Capitulo 39

111 7 1
                                    

La ojiverde llevaba sentada en el sofá viendo Netflix toda la tarde del domingo, esperando la vuelta de su hija. Se tensó cuando escuchó el sonido de las llaves, nerviosa por cómo se la iba a encontrar.

- Hola, mamá - saludó Karla al llegar al salón, dejando en el suelo su bolsa y acercándose a su madre con los brazos abiertos-. No te odio, lo siento mucho.

El pucherito de su hija provocó una tierna sonrisa en Lauren, quién no dudó en levantarse para abrazarla con fuerza, apoyando su mentón en la cabeza de Karla.

- ¿Me perdonas? - susurró la más pequeña, aún escondida en el pecho de la otra-.

- Claro, mi amor. ¿Cómo estás? - se separó Lauren para poder observar con más detalle los ojos y la expresión de su hija, que para ella no escondían secretos-.

- Más relajada. Papá me ha ayudado bastante, y me ha hecho ver que tú no tenías la culpa. Me siento fatal por cómo te hablé. Yo no soy así.

- Lo sé, mi vida. No pasa nada - recalcó la ojiverde con una sonrisa tranquilizadora, mientras colocaba un mechón rebelde tras la oreja de Karla con ternura-. A todos nos puede pasar y más cuando algo nos sobrepasa.

Karla se dejó caer en el sofá con una mueca de tristeza y Lauren hizo lo propio a su lado, palmeando sus piernas para que su hija reposara su cabeza en su regazo.

- ¿Quieres hablar del tema?

- Mamá, yo pensaba que me quería - se lamentó-.

- Mi amor... - le acarició un moflete con suavidad-. A veces no todo es como parece.

- Es que no me esperaba que fuera tan básico, parecía más inteligente que eso, ¿sabes? Ha resultado ser un niñato.

- Pues sí. Él se lo pierde, se va a arrepentir toda la vida.

- ¿Crees que se me pasara pronto? - preguntó Karla con preocupación-.

- ¿El corazón roto?

- Sí.

- Con los mimos de mami, seguro que antes de que te des cuenta ya no sabrás ni cuántos trocitos había - contestó Lauren acariciando el pecho de Karla-.

Las dos se quedaron un rato más en silencio, solo con las manos de Lauren encargándose de repasar una y otra vez con cariño la zona del corazón de la pequeña, como si de verdad pudieran sanarlo.

Karla de repente cayó en la cuenta de algo y se incorporó prácticamente de un salto, asustando a Lauren.

- Mamá, la cena con Camila - se llevó las manos a la cabeza-. No fuiste.

- No.

- Si es que todo mal, mamá, se habrá enfadado y todo por mi culpa... - soltó Karla agobiada, hasta que Lauren atrapó sus manos con las suyas, en pleno aspaviento-.

- Primero de todo, que te quede claro, Karla Michell, que nada, pero nada en el mundo es más importante que lo que te pueda estar pasando a ti.

- Mamá... - protestó la chica, pero su madre se aseguró de que la mirara a los ojos antes de seguir hablando-.

- No, escúchame bien. Me da igual si te duele el corazón o una pestaña, para mí se para el mundo. Eres mi prioridad, siempre. ¿Te queda claro?

- Sí - asintió Karla, dejando que Lauren aprobara su respuesta con un fugaz beso en su mejilla-.

- En cuanto a Camila, no te tienes que preocupar porque está todo solucionado y más que bien - anunció la ojiverde con una amplia sonrisa-.

- ¿Seguro? No me lo dices sólo para que no me sienta mal, ¿verdad? - la retó mirándola a los ojos-.

- ¿Para qué te voy a mentir? Se enfadó un poco por el plantón pero lo hablamos, lo solucionamos y además ya hemos organizado otra cena para esta semana.

- Menos mal, mamá - suspiró aliviada-. Me alegro mucho.

Camila llamó a Lauren en un rato libre que tuvo a principios de semana, para preguntar por el estado de Karla y por cómo lo estaba llevando la ojiverde.

- Te lo dije. Si es que es imposible odiarte.

- ¿Lo dices por experiencia?

- Oye, no sé yo si no es demasiado pronto para hacer bromas sobre esto.

- ¿Es acaso "demasiado pronto" tu nueva frase favorita? - bromeó Lauren-. Ah, no, no, esa es "despacio".

- Yo que pensaba en llamarte para levantarte un poco el ánimo y tú me vacilas... No merezco, Lo.

- Estoy contenta porque mi hija no está enfadada conmigo y veo la luz al final del túnel, déjame que se note en mi humor.

- Está bien. Oye... Estoy organizando todo el tema de la nueva exposición y tengo una idea que me encantaría llevar a cabo.

- ¿Y necesitas mi ayuda? - cuestionó Lauren-.

- No, necesito tu permiso.

- ¿Para qué?

- Me gustaría que Karla formara parte de la exposición.

- ¿Quieres exponer a mi hija? Ya sé que es guapa pero de ahí a plantarla como obra de arte... - rió Lauren-.

- Qué graciositas estamos ¿no? ¿Me puedes tomar en serio?

- Sí, perdona, Camzi.

- ¿Me das permiso para proponerle algo a tu hija?

- Uy, uy, uy. ¿Y no me vas a decir qué es? ¿Y si es indecente?

- No es indecente - rodó Camila los ojos-. Es a nivel artístico.

- Bueno, entonces sea lo que sea, tienes mi permiso, señorita artista. ¿Quieres que le diga algo?

- No, ya hablo yo con ella, si no te importa.

- Me da miedo que me adelante por la derecha, que mi niña te enamora con un pestañeo y todos mis esfuerzos qué.

- Lauren estamos hablando de tu hija, por dios - recalcó Camila-. No te hagas la dramática.

- Es que Karla es mucha karla, eh...

- ¿Le has contado lo de la exposición que voy a hacer? - volvió al tema la morena-.

- Por supuesto.

- Y lo admites tan tranquila. Te dije que era confidencial - reprochó la morena en un enfado fingido-.

- Karla es mi otra mitad, la confidencialidad ya no existe entre nosotras, lo siento.

- Bueno, está bien. Te lo perdono.

- Oh, muchas gracias - exageró la ojiverde-.

- Oh, venga, deja de reírte de mí y ponte a trabajar, señoría.

- Señoría son los jueces, Camzi, no los abogados.

- Lo que sea. Acuérdate de la cena de mañana.

- No podría olvidarme ni aunque quisiera.

- Eso espero. Dos plantones es tarjeta roja.

- No te va a hacer falta. Ay, me está sonando el fijo - se quejó, alcanzando el teléfono para pausar la llamada momentáneamente-. Te tengo que dejar, el deber me llama.

- Yo también debería seguir trabajando.

- Un beso, Camzi - dijo la ojiverde y acompañó las palabras con un ruidoso sonido del mismo-.

- Mil besos, Lo.

Karla MichellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora