con el goblin.

Woosung, quien ayudó al viejo GeumSik a postrarse alzó su mirada tan solo unos instantes y alcanzó a verlos, corrió velozmente, tomando una bandera y desenterrandola para defender a su hermano, el movimiento frenético hizo que algunos de los sirvientes reaccionara, y a escasos centímetros, Woosung arremetió en contra del ministro de guerra.

Era un niño, un niño que si bien estaba siendo instruido para ser un guardia real, no tenía la fuerza necesaria para frenar a un adulto, así que el golpe no frenó al ministro, pero causó que su espada se desviara, tocando el costado de Minseok en lugar del corazón.

La cara de sorpresa al ver la espada enterrándose en él alertó a los feligreses, vieron que un grupo de ellos contenían a duras penas al furioso ministro de educación y se apresuraron a ayudar al pequeño que ya presentaba un hombro sanguinolento. Minseok tomó el mango de la espada y la desenterró. Su túnica blanca quedó prontamente cubierta de sangre, pero continuó con los últimos pasos del ritual. Cuando finalizó, cuando el último golpe del tambor recayó con fuerza, causando un sonido estruendoso, el cielo gritó, regalando una fiesta de luces con los rayos.

Minseok se dejó caer entonces y lo único que atino a hacer fue tomar el rostro lloroso de quien lo sostenía evitando mancharse con el lodo y pedirle no llorar.

Sehun, con el corazón desgarrado, hacia lo posible por presionar la herida en su costado mientras le pedía no cerrar los ojos y suplicaba a gritos que llamaran un médico, sentado en el barro y sosteniendo el débil cuerpo del chamán, más no había nadie que pudiera escucharlo, ya que los presentes intentaban contener a los rebeldes.