Capítulo 25.

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Después de la gran cena que hemos disfrutado, Enzo me invitó y pagó él todo, yo le dije que pagaría el postre y nos fuimos a tomar un helado. No soy muy fan del dulce pero el helado de menta y chocolate me encanta así que me pareció una idea estupenda, él lo pidió de oreo y me ofreció probarlo, no me gustó, como la mayoría del resto de helados.

Ahora estamos caminando por el paseo de la Castellana, disfrutando del aire fresco y de lo bonita que está la ciudad llena de luces de las farolas y de los coches. Madrid tiene un encanto especial aunque no me termina de gustar del todo, siempre he preferido la tranquilidad de una ciudad costera, con sus grandes palmeras y sus largos paseos marítimos con olor a mar, o al menos así es como me lo he imagino, ya que nunca he tenido la suerte de poder ir, mis padres trabajaban mucho y nunca sacaron tiempo para llevarnos a Fran y a mí a unas vacaciones, siempre nos quedábamos en Madrid en verano mientras que el resto de nuestros compañeros nos contaban sus divertidas vacaciones. Supongo que una vida con padres como los míos tiene su lado bueno y su lado malo también.

Siempre he dicho que me encantaría el día de mañana poder vivir en la playa o al menos, cerca, a una hora como mucho en coche.

-¿En qué piensas?-me pregunta Enzo trayéndome de vuelta a la realidad.

-En el mar, en lo bonito que sería este paseo oyendo las olas y oliendo la sal con la humedad pegada en el cuerpo-digo mirando hacia el cielo oscuro.

-Hablas como si nunca lo hubieras hecho-dice parándose en seco.

-Así es, no he ido nunca a la playa-digo mirándole.

-¡Eso es horrible! Yo te llevaré, tienes que ir a verlo, es impresionante y precioso. Te llevaré-dice.

Lo miro y arqueo las cejas al ver su rostro alegre al decirme que me llevará a conocer el mar. No habla en serio, sé que es una forma de hablar y no importa, en algún momento de mi larga vida iré, tarde o temprano.

-Claro que sí galán, claro que sí...-le digo.

-Por cierto, me debes una respuesta-dice sentándose en el borde de una fuente.

-Cierto, te la debo. Bien...-digo sentándome a su lado.

Le miro y cojo aire para ser capaz de contar mi historia y mi vida sin derramar una lágrima en el intento.

-Todo empieza por Álvaro, mi ex novio, con el que estuve muchos años. Éramos una pareja envidiable y éramos felices hasta que empezó a cambiar y ser horriblemente cruel conmigo, llegó al punto de prohibirme casi pasar tiempo con mi familia y...-hago una pausa para secarme la lágrima que me cae por la mejilla pensando en la parte que viene ahora de la historia-Una noche, mi padre celebraba su cumpleaños en un restaurante y discutí con mi madre porque Álvaro me prohibió ir por una discusión. Mi madre y mi hermano se fueron enfadados de casa y cogieron la moto que le acaban de regalar a mi hermano por navidades, empezó a llover mucho y...

Enzo se da cuenta en seguida de lo que pasa y se acerca más a mí para poder abrazarme y apoyar mi cabeza en su hombro. No contengo las lágrimas y jadeo fuerte en su hombro.

-Yo les maté, fue mi culpa...Yo maté a las personas que más quería en esta vida. Fui yo...-digo llorando.

-No es tu culpa Irina, tú no mataste a nadie. Fue un accidente trágico que arrebató sus vidas, pero no es culpa tuya, quizás estaba en el destino que sucediese así y no se podía hacer nada por evitarlo. Quizás si hubieses ido con ellos ahora no podrías contar esta historia porque te hubiera pasado a ti también-dice acariciando mi cabeza.

-El destino no existe Enzo, murieron por coger esa moto al no ir yo, si hubiéramos ido en coche no hubiese pasado nada, pero es cierto, yo también morí aquella noche, al menos la Irina que yo era antes murió-digo recordando todo lo que tuve que pasar.

-Me hubiera encantado conocer esa versión tuya de la que me hablas, estoy seguro de que a ellos les gustaría saber que sigues siendo como antes-me dice.

-Ya no queda nada de esa chica que yo era, absolutamente nada. Por dios Enzo, si hubieras visto lo feliz que era, los chistes malos que contaba y las ganas de vivir que tenía...-digo añorando esa parte de mí.

-Podríamos intentar traerla de vuelta, a ver cuéntame un chiste, soy todo oídos-dice.

Doy un golpe en su brazo en forma de broma y me seco la cara que tengo llena de lágrimas. Después ambos nos levantamos y caminamos hacia nuestras casas.

-¿Quieres quedarte a pasar la noche?-me pregunta.

-Será mejor que no, me iré a casa, mañana quiero levantarme temprano, sobre las nueve, para ir a buscar locales que se alquilen o se vendan, pero te agradezco la invitación, de veras-le digo.

-Vale, como quieras, hablamos entonces, que tengas dulces sueños-me dice.

Le dejo en su portal y camino por Gran Vía dirección a mi casa. Creo que me ha venido bien liberarme y poder expresar mi historia a una persona que a penas conozco y que me ha escuchado atento y sin juzgar absolutamente nada. Quizás tenga razón en que debería abrirme más y dejar salir mis pensamientos y emociones, pero me cuesta demasiado hablar sobre mi pasado. Tengo una coraza demasiado grande, muchos pensarían que solo me hace más daño, pero yo siento que me protege de volver a sufrir.

La Saga Destino: Conocerte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora