Capítulo 1.

6 4 0
                                    

-¡No quiero volver a verte nunca más!

Esas fueron las últimas palabras que le dije a Álvaro, mi ex pareja, con el que llevaba ocho años, desde que yo tenía dieciséis.

Desde entonces han pasado varios meses, once o doce, ya casi ni lo recuerdo bien. Mi relación con él era una tortura, un horror, algo que no le desearía ni a mi peor enemigo. Le amaba, le quería más de lo que podía soportar por aquel entonces. Era una niña y había crecido a su lado, me había enseñado, éramos uno, siempre estábamos juntos, íbamos a todos lados, nuestra vida era en conjunto, yo solo quería estar con él y durante muchos años pensé que él sentía lo mismo que yo.

Claro que nunca fue así, o al menos no los últimos años. Por eso le dejé, había cambiado, ya no era el mismo o es que yo ya había abierto los ojos y empecé a ver quién era en realidad.

Me costó horrores dejarle, lo intenté en varias ocasiones pero siempre acababa volviendo, era demasiado dependiente y sentía que moría cada vez que no le tenía cerca, era horrible.

Hasta que un día cualquiera, un sábado, me levanté de la cama y me miré al espejo, había perdido aproximadamente diez kilos en los últimos meses y ahí lo supe, eso ya no era lo que quería.

Al principio me costó, no era capaz de dormir y lloraba desconsoladamente en las piernas de mi padre durante horas, creyendo que eso me calmaría, pero nunca lo hizo. Me calmó el tiempo, me curo que pasaran los días y poco a poco me sentía más libre. Eso me curo, pero desde luego que no fue quedarme meses encerrada en mi casa llorando y queriendo morirme.

Salí adelante, fue difícil, pero lo conseguí. Hoy en día ya no le pienso, ya tampoco le quiero y ya no lloro por él.

Claro que mentiría si dijera que no me sigue llamando y escribiendo, a pesar de que he cambiado de teléfono en varias ocasiones. Mi padre le ha pedido en más de una ocasión que se fuera de la puerta de mi casa porque se presentaba aquí mínimo dos días a la semana, hasta que intervino la policía.

Ahí entonces entendí que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde y eso es lo que le pasó a Álvaro conmigo.

Recuerdo como lloraba en nuestra relación cuando salía de fiesta y desaparecía durante días sin dar señales de vida, las noches llorando con ansiedad pensando en que podría estar haciendo, las llamadas de sus amigos contándome que se había estrellado con el coche borracho y mil cosas más. Luego supe donde estaba todos esos días que desaparecía, poniéndome los cuernos con unas y otras, así entretenía su tiempo mientras que yo no era capaz de pegar ojo en toda la noche.

Se volvió agresivo, todo el rato discutíamos, ya nunca me decía que me quería y siempre era yo quien tenía que pedir perdón cuando ni siquiera tenía culpa.

Pero ahora ya es tarde, a pesar de que él me sigue buscando yo tengo muy claro que jamás volvería a dejar que estuviera en mi vida, de ninguna manera. Para mí ya no es nada, no es nadie.

Aún guardo sus cosas, en una caja negra que tengo en la parte de arriba del armario de mi habitación. Algún día tendré que devolvérselas, porque hasta hace poco pensaba que teniéndolas aquí todavía, le mantendría conmigo. Estaba enferma y estaba enamorada, por eso pensaba ese tipo de cosas, ahora por suerte, solo deseo deshacerme de ellas y poder cerrar este capítulo de mi vida.

No me siento preparada del todo todavía para tenerle en frente y mirarle a la cara, aunque sean dos minutos. El simple hecho de tener que darle algo me repugna, aunque sea suyo. Pero es algo a lo que tendré que enfrentarme algún día, muy a mi pesar.

Una parte de mí, murió cuando Álvaro se fue de mi vida, nunca volví a ser la misma tampoco, supongo que cuando te hacen tanto daño, por más que lo intentes, nunca vuelves a ser la misma. Pierdes confianza, esencia y esperanza al mismo tiempo y hay cosas que nunca se pueden recuperar.

El dolor te hace más fuerte, te hace indestructible, pero yo no quería sufrir, yo no elegí ser fuerte, yo solo quería una historia de amor que acabaría en una residencia hablando con el amor de mi vida después de haber vivido una vida plena.

Creía en el amor, en el amor sano y verdadero, en ese que te cuentan en las películas, creía en él porque durante mucho tiempo lo tenía, disfruté de ese amor aunque luego resultó ser mentira. Ya no creo en nada de eso, ya no me importa si paso el resto de mi vida sola y sin nadie que me ame a mi lado, no quiero casarme y no quiero tener hijos. Todo eso dejó de importarme porque con la única persona que lo quería era con él, así que ya no tenía sentido seguir creyendo en el amor ni seguir queriendo una historia bonita cuando él ya no estaba, todo lo que tenía relación con el amor dejó de tener sentido.

La Saga Destino: Conocerte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora