C: 5 - CAMBIOS

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Hogwarts-

-Apenas las clases del primer día en ese nuevo año escolar de Hogwarts habían terminado, Donker fue rápidamente a su Sala Común, subiendo las escaleras que lo llevaban a su habitación, en donde rápidamente se aseo y se cambio aquel uniforme por ropa cómoda, una que Barty le había ayudado a elegir y comprar en el Verano.

Así que después de estar listo, así como entro, el castaño salió de las mazmorras, claro, después de darle de comer a Cronos. Al llegar a los pasillos del castillo, el casi adolescente de la casa de Slytherin, se encontraba mentalmente ordenando sus ideas. Tenía muchas cosas que contarle a Dumbledore; iniciando con su Verano en El Caldero Chorreante. Siguiendo con su poco crecimiento que tuvo y terminando con el relato donde no pensó en matar a nadie esos meses... al menos no a alguien conocido.

Al llegar al tercer piso y quedar por din frente a aquella gárgola, Donker solo sonrió, mirándola con total confianza-

Donker: Pastel de limón. -expresó en voz baja, pero lo suficientemente audible para que las escaleras de caracol que lo llevaría a su destino, se mostraran-

-Donker empezó a subir escalón por escalón, pensando en que quizá debía iniciar aquel tema con el hecho de no haber asistido al Orfanato ese Verano. No quería mentirle al Director, después de todo, él había sido el responsable de liberarlo de ese horrible lugar que el joven tanto odiaba.

Al llegar a la puerta que abría el despacho de Dumbledore, tocó la puerta cuatro veces, como ya empezaba a ser costumbre en él cada que llegaba, pero las puertas no fueron abiertas. El castaño frunció el ceño, eso nunca había pasado. Normalmente Dumbledore ya estaba a esa hora en su despacho, esperándolo pacientemente para iniciar con sus platicas de cada fin de clases.

Volvió a tocar cuatro veces, pensando en que el hombre ya estaba empezando a envejecer de verdad y no había escuchado los golpes en su puerta. Pero después de largos segundos, que se hicieron minutos, nadie respondió a su llamado. La puerta permaneció cerrada.

Frustrado, Donker golpeó nuevamente aquella madera cuatro veces-

Donker: Profesor Dumbledore. -expresó un poco impaciente- Soy yo, Donker Riddle. Abra la maldita puerta, anciano. Vengo a platicar con usted. -tocó cuatro veces más-

-pero nada, ni siquiera un sonido del otro lado de la puerta. Derrotado, y sin querer armar revuelo que pudiera hacerlo ver como alguien destructivo, que era lo que menos quería, suspiró, sentándose en el escalón en donde iniciaba la escalera. Miró hacia abajo, observando como el final de aquel caracol mágico que lo ayudaba a subir, estaba increíblemente limpio. Observó la pared donde la gárgola debía estar, pero que estaba en el lado de los pasillos de Hogwarts. Siempre le resultó fascinante aquella pequeña obra de arte. Aun era increíble y sorprendente para él, a pesar de estar en segundo año, ver todo lo que el Colegio Hogwarts contenía. Aun la edificación le resultaba gratamente curiosa, los suelos, la comida, los seres, la magia. Todo le parecía algo nuevo, a pesar de ya conocer lo principal.

Pasaron al menos dos horas, dos horas en donde Donker permaneció sentado en un escalón de aquellas escaleras de caracol, con el pensamiento de que quizá el anciano estaba en algún asunto importante o simplemente no se encontraba en su despacho. Pero al ver como la puerta se abría y unas voces muy alegres se escucharon, el castaño se paro de inmediato, girandose para ver lo que sucedia. Frunció el ceño cuando vio a un niño azabache, de ojos verdes y lentes circulares, salir seguido de Dumbledore, quien estaba demasiado animado como nunca antes se había visto-

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