Capítulo 21.

5 4 0
                                    

Llegamos al piso de Enzo, no está tan lejos como yo pensaba de mi casa, de hecho está en el centro de la ciudad, en la mismísima Gran Vía. Es un ático, pequeño y sencillo pero bonito y acogedor. Todo es en tonos blancos y es un loft, tiene todo junto menos el baño que es independiente del resto de la casa.

Dejo mi bolso en el perchero que tiene justo en la entrada y cojo la confianza de quitarme las zapatillas y dejarlas en el mismo sitio pero en el suelo.

-¿Te apetece algo en concreto de cena?-me pregunta mientras se quita también las zapatillas.

-De hecho, si. Podríamos pedir comida japonesa, es mi favorita, sobre todo el sushi-digo mordiendo mi labio inferior.

Enzo coge su teléfono y busca restaurantes cercanos que estén disponibles para traer a domicilio. Nos sentamos en el sofá y escogemos lo que nos gusta de la carta que tiene el local.

-Pensemos una película para ver mientras que viene la cena-le digo a Enzo.

-¿Quieres ver Grease?-me pregunta sonriendo.

-¡No! No voy a hacer la vuelvas a ver tan seguido, quiero que me pongas tu película favorita, es justo que si tú conoces la mía yo también lo haga-le explico.

-Mi película favorita es Aladdin, es una película maravillosa y con una historia de amor increíble-me dice.

-¿Me lo estás diciendo en serio?-le pregunto extrañada.

-Claro. ¿Por qué te sorprende?

-No tienes pinta de que te gusten las películas infantiles y además tampoco tienes pinta de ser un gran romántico-le digo.

-En realidad, soy muy romántico, pero no lo sabes ni lo sabrás nunca porque te niegas a querer a nadie y no te culpo, supongo que te han hecho daño en el pasado y eso es difícil de sanar-me dice.

Me quedo mirándole, enfadada por escuchar sus palabras, las verdades duelen y las suyas acaban de matarme por dentro. No me conoce y no es quien a juzgarme de ninguna forma, no sabe nada de mí y el haber dejado que entrase en mi vida ha sido un completo error.

-¡No vuelvas a decirme nada así! No tienes derecho a juzgarme, no me conoces una mierda-digo levantándome del sofá y caminando hacia la puerta para irme.

Se levanta detrás mía y consigue alcanzarme. Agarra mi mano y me hace frenar en seco.

-Lo siento, yo no quería ser tan duro ni meterme en tus asuntos personales. Tienes razón, no te conozco pero me gustaría hacerlo, pero también me confundes, porque hace unas horas estás tumbada en mi abdomen mirando las nubes y ahora me gritas y te enfadas, no tiene sentido nada de esto-me dice aún agarrando mi mano.

No sé qué decirle y solo le miro, mientras que noto como los ojos se me llenan de lágrimas. No estoy acostumbrada a que alguien me diga este tipo de cosas ni a que sean tan duros conmigo, quizás es lo que necesitaba, un golpe de realidad.

-Mira Enzo, yo...No sé qué decir, lo siento no soy una persona de buenas palabras y no sé hablar de mis sentimientos, así que esta conversación es absurda. Será mejor que te distancies de mí y no volvamos a vernos-digo soltando su mano.

Cojo mi bolso y mis zapatillas antes de que pueda llegar a decirme algo, antes de que diga algo que pueda convencerme o antes de que me arrepienta, tengo que irme ya o si no, puede ser que no quiera irme si pasa un minuto más.

Salgo de su casa y me encuentro con el repartidor del sushi.

-Es en esa puerta-digo señalando la casa de Enzo.

Continúo mi camino hacia mi casa, sin pensar en nada y andando por Gran Vía, rodeada de gente y deseando llegar a mi cama para meterme ahí y no volver a salir.

La he cagado, hasta el fondo y lo sé, pero así soy yo y este es uno de los motivos por los cuales no quiero que nadie entre en mi vida, porque soy dañina y lo único que hago es alejar a la gente con mis actitudes de mierda y mis cambios de humor repentinos. No soy capaz de mantenerme feliz y bien por más de unas horas y Enzo no se merece esto. Nadie se lo merece.

Entro por la puerta de mi casa hecha un mar de lágrimas y veo que mi padre está justo enfrente mía, asustado y preocupado al verme.

-¿Qué ha pasado?-me pregunta.

Corro hacia sus brazos para abrazarle y seguir llorando apoyada en su pecho. Necesito calor humano y sentirme protegida por alguien.

-Cuéntame, ¿es por Álvaro?-me pregunta mi padre.

-No papá, no es por él. Es Enzo...-digo.

-¿Enzo está bien?-me pregunta preocupado.

-La he cagado, le he dejado solo en su casa con la palabra en la boca después de que me dijese verdades que me han dolido...-digo sollozando.

-Pero cariño, apenas os conocíais, no hay nada que él pueda decirte que te haga daño. Es un gran chico de verdad que lo es, pero no tienes porque llorar por alguien que apenas conoces-me dice intentado tranquilizarme.

-Papá no lo entiendes, no es por Enzo por quien lloro, es por mí y por mi forma de ser, esto solo es el claro ejemplo de que nunca voy a poder conocer a alguien nuevo porque no soy capaz de mantener a las personas en mi vida, tengo miedo a sufrir y tengo un sentimiento de culpa constante en mi cabeza.

Mi padre me acaricia la cabeza y me dice palabras tranquilizadoras.

-¿Por qué no le llamas mañana y le cuentas esto que me estás diciendo a mí? Quizás si Enzo quiere ser tu amigo de verdad entenderá lo que te pasa y estará dispuesto a ayudarte.

-Es que yo no quiero que nadie tenga que cargar con la responsabilidad de ayudarme papá, no quiero la ayuda de nadie.

-Entonces, tendrás que ayudarte a ti misma y no acercarte a nadie más en tu vida, pero esa vida es muy triste cielo y no quiero eso para ti.

La Saga Destino: Conocerte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora