『Arrebato』

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No le dijo a nadie a dónde iría, ni con quién. Se preparó con dedicación mordaz, empujada por cierto despecho y tal vez algo de intriga. Le haría bien airearse un poco. Alejarse del lugar que le recordaba que había sido lo suficientemente tonta como para someterse a Alastor por segunda vez. Y también de la mirada compasiva del resto al verla vulnerable.

Fue solo la imprudencia, latiendo en su pecho, lo que la impulsó a posar la mano sobre el marco de la ventana, proyectando sobre el vidrio un portal que la llevó fuera de su confinamiento. Al atravesarlo, sintió la adrenalina de una muchacha escapando de casa por primera vez. Nadie reparó en su cuerpo emergiendo de una vidriera y, con la pantalla brillante trazando un camino directo a la ubicación predeterminada, emprendió viaje.

Tener un aparato de bolsillo con acceso a toda la información disponible era bastante conveniente y no podía creer —aunque tampoco le sorprendía— que Alastor se rehusara a la tecnología.
Por lo que había logrado informarse en línea, los Vees eran poderosos, alborotadores y ostentosos hasta el hartazgo. Cada uno de ellos con su propia personalidad de impacto, dirigían ciudad pentagrama con dominio absoluto sobre la media. Habían alcanzado su posición gracias a la introducción de la tecnología y su dirección no parecía tener un horizonte cercano. El mapa la guió hacia el corazón de un distrito que parecía diseñado por y para ellos: una zona donde la ciudad se transformaba en un delirio lumínico. Carteles flotantes y proyecciones de hologramas que bailaban en los ventanales de los rascacielos, todo allí vibraba con un ritmo eléctrico, hipnótico. Rebecca miraba casi boquiabierta, el universo futurista que se desplegaba ante sus ojos.

El punto de encuentro era una terraza privada en un edificio propiedad de VoxTech, a la que se accedía por un ascensor exclusivo. En la cima, un jardín demasiado perfecto para ser real, le daba la bienvenida. El césped sintético tapizando el suelo susurró bajo sus pies al pisarlo, unas luces cálidas flotaban en el aire como luciérnagas domesticadas. Y junto a la baranda, estaba él. Vox. Impecable como una figura publicitaria en movimiento. Llevaba un traje negro con detalles cromados, y una sonrisa confeccionada solo para el espectáculo.

—Rebecca —anunció su nombre con un dejo de entusiasmo, saboreando su presencia en el aire.

Ella no contestó de inmediato. Se detuvo un segundo, admirando su figura bajo la luz del entorno. Todo era demasiado brillante, demasiado bien orquestado y no pudo evitar sentirse como una actriz a punto de entrar en escena.

—Este lugar parece sacado de una película... —dijo finalmente.

—Oh, darling, esto es una película. La nuestra. Primer acto, primer plano. Y tú...—hizo una pausa dramática, para proceder a señalarla de pies a cabeza, como si le presentase al público una nueva estrella— luces mejor de lo que nunca podría imaginar. —Alcanzó dos copas ya servidas que se hallaban en una mesa cercana.

—¿Te imaginabas esto? —Indagó divertida, asomándose a la barandilla.

—Me imaginé muchas cosas. Pero ninguna comparada con verte venir por voluntad propia —declaró al ofrecerle el trago—. Eso es algo que ni los mejores algoritmos habrían predicho.

Ella soltó una risa baja, encantada. Aún no sabía si quería jugar aquel juego, pero de momento, lo estaba disfrutando.
Vox lo sabía, había leído sobre ella. Escuchado. Visto. Investigado. Cada fragmento del gesto cortés, del cortejo sutil a la vieja usanza, de la importancia de la estética.

—Pocas cosas me parecen más poéticas que la vista de una ciudad que nunca duerme...— murmuró ella barriendo el paisaje con la mirada. Una súbita nostalgia la invadió por un momento. Los colores eran hermosos, pero ninguno era el rojo granate del abrigo de Alastor. Ningún destello imitaba el fulgor de sus ojos cuando se enfadaba.
Rebecca apretó los párpados un segundo. No para pensar en él. Sino para dejar de hacerlo.

Attached | Alastor x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora