Al final Charlie acabó por romper cualquier acuerdo que habían hecho esa misma noche. No pudo con la duda y, en cuanto Rebecca se confinó en su cuarto para descansar, la rubia se halló tocando a su puerta.
Tres golpecitos y un suave "pase" desde el otro lado bastaron para que se deslizarse dentro de la alcoba arrimando la puerta de madera tras de sí.Alastor no tardó en descubrirlas y esperó junto al marco, escuchando en las sombras. A pesar de que había logrado sintonizar la conversación un poco tarde, los retazos que llegaban a sus oídos eran claros en contenido, informándole que no se había perdido de mucho.
-Mi esposo-no sabía si realmente quería oír lo que diría, No estaba seguro de poder tolerar la evocación de esas memorias. Pero contra toda virtud y con el disgusto brotando por fuera de su cuerpo, permaneció.-, cuando murió estaba devastada. Pero todo es una nebulosa después de ese momento.
Oh, pero él recuerda.
Él definitivamente recuerda.
Y estaba tan grabado en su consciencia como el agujero de bala sobre la piel de su frente.
-¿Crees que está en el cielo ahora?-La inocencia en la pregunta de Charlie casi lo hizo carcajear, lástima que no podía darse el lujo de ser descubierto espiando. Alastor deslizó su rostro unos centímetros entre la brecha de la puerta para observar su reacción. ¿Por qué? No lo sabía entonces. Tal vez la necesidad de confirmar si, con la evocación de su memoria quemando la parte posterior de su cabeza y, a pesar de todas las atrocidades compartidas a lo largo de esa vida pecaminosa, el cariño todavía desbordaba los orbes de la contraria en un brillo de ilusión cuando pensaba en él.
Ella rió: -No. - La seguridad envolvió el tono de la castaña, que todavía sonreía con ojos tristes -Sus tendencias no podrían soportarlo...Supongo que tenemos eso en común.- Sintió la nostalgia abordarla con dulzura.
-¡Bueno! Yo no quiero abrumarte -Se apresuró a cambiar de tema para aliviar el aura pesada que se ceñía sobre ambas-En realidad vine para decirte que no quiero que te sientas confinada al hotel, siempre puedes salir cuando gustes. Incluso podríamos acompañarte. -A pesar de sentirla integrada al grupo en cierta forma no la veía del todo conectada a su entorno y creyó que llegar a conocer los alrededores podría ayudar.-Lo sé...aunque no estoy segura de estar lista para encarar esto. Estoy muerta. - se recordó mirando sus manos.
-Cambiar de aire podría animarte, ¿qué te parece si damos un paseo mañana?
-¿En serio?- reforzó las comisuras de sus labios tratando de no tensarse ante la oferta de salir al mundo exterior.
-¡Oh por supuesto! Un momento de esparcimiento nos ayudaría a todos. Le diré a los demás si gustas...
-Me encantaría...- ella dijo lo que sentía que Charlie querría oír, aunque realmente nada llamaba su atención fuera de esas paredes. Al asomar su rostro por la ventana, el siempre hecho de observar la paleta de colores de su entorno la llenaba con cierta aversión. ¿Era esa la sensación que el infierno despertaba en todos sus habitantes? La cualidad del mundo que debía habitar por el resto de la eternidad, ¿era para todos tan desesperanzadora? Se sentía un poco ingrata teniendo a la princesa del infierno como su cordial anfitriona, pero no podía hacer nada contra aquello. Era otra de las cosas que para bien o para mal, formaban parte de su ser.
El demonio de la radio sabía bien, así que cuando la rubia se despidió deseándole buenas noches y dejándola con un semblante más sombrío que ilusionado, él hizo su entrada.Rebecca echó su espalda hacia atrás para recostarse boca arriba mirando el techo, todavía con sus piernas colgando.
-No te gusta la idea. -El brote de una voz a su lado la sobresaltó. Llevó sus ojos a la fuente del sonido, donde una sombra emergió desde la superficie del acolchado. Le observó en silencio tomar forma y pronto la visión de unos cabellos rojos confirmó sus sospechas, el demonio de la radio reposaba de costado sosteniendo su cabeza con una mano.
-¿Por qué estás aquí?- suspiró con resignación. Ni siquiera se cuestionó cómo sabía lo que la rubia le había dicho, Alastor siempre parecía estar al tanto de todo lo que ocurría a su alrededor y ella sólo asumió que era un ser omnisciente o, por lo menos, que todo lo que acontecía en el hotel era directa o indirectamente obra suya.
-Siempre para ayudar, mi estimada. Ahora quita ese ceño fruncido de tu rostro encantador. -Era alarmante lo acostumbrada que parecía a su presencia. Todavía se replanteaba algunas cosas antes de decirlas frente a los demás. Pero él no la perturbaba como debería. E incluso aunque la imágen que le devolvía no era favorable en ningún sentido, lo encontraba confortable en esencia. -Estás en el infierno, ¿no es eso una maravilla?-Supongo que nunca fui muy entusiasta...
Era una mentira, era esa melancolía suya hablando, la misma que la invadía siempre que se encontraba lejos del mundo humano. Él nunca entendió por qué.-Mmmh...me temo que debo disentir, no creo que ese sea el caso. Simplemente no has mirado a tu alrededor...
-Ni siquiera creo necesitarlo...-Suspiró, no muy segura de lo que sentía-es más fuerte que yo este...discomfort.
-¿Cómo era cuando estabas viva? -La pregunta la descolocó, del otro lado una mirada determinada brillaba sobre ella haciéndola casi sonrojar por la súbita atención.
De forma vaga recordaba y le daba algo de temor hacerlo pero peor...peor era no tener idea de lo que fue en aquel entonces. Cerró los párpados tratando de conectar con esa parte suya tan distante. Enterrada tres metros bajo tierra, con las extremidades rígidas en descomposición permanente."¿Qué era lo que amabas en vida?" se preguntó a sí misma.
-Yo amaba el mundo... -confesó, con tristeza. Los árboles, las flores, el ruido de la lluvia. Los animales silvestres, la fugacidad de la vida abandonando un cuerpo. El tiempo que no espera por nadie y la vejez que no perdona. Ella amaba la naturaleza y la paz con la que fluía entre los seres vivos. -Recuerdo caminar entre los árboles hasta perder el sonido de la civilización solo para esperar ver a los venados aproximarse a beber de la orilla del lago... -casi con ironía observó los pequeños cuernos de su receptor naciendo con timidez entre sus cabellos- Conocí a mi esposo justo allí.-¿En la espesura del bosque?
-Con sus manos embebidas en sangre. -añadió. -Nunca estuve plenamente en mis cabales, eso era lo que la gente solía decir. Debes pensar que soy bastante tonta por no ver las señales de alarma. Pero me hice con una aguja en un pajar en ese día. Él era único en su clase. ¿Sabes? Meticuloso, detallista, vivaz...-Alastor oyó atentamente, deleitándose con la dulzura que desbordaba su descripción -Cada tanto en la historia nace un ser especial, tuve suerte de hallarlo esa vez. -Y de pronto hablaba con la certeza de alguien que ha vivido por siglos, y Rebecca no pudo identificarlo pero se sentía de esa manera también.
-¿Y entonces?
-Por alguna razón no nos separamos desde ese día. Aunque solo teníamos alguna que otra cosa en común y difícilmente lograbamos llegar a un acuerdo, hablábamos muchísimo. Nunca tuvimos mucho sentido y tal vez el único motivo por el que nos mantuvimos juntos fue porque nos encontramos el uno al otro en nuestro estado más vulnerable. Yo huyendo de mis deberes en mi ensoñación de libertad y él in fraganti en sus actividades ilícitas. Creo que realmente nunca me amó y solo fui un trato conveniente. -sonrió amargamente. El desestimó esa parte, la duda implícita que se coló entre ellos. ¿Él la amó? No repararía en ello. No lo admitiría nunca.
-¿Tú lo amaste?- Tensó cada músculo de su cuerpo, nerviosa como si estuviera a punto de revelar su mayor secreto ante el universo encapsulado en los ojos de Alastor. A él le enterneció su ceño fruncido, un intento fallido de endurecer sus facciones y no mostrar la vergüenza que la abordaba. -¿O solo te gustaba tenerlo bajo tu control?- Ofreció una alternativa que escondía su certeza.
-Lo amaba.- aseguró tajante. Pero el pelirrojo sostenía con terca convicción que lo que la joven estimaba tanto era la manera en la que tontamente él se había puesto por completo a su merced. Se entregó esposado y con una bolsa de pruebas a sus pies y ella solo debía decir tres palabras para hacerlo caer.
Para Alastor, Rebecca nunca había tenido más intenciones que esa, solo estaba confundida por las circunstancias actuales. Pero estaba bien, la perdonaba porque era perfecto que creyera sus propias mentiras. Porque si le quería de verdad haría cualquier cosa por su estimado esposo.-Ese hombre, querida ¿cuál era su nombre de nuevo?- le pasó una mano por el pelo, ella cerró los párpados sumida en su ensoñación. Navegó entre la nebulosa de memorias que afloraba en su mente, todavía perdida en la espesura de los bosques de Nueva Orleans y el agua del lago barriendo la sangre en sus manos. Sin dejar de verlo la joven dió un paso atrás haciendo crujir las hojas secas bajo sus pies y unos orbes caramelo perforaron su figura en el acto.
-No podría decir...
-Está bien entonces...probablemente lo verás otra vez.
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Attached | Alastor x OC
FanficElla es su dueña pero no lo recuerda Él piensa tomar ventaja de ello. Un nuevo huésped llega al hotel sin recuerdo alguno de cómo o cuándo ha caído en el infierno.Alastor sabe quién es, con la misma certeza con la que sabe que la soga que rodea su c...