La Saga Destino: Conocerte.

Capítulo 6.

Anoche mi padre llegó tarde de trabajar, me estuvo contando que la obra que está preparando es "Romeo y Julieta" y que es un gran trabajo porque quiere hacerla a la perfección ya que era la historia favorita de mi madre.

Me gusta pensar que cada movimiento que hace mi padre en su trabajo o en su vida lo hace pensando en su familia y en la gente que quiere, aunque su vocación por el teatro y el cine sea grande, su amor por nosotros lo es aún más.

Mi padre es un hombre de 50 años, yo nací cuando él tenía tan solo 27 años y estaba en el momento de más fama en su carrera. Mi nacimiento le hizo replantearse muchas cosas y una de ellas fue si debía dejar de ser actor para convertirse en profesor de teatro y no tener que viajar tanto para poder estar más tiempo con mi hermano y conmigo.

Siempre he dicho que mi padre desprende una ternura increíble, no se si será por su pelo ya casi blanquecino por las canas, por su pequeña estatura y su gran barriga con la que yo jugaba de pequeña o por esas gafas que le hacen parecer tan inteligente y realzan sus grandes ojos azules, tan parecidos como el mismísimo cielo.

Entiendo que mi padre tenga el cariño y el respeto de todo aquel que lo conoce, es un hombre amable, la persona menos egoísta del mundo, siempre tiene tiempo para aquellos que lo necesitan, aunque ni siquiera tenga tiempo para él. Admiro su fuerza y su valentía para saber enfrentarse contra todo en la vida, eso me diferencia de él. Creo que en lo único que me parezco a él, es en el aprendizaje doloroso que la vida nos ha hecho pasar, quitando eso, somos dos polos opuestos, por eso encajamos tan bien.

No compartimos los mismos gustos tampoco, yo odio el teatro y él es un gran apasionado, pero a pesar de todas esas diferencias que hay entre ambos, siempre me ha gustado escucharle hablar de ello, de cómo se trabajó su futuro desde niño y todo lo que le costó ser quien es hoy en día. A los 6 años empecé a pasar más tiempo con él, me llevaba al campo y a la montaña y ahí me contaba sus historias. Con mi madre siempre fui muy cercana, pero con el paso de los años me iba haciendo más amiga de mi padre y pasaba más tiempo con él, mi hermano en cambio siempre fue el ojo derecho de mi madre, ambos compartían la pasión por la medicina y hablaban durante horas tumbados en el suelo del salón de casa, leían libros de medicina y se imaginaban escenarios de ambos trabajando juntos el día de mañana.

Fran estudiaba medicina, era un apasionado y era capaz de no salir de su habitación durante días con tal de sumergirse en los cientos de libros que mi madre le prestaba, los que la habían ayudado a ella en su carrera.

Éramos una familia feliz, es cierto, envidiable quizás, porque siempre estábamos juntos, a donde iba uno, los otros le seguían. Todos nos apoyábamos y nos queríamos, nos encantaba pasar horas y horas jugando a juegos de mesa o hablando de cómo sería el futuro mío y de mi hermano Fran.

Cuando empecé a querer abrir mi negocio, mi madre fue la que habló con mi padre para que llegase a entender que yo no compartía su pasión ni quería dedicarme como él al cine ni al teatro. Valoré muchísimo que ambos me apoyasen y que mi padre no se tomase tan mal como yo esperaba mi decisión.

Fran y yo siempre fuimos uña y carne, era mi hermano mayor, pero también era mi mejor amigo, mi consejero y la única persona en el mundo que sabía que jamás me juzgaría. No recuerdo ni una sola vez en toda mi vida que hayamos discutido o nos hayamos peleado, siempre nos dábamos cariño y respeto y esa era nuestra base principal en nuestra relación, que nos queríamos tanto que nos era imposible decirnos tan solo una cosa mala. Desearía que todo el mundo hubiera tenido un hermano como Fran, un ser tan lleno de luz y magia que era capaz de alegrarle el día a una persona tan solo con sonreír. Eso hacía conmigo siempre, cuando sabía que no había tenido un buen día, simplemente se tumbaba conmigo en la cama y me sonreía, era su forma de decirme que no estaba sola, que le tenía a él y con eso, ya era tenerlo todo.