Capitulo 4

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Jimin

Trago saliva cuando Daesoo introduce sus suaves deditos entre los míos. También trago saliva por la agitación que me produce la idea de que alguien -nada menos que un padre- no venga a visitar a un niño así.

El universo me bendijo con dos padres geniales. Unos que se arrastrarían por el cristal para llegar hasta mí. Quiero ser ese tipo de padre algún día. Feroz.
Intrépido.

Aspiro aire por la nariz y me recuerdo que no es asunto mío. Que no conozco toda la historia. Que tal vez haya una buena razón para lo que sea que esté pasando con su padre. Pero su voz es tan dulce, y su mano tan regordeta, y me ha estado partiendo de risa desde que anunció que su padre lleva calzoncillos y no bragas.

Me considero una persona a la que le gustan los niños, no en el sentido sensiblero y sentimental. No he pasado suficiente tiempo con ellos para saber con seguridad si lo soy. Normalmente les hablo como si fueran adultos. Pero después de años de camarero, conozco a la gente. Y no importa su edad, Daesoo es una persona genial.

Le doy un rápido apretón en la mano, que me devuelve casi al instante, y descorro la cortina de ramas para encontrarme con Jungkook y Yoongi sentados en dos sillas rojas que nos miran fijamente.

Las similitudes en su lenguaje corporal son imposibles de pasar por alto.

Pero donde Jungkook es todo sonrisas, Yoongi es todo ceño fruncido.

Todo brazos gruesos, pecho ancho y ceño fruncido. Porno vaquero con el ceño fruncido.

―¡Papá! ―llama Daesoo, corriendo hacia la cubierta―. ¿Me has visto?
¿Viste a Jimin? Escaló tan alto. Quiero aprender a subir tan alto. Tío Jungkook, ¿qué tan alto puedes escalar?

―¿Podemos no hacerle esa pregunta al temerario de esta familia?―murmura Yoongi, pero no mira a su hijo. No, sus ojos se clavan en mí.

Jungkook se levanta a mi lado.

―No lo sé, amigo. ¿Por qué no vamos a ver?

Daesoo rebota en su sitio.

―¿En serio?

―Por supuesto, hombrecito. ―Jungkook deja su lata de cerveza y camina descalzo por la cubierta mientras Daesoo se da la vuelta y corre de nuevo hacia el árbol―. ¡Vamos! Hay que dejar que el bandido de las bragas charle con Jimin.

―Jesucristo. ¿Ya te lo han contado? ―refunfuña Yoongi mientras una carcajada retumba en el pecho de Jungkook.

Los ojos de Yoongi se clavan en los míos y me muerdo el labio inferior para no sonreír mientras sigo caminando hacia él. Entonces baja la mirada y es como si no pudiera apartar los ojos de mi boca.

Aprieto los dientes hasta que casi me duele y dejo caer su intensa mirada.

A los pocos pasos, me acomodo en el asiento junto a Yoongi.

―No me convences, la verdad ―empiezo, aunque estoy casi seguro de que a este hombre le importa un carajo lo que piense de él― pero tu hijo es otra cosa.

Miro por el rabillo del ojo y no puedo evitar que se me muevan los labios al ver cómo frunce el ceño.

―Gracias ―acaba refunfuñando, claramente irritado conmigo, pero no lo suficiente como para ser grosero después de que le haga un cumplido. No hace falta ser un genio para darse cuenta de que lo que más le gusta a Min Yoongi es su hijo.

Mi conexión inmediata con Daesoo parece darme puntos por poder o algo así.

Agacho la barbilla, sin dejar de mirar a Jungkook y Daesoo al otro lado del patio. No quiero que mis ojos se detengan demasiado en Yoongi. Tiene un aspecto tan perra que podría reírme, o podría quedarme mirándolo más tiempo del apropiado. Porque habría que estar muerto para no disfrutar mirándolo. Tiene un aire intimidante. Como un profesor caliente y malo.

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