Mientras que Enzo se ducha, yo hago lo mismo. Necesitaba notar el agua caliente, estaba helada de frío y tenía que entrar en calor.
En cuanto termino de ducharme dejo mi pelo suelto para que se seque y cojo una camiseta negra larga que suelo usar de pijama. Salgo de mi habitación para ir al salón a ver si Enzo ya ha terminado.
-¡Lo siento!-digo cerrando los ojos como acto reflejo.
Estaba sin camiseta, en el salón de mi casa y con solo puestos unos calzoncillos que había nuevos en el cajón de mi padre de color gris.
-No te preocupes. Estás en tu casa el fallo ha sido mío por vestirme aquí, perdona es que necesitaba un poco más de espacio.
-Claro, no pasa nada.
Mi teléfono empieza a sonar y veo que es mi padre que me está llamando.
-¡No hables!-le digo a Enzo antes de coger la llamada.
Cojo la llamada.
-¡Hola papá!-digo nerviosa.
-Vaya que feliz estás, te noto contenta, eso es que ha ido bien en la clase hoy, ¿verdad?-me pregunta.
-Claro, son todos muy simpáticos-digo mirando a Enzo nerviosa.
-Me alegro cariño. Escucha, no puedo ir a dormir hoy a casa, se me hace tarde y voy a quedarme por aquí-me dice.
-Claro papá, no hay problema, descansa y ya mañana me llamas cuando vayas a venir, adiós-digo.
-Te quiero cielo, gracias por todo.
Cuelgo la llamada y dejo el teléfono en la mesita del salón. Miro a Enzo que ya por fin está vestido y me sonríe tímidamente.
-Bueno, tengo que irme, te devolveré la ropa de tu padre, lavada y planchada-me dice.
-No te preocupes, estoy segura de que no querrá compartir calzoncillos contigo y además, ni se dará cuenta de que le falta ropa, seguro-le digo sonriendo.
-Bueno, gracias entonces, por todo-me dice.
-Gracias a ti.
Veo como se aleja hacia la puerta y también a la vez veo que sigue lloviendo mucho.
Niego con la cabeza mientras que me arrepiento antes de decir lo que creo que voy a decir, pero me da pena que se vaya con este tiempo y si le pasase algo me sentiría culpable.
-¿Quieres quedarte hasta que pare de llover?-le pregunto.
Justo con la mano puesta en la puerta gira su cabeza para mirarme.
-Creo que ya has hecho bastante por mí hoy y además por lo poco que conozco de ti, creo que se te está acabando la batería social-dice sonriendo.
-No te preocupes, prefiero la soledad pero tu compañía no es del todo desagradable. Podemos hacer algo de cena y ver una película si quieres, solo hasta que deje de llover y puedas irte, ¿vale?.
-Vale, ¿qué propones de cena?-me pregunta acercándose a mí después de dejar sus cosas en el perchero del pasillo.
-¿Te gusta la pizza? Tengo unas bases para hacer pizza casera y se me había ocurrido que podíamos hacer eso, si quieres.
-Me encanta, es una idea espectacular.
Ambos caminamos a la cocina y mientras que Enzo extiende el tomate sobre las bases de harina, yo busco ingredientes como queso, jamón y bacon para terminar de prepararlas.
-¡Cuidado!-me grita Enzo a la que me estoy dando la vuelta.
Me choco con él y la cuchara llena de tomate que sujeta en su mano acaba restregándose por mi cara, manchándome desde la frente hasta la nariz.
-Lo siento mucho-me dice.
Arrastro mi dedo por el tomate de mi cara y se lo unto a él en la suya en muestra de venganza.
Su reacción me sorprende puesto que empieza a reírse, con una de las risas más bonitas que he oído en mi vida, es una risa sincera, grave y contagiosa, lo que hace que yo empiece a reírme de la situación.
-Vale, creo que deberíamos limpiarnos y seguir cocinando-digo entre risas mientras mojo un trapo para limpiarme.
-Espera, te ayudo-me dice mientras me quita el trapo de la mano.
Comienza a limpiarme suavemente la cara y yo no hago nada, solo le miro a los ojos, dándome cuenta de que es más guapo que lo que había visto antes en el teatro.
-¿Qué haces?-digo quitando el trapo de su mano.
No quiero muestras de cariño, tampoco contacto físico de un hombre ni de nadie, por lo que me aparto y me termino de limpiar yo sola.
-Perdona, yo solo quería ayudarte-dice.
-Está bien así, gracias-digo.
Enzo se queda mirándome y yo dejo el trapo de nuevo en su sitio para que él también pueda limpiarse. Meto las pizzas en el horno después de terminar de adornarlas y de haber convertido un momento en el cual me sentía a gusto en uno demasiado incómodo hasta para mí.
Enzo se sienta en una de las sillas de la cocina y yo me siento en la encimera.
-Perdona por mi actitud, es que yo...
-No tienes que pedir perdón, ni darme explicaciones de nada, siento haberme tomado la confianza de hacer eso, está bien, tranquila-me dice cortando mis palabras.
ESTÁS LEYENDO
La Saga Destino: Conocerte.
RomanceEl destino es caprichoso, todos lo sabemos, por eso cuando algo está destinado a ocurrir no se puede hacer nada contra ello y eso es algo que Irina tendrá que aprender a pesar de su lucha constante por intentar cambiarlo. Cuando el amor y el destino...