Capitulo 37

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Ante la imagen, Lauren no pudo evitar acercarse a la cama de la chica y alargar su mano hasta la cabeza de Karla, para acariciar con suavidad su pelo. Su hija no se movió, así que la ojiverde se esforzó en trazar patrones suaves que la ayudaran a encontrar paz.

- Intenta dormir, ¿vale? Tu cuerpo ha hecho mucho esfuerzo emocional y necesita descansar. Yo me voy a quedar aquí por si acaso. ¿Me dejas?

Karla asintió como una autómata, por más que en su mente Lauren tuviera la culpa de la situación, sabía que eran sus manos, sus caricias y sus cuidados los que necesitaba para sentirse protegida y tranquila. Le costó muchas vueltas en la cama, varios sollozos reprimidos y unas cuantas lágrimas desembocando en su almohada, pero al final concilió el sueño.

Lauren había perdido la noción de las horas que llevaba en la misma posición, velando el sueño de Karla y cerciorandose de que respiraba a un ritmo normal. No podía quitarle los ojos de encima.

Cuando miró el reloj y vio que marcaba las dos de la mañana, algo hizo click en su cabeza: la cena con Camila.

La ojiverde se levantó para coger su móvil, que había dejado cargando en su cuarto para recuperarlo antes de salir hacia casa de la morena, y volvió a hacerse hueco a los pies de la cama de su hija.

Al desbloquear el dispositivo, sus sospechas se hicieron reales.

Quince eran las llamadas perdidas que la morena le había dedicado, así como una decena de mensajes que pasaban de una simple burla por los minutos de retraso a la más clara indignación por el plantón injustificado.

Lauren descartó la idea de devolverle la llamada, debido a la hora que era, pero si envió un par de mensajes explicando la situación que acababa de vivir con Karla.

A la desesperación por la tristeza que consumía a su hija se le añadía la situación con Camila que, aunque involuntaria, sabía que podía parecer muy diferente desde fuera.

Karla se levantó a la mañana siguiente y se encontró con su madre durmiendo medio sentada en el hueco entre sus pies y el final de la cama.

- Mamá - la llamó-.

- Cie... Cielo, ¿estás bien? - reaccionó Lauren al instante-.

- Me duele un poco la cabeza - se quejó ésta, acariciando su sien-.

- Es normal, con todo lo de anoche... Has dormido bastante, ¿no? - apuntó la ojiverde tras mirar su reloj, en minutos sonaría el despetador para ella-.

- Sí. Más o menos.

- Puedes dormir un poquito más si quieres.

- No. Me voy a hacer una bolsa y voy a pasar el fin de semana en casa de papá.

- Cielo... - susurró Lauren con los ojos aguados, no quería perderla de vista en ese estado-.

- Estoy bien - dibujó una falsa media sonrisa-. Prefiero estar con él estos días. Me ha dejado por tu culpa, entiende que no me apetezca...

- Basta, por favor - interrumpió Lauren, no quería escuchar otra vez esas palabras en boca de su hija, por más que supiera que seguramente le pediría perdón cuando pudiera pensar con claridad-. Está bien, haz lo que quieras y creas que es mejor. Pero si me necesitas...

- Te llamo. Sí.

Madre e hija desayunaron en silencio y salieron prácticamente al mismo tiempo de casa, despidiéndosde de manera fría.

Lauren se dirigió al bufete y en cuanto entró revisó el móvil, cosa que no había querido hacer con Karla delante.

Camila no había leído sus mensajes. Decidió que ya era una hora más adecuada para llamarla.

La ojiverde no llegaba a escuchar más de tres tonos cada vez que probaba, intuyendo entonces que la moreena estaba descartando cada uno de sus intentos y que, aun con el móvil operativo, no había querido ver sus mensajes.

Camila colgó por quinta vez la llamada de Lauren. Estaba en la galería con una cara de tristeza que ni el maquillaje que cubría sus ojeras podía disimular.

No había hablado del tema con nadie, puesto que Veronica iba a hacer uso de un "te lo dije" que no le venía nada bien en ese momento, y Sofia parecía no estar conectada con el mundo esa mañana. Estaría liada con los niños.

Un rato después, una notificación hizo que despegara sus ojos del ordenador, con el que trataba de cerrar un acuerdo de venta, y se encontrara con el ansiado mensaje de Sofiu.

Al pulsar para entrar a leerlo, Camila lo hizo sin querer en los mensajes de parte de Lauren que la morena había ignorado a propósito.

No se dio cuenta de que eran los suyos hasta que reparó en el contenido de los mismos.

Y se sintió la persona más imbécil del planeta.

- Lauren - saludó a través del teléfono con impaciencia-.

- ¡Camila, por fin! Lo siento muchísimo.

- Lo siento yo muchísimo. Acabo de leer tu mensaje. ¿Cómo está Karla?

- Mejor, más tranquila. Pasó una noche horrible, amaneció más calmada pero ha decidio irse con su padre el fin de semana - explicó la ojiverde nerviosa-. No soporto que me aleje estando así de mal...

- Ay, Lo - se preocupó Camila-. ¿Te parece si comemos, me lo cuentas todo con tranquilidad e intento ayudarte? Hago solo media jornada hoy.

- Por favor - suspiró la ojiverde, aliviada de que la morena no se lo hubiera puesto difícil, sino que se ofreciera a ayudarla-. Paso por la galería sobre esa hora.

- Perfecto. Hasta ahora, Lo.

- Hasta ahora, camzi. Gracias.

- Y ahora me odia. Porque no es capaz de ver que es Jorge el que es un niñato imbécil que la cambia por otra porque le da igual mientras tenga un tarrito donde mojar el churrito en verano.

Camila había escuchado atentamente todo el relato de su acompañante, mientras se terminaban un menú del día en un bar cercano a su trabajo. Bueno, más bien Camila comía mientras Lauren se dedicaba a mover la comida con el tenedor, desganada.

La morena podía ver claramente el estado de nervios en el que se encontraba Lauren y la cantidad de sentimientos contradictorios y dolorosos que la abrumaban.

- Está cegada, Lo. Es la primera vez que le pasa algo así. Y te culpa a ti porque está enamorada de ese tal Jorge. Que además seguramente la habrá tratado como una princesa hasta que le ha convenido.

- Le he roto el corazón a mi hija - suspiró Lauren, en actitud derrotista-.

- No digas eso porque no es verdad.

- Ella me dijo que no la castigara con eso, me lo dijo también Lucy... que la dejara ir, que se merecía un verano como el nuestro - empezó de nuevo la ojiverde-.

- Lauren, ese chico le habría dado la patada antes o después porque es un imbécil. No es tu culpa - la morena atrapó con sus manos la de la ojiverde, mirándola a los ojos-.

- Ay... - suspiró la tatuada-. Es que no me puedo sacar de la cabeza su mirada de odio.

- Vámonos de aquí - propuso Camila de repente-. Vamos a mi casa. Estaremos más cómodas, éste no es lugar para hablar tranquilas e intentar encontrar una solución.

Karla MichellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora