Capitulo 7

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Yoongi

Jimin: Siento haberte llamado odiador de personas.

Yoongi: Está bien.

Jimin: ¿Sabes qué fue lo primero que hice esta mañana?

Yoongi: Jimin, estoy trabajando. Si todo va bien, no hace falta que charlemos.

Jimin: Me he puesto las bragas.
Jimin: ¿Me estás ignorando?
Jimin: Me imaginé que estarías orgulloso. Primer día y no me estoy saltando todas las reglas.

Yoongi: Si te pago más, ¿dejarás de mandarme mensajes sobre esto?

Jimin: Probablemente no. No necesito el dinero. Simplemente me aburro con facilidad, y pinchar al oso es divertido.

***

―¿Cómo fue tu primer día? ―le pregunto a Jimin mientras corta una de las pechugas de pollo que preparó nada más entrar.

Fue una transición extraña. Es como si no se hubiera dado cuenta de que estaba fuera de servicio en cuanto entré en casa. Se ofreció a preparar la cena y lo fulminé con la mirada. Me encanta preparar la cena; es como me relajo al final del día. Es cuando puedo pasar tiempo con Daesoo.

Creo que esperaba que la mirada lo enviara corriendo a su habitación, pero lo único que hizo fue poner los ojos en blanco.

Ofrecerme a ayudar con la cena no es un crimen, y tengo que superar esa idea de que podré chasquear los dedos y hacer que desaparezca cuando entre por la puerta.

Es una sensación desconocida entrar en una casa en plena ebullición. Una en la que puedo escuchar las risitas de mi hijo y los tonos suaves y ásperos de Jimin.

―Tuvimos un gran día, ¿verdad, Daesoo? ―Jimin le sonríe y él le devuelve la sonrisa.

Está enamorado.

Cuando llegué a casa, estaban jugando a los dinosaurios fuera. Puedo decir sinceramente que nunca había escuchado a un doncel hacer los ruidos que hacía Jimin. Una combinación de graznido de ganso y rebuzno de burro, entremezclados con esa risa ligera y encantadora.

Iba dando pisotones con las manos cruzadas delante de él como esos pequeños brazos de T. rex.

Parecía loco y despreocupado. Y jodidamente hermoso.

―Aparte de jugar al Rancho de los Dinosaurios, ¿qué han hecho ustedes dos?.

―Nada ―dice Daesoo demasiado deprisa, y veo un destello de cabello cobrizo brillante cuando Jimin gira la cabeza en su dirección. Una ceja perfectamente cuidada se arquea hacia él.

Detecta muy bien las mentiras. Supongo que eso viene de trabajar con niños.
El mío es de vadear mierda todos los malditos días. Esos malditos vaqueros en el barracón. Mis hermanos. El drama del pueblo. Mi ex.

La única persona que no me agota es mi hermana pequeña Inha. Pero eso podría ser solo porque se mudó a la costa.

―No hemos hecho nada, Daesoo. ―Jimin corta una judía verde y yo intento no distraerme con la forma en que se la lleva a la boca.

―Nosotros... ―Mi hijo nos mira. Culpable de todo―. ¡Hicimos tortitas! ¡Con pepitas de chocolate! Montones y montones de trocitos de chocolate.

Jimin hace una mueca de dolor y vuelve a mirar su plato. Cuando levanta la vista y me atrapa mirándolo, dice―: ¿Qué? Dijiste que nada de azúcar después de cenar.

Sacudiendo la cabeza, vuelvo a centrar mi atención en Daesoo.

―¿Qué más.

―Nada... ―empieza él, justo cuando Jimin dice―: Compramos cabezas de lechuga y luego las tiramos por la ventanilla de mi Jeep.

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