Capítulo 29.

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Me despierta el horrible tono de llamada de mi teléfono, trayéndome de vuelta de mi profunda siesta tan agradable de la cual ya no puedo disfrutar. Agarro el móvil y le doy al botón de coger la llamada.

-¿Diga?-pregunto.

-Señorita Castro, soy Iván el dueño del local al que ha llamado usted hace unas horas.

-¡Si si! Dígame-digo incorporándome en la cama.

-Enhorabuena, es usted la nueva propietaria.

Me quedo mirando a la pared que tengo en frente, sin saber articular palabra, los ojos se me llenan de lágrimas, pero de una felicidad enorme. Hacia meses que no me sentía tan feliz por algo y no sé cómo reaccionar. Desde luego que si tuviese a ese hombre delante le daría un gran abrazo.

-¿Señorita Castro, está usted ahí?-me pregunta.

-Lo estoy, lo siento. Es que yo no sé qué decir...-digo.

-No se preocupe es normal, la espero mañana a las nueve para firmar todo y explicarle todo lo que necesite.

-Gracias señor, mil gracias.

Nos despedimos y cuelgo la llamada. Salto en la cama de felicidad y chillando con una alegría plena. No puedo creer como esto acaba de pasarme y me pellizco un par de veces para cerciorarme de no estar soñando.

Sigo gritando hasta quedarme sin voz y sonriendo hacia la foto de mi madre y mi hermano para que desde donde ellos estén puedan ver que por primera vez desde que no están conmigo, soy feliz. Por fin, después de tanto tiempo en la oscuridad empiezo a ver la luz al final del túnel, poco a poco empiezo a asomar la cabeza hacia aquello que tanto deseaba, la paz mental.

Este sentimiento es tan agradable que necesito compartirlo, necesito gritarlo al mundo entero.

"Enzo". Pienso.

Ahora mismo pienso en él, en las ganas que tengo que contarle todo esto y en lo mucho que me gustaría que se hubiese quedado aquí conmigo para enterarse de la noticia a la vez que yo.

Iré a verle, iré al ensayo a contárselo. Necesita saberlo y yo necesito que lo sepa.

No sé porque tengo esta necesidad tan grande de contárselo, supongo que será porque se ha molestado en acompañarme esta mañana a buscar locales y porque me ha visto hundida cuando me habían dicho que no podía quedarme con este maravilloso local. También porque se ha quedado a hacerme compañía para que me sintiese mejor y el mayor motivo, porque desde hace tan solo unos pocos días, se ha convertido en mi única compañía.

No sé bien en qué momento Enzo y yo empezamos a compartir nuestros días y momentos juntos de grandes conversaciones y algunos también de no hacer nada, no sé cómo ocurrió todo esto, solo sé que le tengo, por primera vez en mucho tiempo, tengo la sensación de tener a alguien al lado y no sentirme sola, no al menos tan sola como me sentía antes, antes de él.

Me pongo un vestido largo de algodón, con canalé fino y de color beige. Me calzo mis deportivas y cojo el bolso que he usado esta mañana. Me peino una coleta alta y salgo corriendo de casa para poder llegar a tiempo al ensayo y poder ver a Enzo.

La Saga Destino: Conocerte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora