Capítulo 35.

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Hoy no veré a Enzo, tengo otros planes los cuales me interesan solucionar y arreglar antes. No sé si haré bien o si quizás más tarde me arrepienta de ello, pero lo único que tengo claro, es que si no lo hago, me arrepentiré más de ello y me dolerá el alma de seguir permitiendo esta situación cuando soy consciente de ella.

Debo hacer algo, siento que es lo mínimo que podría hacer en una situación como esta.

Miro la fotografía tomada desde mi móvil para poner la dirección en mi GPS para conducir hasta allí.

Hacía mucho tiempo que no conducía, que no veía a mi precioso coche, mi gran Evoque color rosa palo. El coche que me regalaron mis padres cuando aprobé el carnet de conducir justo cuando cumplí la mayoría de edad. Recuerdo cuando Fran y yo hacíamos carreras por los polígonos y quien ganaba se ahorraba limpiar los platos de la comida o la cena del día siguiente, recuerdo cuando mi padre me llevaba a conducir para que siguiese practicando y fuera una conductora ejemplar el día de mañana. Todo eso, forma parte de tan solo unos recuerdos que desearía volver a vivir.

Cuando por fin el GPS me marca que tan solo me queda un minuto para llegar a mi destino los nervios me empiezan a invadir. Todo lo que me rodea son chalets enormes, grandes árboles y todo lleno de coches de marcas lujosas.

Aparco el coche y me bajo mientras cojo fuerza para lo que estoy a punto de hacer. Llamo al telefonillo de la puerta 30 y espero a ser atendida.

Una mujer de pequeña estatura, de pelo blanquecino y de grandes ojos azules aparece delante mío. Vestida con un gran vestido negro que resalta su figura delgada.

-Hola. ¿Puedo hacer algo por ti?-me pregunta.

La observo fijamente, sin saber cómo presentarme ni qué decirla.

-¿Es usted Melinda Montero?-la pregunto.

-Soy yo, ¿ocurre algo?-me pregunta asustada.

-Disculpe no quería molestarla, mi nombre es Irina Castro, conozco a su hijo, Enzo-digo por fin.

Por la mirada perdida de su madre y su cara de susto puedo confirmar que no esperaba que alguien llamase a su puerta a estas horas y preguntando por su hijo.

-¿Enzo está bien?-me pregunta extrañada.

-Lo está, es solo que quería hablar con usted y con el señor Aguilar si fuese posible.

-¿Qué pasa Melinda?

Detrás de ella aparece un señor que parece más mayor, de pelo blanco canoso, de ojos marrones y gafas sobre ellos, alto y corpulento para su edad. También es muy elegante, tanto como ella. Entiendo en el momento que se trata sobre el padre de Enzo.

-Está joven ha venido para hablar de Enzo-le explica la mujer.

-¿Qué ocurre?-pregunta él mucho más serio.

-Todo está bien, pero le comentaba a su mujer que venía para hablar sobre una cosa de su hijo.

-¿Usted es la novia?-me pregunta.

-No, yo solo soy...Soy...-digo dudando-Soy una amiga suya-le respondo.

-Pues adelante, pasa y cuéntanos lo que necesites-dice el padre.

Lo primero que encuentro es un gran jardín, con una fuente en el medio y unas grandes escaleras para entrar a la casa. Toda la casa es de color blanco, llena de decoración como cuadros, espejos y plantas. Al fondo del hall unas escaleras para subir a la planta de arriba y todo está lleno de puertas que llevan a diferentes estancias de la casa. Caminamos hacia el lado derecho, el salón de la casa. Elegante y acogedor a partes iguales, con un gran sillón y una mesa central, la televisión encima de la chimenea y una puerta de cristal que lleva a un patio trasero.

-Póngase cómoda. ¿Quiere algo de beber?-me pregunta el señor Aguilar.

-No. Gracias, así estoy bien-digo sonriente.

Ambos se sientan en frente, delante mío y esperando a que les diga todo lo que tengo que decir. No sé bien cómo empezar ni tampoco lo que pretendo conseguir con esto. Pero necesito que sepan lo maravilloso que es su hijo.

-Verán...Enzo y yo últimamente hemos pasado mucho tiempo juntos y eso me ha hecho conocer lo increíble que es.

-¿Ha venido aquí a decirme cómo es mi hijo?

-Déjala hablar Mauro por favor-le dice Melinda.

-Lo que he venido a decirles es que sé todas las cosas horribles que hizo en el pasado y lo mal que ustedes lo pasaron...Pero Enzo ya no es así, ahora es un gran hombre, amable y bueno, con un corazón precioso y enorme, siempre dispuesto para ayudar a todo el mundo que le rodea, como hizo conmigo...-Hago una pausa para coger aire-Su hijo me ha salvado y me ha devuelto poco a poco la esperanza y las ganas de vivir, lo ha hecho con cariño y paciencia, pero lo ha conseguido él solo, sin ayuda de nadie.

-No tiene derecho a venir a mi casa a hacerme entender que usted conoce a mi hijo más que yo o mi mujer-me dice alzando el tono de voz.

-Disculpe, pero yo no vengo a decirle nada de eso. Yo estoy aquí para decirles que su hijo les ha escrito más de treinta cartas que no es capaz de mandarles porque se siente avergonzado y no sabe cómo pedirles perdón, pero les echa de menos todos los días de su vida, muchísimo y lo sé porque soy capaz de ver dentro de su alma y aunque él siempre esté feliz, en el fondo siente una pena terrible por no tenerles a ustedes al lado.

Melinda se tapa la cara para que no pueda verla llorar y su marido la consuela. Yo les miro avergonzada pero enfadada por ver cómo pueden ser tan duros con su hijo.

-Espero que se haya quedado satisfecha con todo esto, ahora váyase de mi casa-me ordena Mauro.

-Deberían hacerme caso y darle una oportunidad a su hijo, al hombre que es ahora y a la lucha constante que tiene diariamente por mejorar, por ustedes, porque todo lo que hace, lo hace por ustedes. Enzo es un gran actor, mi padre le ofreció la oportunidad y le mostró la maravillosa vida que se puede tener. Deberían de llamarle y hablar con él, yo solo he venido a decirles que su hijo se merece una oportunidad y que deberían de aprovechar el tiempo con él. Que tengan un buen día-digo levantándome del sofá para irme de aquí en cuanto antes.

Salgo de la casa y me dirijo hacia mi coche.

-¡Espera! Irina espera por favor.

La madre de Enzo me alcanza y me da la mano.

-Gracias por tu valentía, me alegra saber que mi hijo tiene a su lado alguien que le quiere y admira tanto, solo hay que ver tus ojos iluminados cuando hablas de él.

-Tiene que hablar con él, por favor...-le digo.

Me despido de ella y monto de nuevo al coche para volver a casa. No me arrepiento de nada, de decir lo bueno que es Enzo y de que sus padres vean lo que se están perdiendo.

La Saga Destino: Conocerte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora