TREINTA Y DOS

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Camila Barceló

Han pasado dos meses desde que estamos con papá y nos trajo a Ucrania, fue bastante difícil y doloroso que me trasladaran, todos me querían sedar para que no sintiera nada, pero yo tenía que  mantenerme alerta por cualquier movimiento de papá, fue el pensamiento más estupido que tuve, ¿que haría yo contra él estando en cama sin poder moverme?

Todo ha sido completamente extraño, papá no se comporta como la persona que yo tenía en mi mente o recuerdos, no solo eso, Adler y Gus actúan bastante extraños, no en mal sentido, sino más bien son como perros guardianes conmigo, actúan como papá, nadie se acerca a mí, nadie puede siquiera verme.

En cuanto al entrenamiento al inicio con Gus solo estuvimos estudiando mucho, inteligencia militar, estudiamos también la historia de las artes marciales y principalmente leímos y aprendimos sobre los samurais y ninjas, papá dice que es importante tener ese conocimiento porque nos ayudará cuando lo pongamos en práctica, estudiamos manaña, tarde y noche, sin descanso, papá es demasiado estricto con el tema, envidio a Adler por no tener que pasar por esto al parecer lo que él necesita es únicamente entrenamiento físico.

Después de dos semanas logré convencer a papá que me dejase hablar con Kurt y Randall, desde entonces hablamos quince minutos por día, pero no puedo decir nada de lo que hacemos y mucho menos en donde nos encontramos, pero siempre hablamos los cinco, por alguna razón Gus se adaptó muy bien a ellos sin contar que Adler y el son inseparables, parecen mozote.

En estos momentos me dirijo a la oficina de papá, se supone que mañana inicio mi entrenamiento físico, él me explicará el régimen que tendrá conmigo, Gus inició hace tres semanas y vaya que se le nota el cambio en el cuerpo, está como para chuparse los dedos, aunque para ser honesta estos últimos días he logrado saborear con mi boca y lengua el buen trabajo que ha hecho papá con él, aunque no ha pasado nada con nosotros referente al sexo, dice que no es el momento, eso me tiene desesperada, aunque lo entiendo, siento que algo falta.

- Pase - escucho que me dicen cuando toco la puerta.

- Hola papá, acá viene tu nueva sirvienta - digo con indiferencia.

- Cadete campanita, se dice cadete - me regaña.

- ¿Papá, me dirás que tanto ocultas? Tengo demasiadas dudas, no te dignas a contestar a ninguna de mis preguntas, es frustrante - le recrimino.

- Todo en su momento, aún no es tiempo que sepas todo, con que lo sepan los chicos me basta y me sobra - me responde.

- Es injusto que ellos sepan mas de mi vida que yo misma - me cruzo de brazos.

- Bueno campanita, la vida no siempre será justa, es una buena experiencia de vida para ti - dice sentándose frente a mí, entregándome una carpeta - ese es tu plan de entrenamiento, estudialo y nos veremos mañana en el campo de entrenamiento a las tres y media de mañana.

- ¿Por qué yo entrenaré más temprano que ellos? - le pregunto con enojo.

- Simple, eres mi hija, tienes que ser la mejor en lo que haces, deber ser infalible en todo, si vas a heredar debes ser la mejor.

- Papá, pero no tengo ni pinche idea de lo que heredare - digo poniendo los ojos en blanco.

- Con más razón, debes estar preparada para cualquier cosa -  me dice solo levantando los hombros no dandole importancia.

- Está bien, acepto todo lo que está acá, no diré nada, no me negaré a nada -  digo viéndolo decidida, lo he pensado mucho por días y lo decidí.

- Me sorprende que no pongas un pero.

- Tengo una condición.

- Ya decía yo, todo era muy fácil, a ver dime.

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