Capítulo 34.

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(Capítulo narrado por Enzo)

Ayer fue un día largo. Irina tuvo la firma del local y empezaron todos los papeleos del cambio de dueño. Obviamente, yo estuve allí con ella, no iba a dejarla sola en un día tan importante y además, yo quería ir a acompañarla y ver lo feliz que estaría mientras firmaba todos aquellos papeles. Antes de ir llamé al dueño anterior para pedirle por favor que no dijera nada sobre mí, que quería mantener el secreto y que no podía contarle nada a Irina de todo esto.

Después fuimos al local e Irina me estuvo contando como quería decorar todo. Quería que las paredes fueran rosas de dos tonos, a rayas, que de las paredes colgasen grandes enredaderas y que en cada esquina hubiese un farolillo de luz. También quiere poner uñas largas y extravagantes doradas cortinas como si fueran de un palacio en la zona de los probadores. Unos sillones de terciopelo negros en el centro de la tienda para que los clientes esperen sentados y por último, lo que más me gusta de todo un gran cuadro de la torre Eiffel de Paris en la pared de la zona de caja.

Me he ofrecido a ayudarla con todo esto, no quiero que lo haga sola, sé que tiene a su padre y que tiene a su amiga Lucía para ayudarla, pero yo también quería formar parte de todo este proyecto y del proceso tan largo que conllevará hacerlo. En el fondo y aunque ella no lo sepa, formo parte de todo esto desde el momento en el que llamé al anterior dueño y le ofrecí el doble de dinero, pero eso para mí es insignificante, yo lo que de verdad quiero es pasar tiempo con Irina decorando ese local que es tan importante para ella, nada más.

Sonreía tanto ayer que era imposible no quedarse embobado mirándola, parecía una niña de cinco años cuando ve por primera vez su juguete favorito debajo del árbol en Navidad. Y así es como me gusta, así es como quiero que se sienta, feliz y llena de luz. Porque eso es lo que se merece y yo se lo quiero dar, aún sin obtener nada a cambio, mi mejor recompensa siempre será verla feliz.

Después de todo el tema del papeleo, nos fuimos a comer a un bar cerca del parque del retiro. Durante toda la comida Irina no se mantuvo callada en ningún momento y era agradable verla así, cuando normalmente es una persona bastante callada. Comimos una mariscada, que estaba riquísima por cierto y después comimos un helado en una de las heladerías más famosas de Madrid mientras dábamos un paseo por el retiro, viendo flores, plantas y árboles. Pasamos todo el día juntos, por lo que tuvimos mucho tiempo para hablar.

Me contó acerca de ese tal Álvaro, su ex novio, el cual odio por hacerla tanto daño y haber destruido la esencia que tanto añora Irina. Me habló acerca de su hermano, el cual parecía un tipo fantástico y al que me hubiera encantado conocer. Por supuesto que me dijo también lo maravillosa que era su madre y cuánto la echaba de menos todos los días.

Yo la hablé de mi pasado más a fondo, de todas esas cosas terribles que hice cuando era crío. De todo lo que robaba para comprar después cigarrillos y botellas de alcohol para irme de fiesta con amigos, de todas las peleas en las que me metí y de todas aquellas chicas que conocí en el pasado, con las que nunca tuve nada pero me encanta saber que se morían por mí.

Odio tanto a esa persona que fui en el pasado, a ese chico hueco y sin sentimiento alguno, con mala cabeza y con un horrible comportamiento. Hasta que el señor Castro me encontró y me ofreció la oportunidad de cambiar, fue ahí cuando supe, que la vida era mucho más que todas esas fiestas y peleas, que yo era mucho más que aquel joven rebelde buscando líos todos los días, supe que la vida me tenía preparado algo muy bonito si era capaz de aprovecharlo y entonces, la conocí a ella, a Irina. Y entonces lo supe, todo había merecido la pena, cada cosa horrible que había hecho, tenía un sentido y cuando la vi por primera vez lo supe, Irina era lo que la vida me tenía preparado.

La vida quería reírse de mí poniéndome delante a la mejor chica que he podido conocer y haciendo que me enamorase de ella y no fuese correspondido. Ese era mi karma, ese ha sido siempre mi destino, conocerla.

No sé lo que es el amor, pero de lo único que estoy seguro es que debe parecerse a lo que yo siento por ella, debe ser algo así, porque nunca antes había sentido nada parecido.

Echo de menos a mis padres, cada día que pasa pienso en llamarles o en escribirles, pero siempre acabo arrepintiéndome y dejándolo a medias. El miedo me supera y la reacción de ellos me aterra. Ni si quiera tengo contacto por cosas importantes o por el dinero que su empresa me genera a mí. Esto no lo sabe nadie, salvo el señor Castro e Irina, a la cual he contado solo algunas cosas.

La Saga Destino: Conocerte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora