Capitulo 6

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Jimin

Jimin: Acabo de levantarme.

Yoongi: ¿De acuerdo?

Jimin: Estoy haciendo café.

Yoongi: Muy bien.

Jimin: Me estoy vistiendo para el día. ¿Ropa interior? CHEQUEADO.

Yoongi: Demasiada información.

Jimin: Daesoo está despierto.

Yoongi: Oh, bien.

Jimin: Se ha meado.

Yoongi: ¿En la cama

Jimin: No. En el baño. Sonaba como uno grande. Como cuando Austin Powers sale de estar congelado o lo que sea.

Yoongi: ¿Por qué me dices esto?

Jimin: Solo te mantengo informado de *¡todo lo que hacemos!*

Yoongi: Ya me arrepiento de haberte dicho eso.

Jimin: Oh, sólo estoy empezando.

Yoongi: Jimin.

Jimin: ¿Recuerdas aquella vez que me rogaste que me quedara?

***

―Vamos a volver a meter un poco en la bolsa ―dice Daesoo, de pie en una silla a mi lado en la encimera de la cocina mientras miramos el bol de mezcla para tortitas.

La mezcla para tortitas que ahora tiene más trocitos de chocolate que masa. No soy matemático, pero estoy bastante seguro de que esta proporción está mal.

Me olvidé de que las habilidades motoras de los niños no son super refinadas y la entrega de una bolsa de chispas de chocolate a Daesoo para poner a la masa, podría no haber sido el plan más estratégico que he hecho en mi vida.

―Amigo. No podemos volver a meterlos.

Se encoge de hombros, sin parecer triste por ello.

―Supongo que tendremos que comérnoslos.

Intento no reírme. Si no lo supiera, pensaría que lo hizo a propósito.

―Supongo. ―Acercamos su silla a la estufa y le leo el acta de motín sobre los elementos calientes, diciéndole que su padre me enterrará en algún campo de heno si dejo que se queme.

Se ríe y me dice que soy graciosísimo.

Nunca me he sentido tan genial como cuando salgo con un niño de cinco años.

Sobre todo cuando se sienta frente a mí en la mesa, se palmea la barriga con dedos pegajosos de chocolate y exclama―: ¡Puede que seas mejor cocinando que mi padre!

Lo señalo con el tenedor.

―No puedo esperar para decirle eso.

Sus pequeños ojos azules se abren cómicamente.

―No puedes decirle eso. Se pondrá triste.

―No te estreses, hombrecito ―le respondo, intentando no derretirme por lo tierno que es que esté tan preocupado por su padre―. Tu padre podrá soportar la pérdida.

Suspira profundamente y me mira expectante.

―¿Y ahora qué?

―Lo que quieras. ―Tomo mi plato mientras él toma el suyo y me lo da.

―¿Cualquier cosa?

Lo miro, enarcando una ceja.

―Casi cualquier cosa.

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