Capitulo 6

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La morena dejó de hablar instantáneamente y sus hijos recorrieron una vez más cada detalle de esa chica. Y esa chamarra. La mano de Camila, que agarraba la cucharilla, tembló causando un tintineo.

- E-Eres.... ¿Su hija? -preguntó con miedo a confirmar sus sospechas-.

- Si.

- Eres su fotocopia, es... increíble -susurro con un nudo en el pecho.

- Nos lo dicen mucho -sonrió Karla.

- Y que... ¿Qué haces aquí? Me temo que no hay ningún trabajo de arte ¿no?

- No, lo siento -reconoció encogiendo sus hombros.

- ¿Te ha hablado de mi? - cuestionó con el ceño fruncido.

- Bueno... no exactamente. Mamá no habla mucho de sus cosas.

- Mamá... -repitió Camila en un susurro y se mordió el labio incrédula-. ¿Entonces cómo?

- Encontrémoste una libreta de canciones para ti -confesó bajando la mirada a sus manos nerviosa, y Camila abrió sus ojos sorprendida-. En realidad no se nada más. Esperaba que... que tú pudieras ayudarme con eso.

- No sabes nada y... ¿me buscas a mi en vez de a tu madre?

- Como te dije, ella es una tumba. Sé que no me va a decir nada por más que insista.

- Esto es una locura -Camila se pasó las manos por el pelo, inquieta-. Han pasado dieciocho años, por Dios...

- ¿Dieciocho?

- ¿Cuantos años tienes, Karla?

- Diecisiete -informó y Camila suspiró.

- Brad es... -empezó la morena de manera insegura-.

- Mi padre, si. ¿El sabe de lo que sea que sea esto?

- No, no creo. Madre mía, yo no sé porque estoy teniendo esta conversación, esto no...

- ¿Mamá y tú...? -interrumpió Karla.

- Lauren y yo, nada - zanjó Camila-. Ella se encargó de desaparecer.

- ¿Se porto mal contigo? ¿La odias? -preguntó Karla tratando de sacar algo claro.

- Ha pasado mucho tiempo. No se puede odiar a alguien tantos años y tampoco creo que sea la palabra...

- ¿Te gustaría... verla? Yo creo que a ella si -propuso de manera tímida.

- Si no me equivoco se negó a hablarte de mi, así que no creo.

- Pero te escribe canciones. Lleva dieciocho años escribiéndote canciones, Camila.

- Llega dieciocho años tarde a enseñármelas entonces -bufó Camila y dirigió la mirada a su acompañante-. ¿Porque haces esto?

- Porque quiero que mi madre sea feliz.

- ¿Y no son felices en la familia ideal? -preguntó con un atísmo de rabia que no puedo ocultar.

- Mis Padres Han estado separados desde hace años. Mi madre no ha tenido pareja desde entonces. Pero te compone canciones -puntualizó.

- Tan cobarde como siempre -la morena río de forma sarcástica pero al ves la cara de su acompañante suavizó su gesto-. Lo siento... tú no tienes nada que ver en esto.

- ¿Tienes pareja? -disparó la chica, quien bajó la clara decepción que sentía la morena de su madre podía reconocer que aún le quedaban sentimientos hacia ella.

- ¿Que importa eso? -cuestionó Camila, pero al final cedió ante los ojos de la chica que suplicaban respuestas-. Ahora mismo, no.

- ¿Tendrías una cita con mi madre?

- ¿Que? ¡No! Ni loca. Y menos si tienes que venir tú a pedírmela, ¡Por favor! -renegó Camila.

- No se nada de lo que hubo o no entre ustedes, pero creo que mi madre no se cree con derecho a buscarte, por lo que sea que haya hecho. Pero te aseguro que si pudiera volver atrás...

- No sabes nada, Karla, tu misma lo has dicho.

- Camila...

- No, ya está. Ya has venido, ya me has visto. Basta. Tengo que... tengo que volver a mi vida si no te importa -sentenció Camila levantándose y dejando un billete sobre la mesa e irse.

- ¡Camila! -la llamo-. Está bien, te dejo en paz. Pero si cambias de opinión... si te vienen los recuerdos y piensas en lo que pudo haber sido... o lo que sea, tienes mi teléfono. Yo me encargo de mi madre.

- Adios, Karla - fue todo lo que dijo la morena antes de desaparecer por la puerta de la cafetería.

Camila nunca había tenido tantas ganas de acabar con su jornada de trabajo como ese día. Nada más llegar a su apartamento se puso la ropa más vieja que encontró y se dirigió a un lienzo en blanco que actuaba como refugio.

Durante horas descargó en cada pincelada el cóctel de emociones que la desbordaba, mientras que por su mente pasaban varios recuerdos que creía enterrados como parte de la conversación que había tenido con la hija de Lauren.

La hija de Lauren.

Suspiro pesadamente al recordar ese dato. Esa chica que era la viva imagen de la Ojiverde que vivía anclada en un rincón de su memoria.

Camila tenía superada la situación, desde hacía incluso más de una década, pero no había podido evitar que el surrealista encuentro tambaleara sus cimientos.

Lauren para ella era una huella permanente en su corazón. Inofensiva, integrada en su cuerpo hasta el punto de parecer invisible a veces, pero siempre ahí.

Camila Cabello tenía su vida hecha, era feliz con lo que había conseguido y tenía ilusión por seguir cumpliendo sus sueños. Volver a abrir el capítulo que Lauren Jauregui suponía en su vida no era una buena opción. Lauren nunca se había dignado a una opción siquiera, y eso Camila lo tenía bien grabado.

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Espero estén disfrutando de la historia.

¿Que pasara?

Karla MichellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora