Capítulo 42.

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El resto de los días fueron increíbles también. El sábado fuimos a pasar el día a la playa, estuvimos haciendo castillos de arena y alquilamos un tobogán de pedales con el que nos fuimos a navegar todo lo que nos fue posible antes de cansarnos y quemarnos con el sol. Pasamos tanto tiempo a solas que hablamos de miles de cosas, Enzo me contó cosas íntimas de su infancia, lo mucho que le gustaba jugar al fútbol y que todas las tardes merendaba un bocata de chocolate, también que tuvo un perro al que llamó Charlie el cual murió con diez años por una enfermedad del corazón.

Yo le conté mis vivencias con mi hermano, como nos gustaba jugar en una casa del árbol que había en un parque donde jugábamos de niños y lo mucho que lloramos cuando lo derrumbaron, también le he contado la maravillosa costumbre que tengo de mirar la luna y las estrellas todas las noches. Por no olvidar también lo mucho que me gustaba tumbarme en el suelo a ver como mi padre leía sus guiones aunque a mí no me gustase ese mundo.

Luego ambos hablamos de planes de futuro, le dije lo mucho que me gustaría vivir en un lugar de playa, fuera de la ciudad, en una pequeña casa de madera, oliendo el mar y viendo las olas todas las mañanas al desayunar, viendo mientras como mi perro al que llamaría Salem jugaba en mi precioso jardín y con la mente tranquila por tener varias tiendas de mi negocio.

Sueños idiotas por mi parte, ya que a veces siento que ni siquiera me funcionará solo tener una tienda abierta en Madrid.

Enzo me ha dicho que sus planes de futuro son bastantes diferentes, que a él le encantaría triunfar en el mundo del cine, que le encantaría vivir en una gran ciudad fuera de España y que le encantaría ver todos los días a la multitud de gente de la ciudad, pero me alegro que me dijese que vendría de visita a mi pequeña casa de la playa.

Quién sabe lo que pasará en un futuro, cuando ni siquiera sé lo que está pasando en mi presente.

Después fuimos a cenar a una marisquería del puerto de Valencia, donde se podía oler el pescado recién sacado del mar y donde solo sonaba el ruido de las olas golpeando las rocas. Fue una velada estupenda.

El domingo nos hizo un mal día, ya que llovió durante todo el tiempo. Compramos un paraguas que Enzo cargó todo el día con él para no mojarnos.

Me recordó bastante a cuando nos conocimos, ese día llovía muchísimo en Madrid y sin saber que debíamos agradecer a la lluvia por la amistad que nos daría en un futuro, caminamos a mi casa sin saber también que esa sería la primera noche que compartiría con un hombre que no era Álvaro.

Después, cuando paró un poco la lluvia, cogimos de nuevo la moto para volver a Madrid, con más miedo que otra cosa me agarré a Enzo y cerré los ojos por el miedo que me daba que condujésemos con tanta lluvia y tantas horas hasta Madrid.

Ahora, vuelvo a estar en mi cama y en Madrid, recordando cada momento de los que hemos compartido en Valencia siendo tan felices y con tanta soledad.

Me hubiese encantado que este finde semana durase para siempre, eternamente y que no se hubiese terminado nunca.

La compañía de Enzo es siempre la mejor opción que últimamente tengo. Siempre voy a querer estar con él, aunque haya estado tres días seguidos juntos, siempre se me va a hacer corto, siempre voy a querer más tiempo.

Creo que es la única persona en el mundo que me entiende y que comparte mis mismas opiniones y pasiones. Es mi mayor apoyo ahora mismo y sin duda alguna, el mejor amigo que se puede tener en esta vida.

Soy afortunada de tener a una persona como Enzo, lo soy. Y me gustaría hacérselo saber, demostrarle mi gratitud, hacerle saber lo importante que es para mí.

La Saga Destino: Conocerte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora