Mientras se alejaba por el pasillo con pasos tambaleantes, la sensación en su pecho persistía. Podía sentirlo cada vez que respiraba, un cosquilleo interno que descendía y se ramifica por toda su pared torácica. La urgencia de volver y hablar con él sobre lo sucedido y el impulso de salir corriendo, la detuvieron a mitad de camino. Y la inquietud sacudió su espíritu.
No lo entendía todavía, pero los encantos del espejo eran peligrosos para su usuario, porque mimetizan lo que los demás sienten y experimentan. Las certezas, los miedos, los afectos, los estados de confusión provocados abuso de sustancias e intoxicación con alcohol podían acceder a ella con facilidad si se descuidaba.
Rebecca podía sentir lo que Alastor sentía al mirarla también, aunque no se percatara de ello. Probablemente, ese era el motivo por el que emociones tan contradictorias afloraban cuando ambos colisionaban. Así, la más baja, era capaz de experimentar la molestia y el resentimiento de antaño. Pero también ese viejo vínculo que ambos crearon en vida, roto tras la desgracia de la muerte y aplastado bajo el peso de su pacto.
Ella al momento, embriagada de emociones ajenas, se hallaba paralizada en una confusión desesperante.
No podía regresar a su alcoba y enfrentar todo el desastre oculto tras las puertas de un armario que se sacudía y los cristales del espejo roto escondidos bajo la alfombra crujiendo bajo sus pies; así que cuando cruzó a Angel Dust en el pasillo y él arrojó una toalla sobre su cabeza con una sonrisa de invitación, lo siguió sin miramientos.
.
El demonio de la radio por su parte, permaneció sumido en su espiral de negación, aquel que sostenía como escudo para desconocer las sensaciones que, de tanto en tanto, lo carcomían por dentro. El pánico le había atravesado el pecho de lado a lado, dejando una herida abierta por la que se sentía desangrándose hasta morir.
Miedo. Esa era la emoción que revolvía su estómago. Quiso ocultarlo a toda costa, pero la verdad era que, no quería que Rebecca recordase. Y aún así adoraba acariciar los pliegues de esa memoria maldita cuando lo miraba intensamente. Cuando susurraba su nombre como un secreto que solo ellos compartían, cuando tiraba de la correa en su cuello, atrayéndolo hacia ella y los límites físicos entre sus cuerpos se esfumaban.
Alastor no podía permitirse admitir que había algo más en sus intenciones, algo contra lo que luchaba con todo su ser: Sentimientos. ¿Cómo algo tan carente de propósito podía cerrar su garganta y doblegar su determinación? ¿Cómo podía permitir algo así? No podía. No lo haría. No perdería nunca contra algo tan volátil como su propio corazón. Debía acabar con ello, cortarlo de raíz.
Masajeó sus sienes con los dedos, como si de pronto hubiese desencadenado un pensamiento no deseado. Se esforzó por no dejarlo calar en su consciencia, con sus palmas ascendiendo por los costados de su cabeza hasta alcanzar la raíz de sus cabellos. Tiró de ellos con furia, con decisión, queriendo arrancarse aquella imagen de la mente.
Sus labios perlados y la humedad de las gotas cayendo sobre ella como polvo de estrellas, era tan cruel, tan desesperante. Un anhelo monopolizó sus sentidos. Y entonces deseó no haber dudado, ni detenido todo lo que lo consumía por dentro. No haber contenido el aliento, para que éste al filtrarse alcanzase las comisuras ajenas y entonces, tal vez, tras buscar desesperado refugio en sus ojos, ella le habría dado permiso.
¿Para qué? ¿Qué estaba pensando?
Era una imagen peligrosa y embriagante. Verse sometido por ella sin piedad llenaba su cuerpo de un calor sofocante. En algún momento había querido confundirlo con rabia, tratando de que su rebeldía fuera aversión y no solo de otro elemento en el juego de dominancia y sumisión que compartían, pero ¿y si él realmente lo disfrutaba?
No.
No lo hacía.
Y sabía exactamente el porqué.
Se relajó bajo el dolor de la tensión ejercida sobre su cuero cabelludo.
Era solo otro eslabón en su cadena de conquista, un paso necesario para permitir su ascenso al mundo y nada más. Si él desapareciera, otro tomaría su lugar. Ese era el juego que ella quería jugar. Al final del día, Alastor era reemplazable como cualquier objeto.
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Attached | Alastor x OC
ФанфикшнElla es su dueña, pero no lo recuerda. Él piensa piensa aprovecharse de ello. Un nuevo huésped llega al hotel sin recuerdo alguno de cómo o cuándo ha caído en el infierno. Alastor sabe quién es, con la misma certeza con la que sabe que la soga que r...
