Capitulo 26

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Jimin



Taehyung: Siento que vivimos en el mismo pedazo de tierra y, sin embargo, no te he visto en absoluto.

Jimin: He estado ocupado.

Taehyung: ¿Con qué?

Jimin: Salvando caballos.

Taehyung: ¿Ah, sí?

Jimin: Tae, he salvado a tantos que bien podría abrir un centro de rescate.

Taehyung: Dios mío.

Jimin: ¿Sería legal que Yoongi me hiciera un recibo de donación benéfica para compensar mis impuestos?

Taehyung: Creo que te ha follado hasta dejarte estúpido, amigo.

***

Yoongi asoma la cabeza por la puerta de atrás y siento una oleada de mariposas en el pecho. Por la forma en que recorre el patio trasero, me doy cuenta de que me ha estado buscando.

―Hola ―es todo lo que digo desde el otro lado del jacuzzi, con el vapor flotando a mi alrededor. Estamos en pleno verano. Es agosto y las noches han refrescado. El aire me golpea el pecho y los hombros, pero el agua caliente y burbujeante me acaricia el cuerpo y ahuyenta el frío.

No tengo nada de frío. Sobre todo al ver a Yoongi salir al patio, descalzo, con unos finos pantalones de salón caídos, su característica camiseta negra abrazándole los bíceps y el pelo despeinado tras ducharse y tumbarse con Daesoo.

―¿Daesoo dormido?

―Sí. ―Sus ojos me recorren hambrientos―. Quise venir a buscarte antes, pero creo que me quedé dormido ahí.

―No pasa nada. He estado ocupado―le contesto, sin pasar por alto cómo ladea la cabeza y entrecierra los ojos.

―¿Sí? ¿Ocupado con qué?

―Pensando en lo de anoche ―respondo con descaro, estirando los brazos por encima de la cabeza mostrándole mi pecho desnudo.

El mismo al que no podía quitarle los ojos de encima la última vez que nos encontramos aquí juntos.

En lugar de acercarse a mí, apoya un hombro contra una gruesa viga de madera, aún de pie bajo la parte cubierta del patio. Cruza los brazos sobre el pecho y me mira como si no le afectara. Sin embargo, cuando mis ojos bajan por debajo de su cintura, sé que no es cierto.

―¿Qué parte? ―Su voz es un estruendo, un trueno que me recorre la piel y me llega al corazón.

―Bueno, empecé pensando en cómo me arrodillé por ti.

―Estás precioso de rodillas ―responde con suavidad. Mi corazón se acelera bajo su mirada. Recordar lo de anoche me pone los pelos de punta. ―Más hermoso cuando luchas por aguantarlo todo. Me encanta verte trabajar tan duro.

Una sonrisa tuerce mi boca.

―Me encanta ver esos perfectos botoncitos. Juega con ellos mientras me cuentas más sobre anoche.

No se mueve ni un milímetro, y yo intento armarme de valor para seguir porque, aunque he tenido buen sexo en mi vida, no he tenido nada como esto.

O alguien como Yoongi.

Mis dedos índice y pulgar me retuercen los pezones, y se me hace la voz entrecortada cuando digo―: Me gustó cuando viniste detrás de mí. Siento haberme ido antes de que terminaras de hablar.

Me parpadea, como si estuviera un poco sorprendido por lo que acabo de decirle.

―No tienes que disculparte, Red. No he enviado exactamente señales claras contigo.

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