Capítulo 22.

5 4 0
                                    

Llevo dos días pensando en la charla con mi padre, en mi discusión si es que se puede llamar así con Enzo y en todo lo que se me ha pasado por la cabeza estos días.

No he intentado ponerme en contacto con él, ni tampoco ha sido así por su parte. Mi padre no ha querido responder a las preguntas que le he hecho, solo me decía que debería ser yo quien diese el paso y preguntarle al propio Enzo qué tal estaba y pedirle perdón por mi actitud, tiene razón, pero soy demasiado orgullosa para hacer eso.

Enzo no es mi amigo, ni mucho menos. No se puede considerar "amigo" a alguien que apenas conoces, pero sí que disfrutaba de su compañía cuando estábamos juntos, veía en él a una persona transparente y buena y eso es lo que más me gustaba de pasar tiempo hablando con él, que podía sentirme segura. Nunca le conté nada sobre mí, salvo mi comida y película favorita, pero creo que a pesar de eso de una forma u otra, empezaba a conocerme, supongo que por eso me dijo aquello esa noche y por eso yo también me enfadé, porque odiaba que hasta alguien que no me conoce pueda llegar a ver todo el dolor que hay dentro de mí.

En más de una ocasión he tenido el teléfono en la mano para llamarle y pedirle perdón, pero al final siempre acababa dejándolo en la cama y volvía a tumbarme a mirar hacia el techo.

Sé que compartimos pocos momentos juntos, pero fueron intensos. Cortos pero sinceros, eso también lo valoro mucho, que a pesar de no saber nada el uno del otro éramos capaces de entendernos y buscar un punto común entre los dos donde nos encontrábamos a gusto el uno con el otro.

Me gustaría ser su amiga quizás, pero debería esforzarme demasiado y tendría que dejar de ser yo misma solo por intentar encajar con él y no sé si estoy preparada para dejar todo lo que soy atrás, no me veo pasando página en todos los sentidos de mi vida y tampoco me veo socializando más de la cuenta con alguien hasta el punto de que se convierta en mí alguno. Pero...Si tan solo supiera que él estaría dispuesto a conformarse con esto, yo sería capaz de intentarlo al menos, pero nunca lo sabré, porque yo no pienso llamarle.

Mi padre golpea la puerta de mi habitación y entra una vez le doy permiso para que lo haga.

-¿Qué pasa?-le pregunto desde la cama.

-Oh mírate, estás hecha una pena, deberías de darte una ducha y cambiarte antes de salir.

-¿Salir a dónde?-le pregunto.

-Que te duches-dice de nuevo.

Cierra la puerta de mi habitación y salgo detrás suya con la intriga.

-Enzo...

Digo casi sin saber que más decir mirando como el culpable de mis quebraderos de cabeza está en mi casa, al lado de mi padre y enfrente mía.

Lleva un pantalón blanco y una camiseta de tirantes negra. El pelo despeinado como siempre y en su cara está esa gran sonrisa que parece no irse nunca, a pesar de lo enfadado o triste que pueda estar.

-Hola, ¿tienes planes?-me pregunta.

Lo miro extrañada, sin entender a qué viene todo esto y mirando a mi padre en busca de respuestas, que no consigo obtener.

-No, no tengo planes-respondo.

-¿Te vistes y nos vamos?

-¿Por qué no pasas a mi habitación? No tengo muchas ganas de salir ahora, sinceramente.

Enzo mira a mi padre pidiéndole permiso para poder entrar y mi padre le sonríe y asiente con la cabeza en modo de respuesta.

Caminamos hacia la habitación y Enzo cierra la puerta una vez entra. Nos sentamos en la cama y le miro esperando a que diga algo, lo que sea.

-¿Cómo estás?-me pregunta.

-Déjate de preguntas absurdas y dime que haces aquí-le digo colocándome en la cama para estar más cómoda.

-Quería verte y también quería pedirte perdón, tenías razón con lo que me dijiste, no soy quien a juzgarte ni a decirte nada, no volveré a hacerlo, pero por favor, déjame que vuelva a intentar ser tu amigo-me dice.

-No te prometo nada Enzo, pero si esto es una tregua y un empiece de una amistad entre nosotros, debes saber cosas sobre mí antes y ya después, decides-le advierto.

-Estoy deseando saberlo todo-me dice.

-Soy inestable, tengo más miedos que cualquier persona de este mundo, tengo inseguridades y tengo sentimientos de culpa que en algún momento te contaré, pero soy así y no puedo cambiar. Así que eres libre de irte ahora mismo si quieres-digo agachando la cabeza.

Enzo coge mi mano con la suya y con la otra me agarra la barbilla para que le mire.

-No voy a irme a ninguna parte.

Le sonrío y me vuelvo a sentir en paz conmigo misma, me acabo de quitar un peso de encima al avisar a Enzo antes de que vuelva a pasar algo malo entre nosotros o de que yo me vuelva a ver en una situación que no sé gestionar.

-¿Puedes quedarte aquí conmigo hoy? Solo por un rato, antes de que sea la hora de cenar puedes irte, pero no me apetece estar sola-le digo.

-Me quedo contigo el tiempo que quieras Irina, lo que necesites.

Me tumbo en la cama y Enzo se sienta a mi lado. Tener su presencia aquí y saber que hemos hecho las paces me hace tener una paz mental que me estaba costando tener estos dos días sin él.

¿Cómo es posible que una persona que apenas conozco sea capaz de darme cosas que llevo buscando durante mucho tiempo? Supongo que no hay respuesta lógica para ello. Hace tiempo leí que las almas son capaces de conectar antes que las personas, que los cerebros se conocen mucho antes de empezar una conversación y que hay corazones que laten a ritmos idénticos sin saberlo, yo no me creía nada de eso hasta ahora, que parece que empiezo a descubrir que no es tan descabellado que dos personas puedan conectar con solo tener un par de palabras.

¿Será eso lo que hay entre Enzo y yo? ¿Una conexión entre dos personas que están empezando a compartir momentos juntos? No lo sé y tampoco quiero saberlo ahora mismo. Sea lo que sea, todo esto es una locura que cuanto más lo piense, más extraña me parece. Pero aquí estamos, en mi cama, con un silencio para nada incómodo y mirando al techo sin tener que mantener una conversación para sentirnos a gusto.

La Saga Destino: Conocerte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora