『Culpa』

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Había un cosquilleo intranquilo en el centro de su pecho, como insectos retorciéndose dentro de su caja torácica. Un movimiento desagradable de desesperación, envolviéndolo con una ansiedad que casi le parecía propia. Pero no quería reconocer esa emoción. Entreabrió los labios en busca de aire y, en un intento desesperado por deshacerse de aquel hormigueo, cerró sus dedos sobre la tela de su chaleco con impotencia y esperó. Uno, dos, tres segundos...Seguía ahí. Sus ojos desorbitados buscaron un punto de fijación, mientras el entorno se volvía borroso conforme el ritmo de su respiración aumentaba.

Él no quería sentir aquello. Quería estar bien. Debía estarlo. ¿Por qué de pronto se le hacía tan difícil desligarse de una simple emoción? ¿Por qué debía torturarlo de aquella forma? ¿Por qué se sentía tan ruin?

La culpa era algo que no estaba construido para sentir, no la había experimentado en vida y dudaba que pudiera agrietar su espíritu tras la muerte. ¿Si sus métodos eran infalibles, por qué debía sentir remordimiento? ¿Podría alguien despojarlo de aquel sentimiento punzante? Probablemente fuera demasiado tarde para encomendarse a Dios tras haber vendido su alma al diablo.

En la soledad de su estudio, apoyó ambas manos sobre la consola de radio, recargando todo su peso sobre ella. Buscando anclarse a algo tangible, algo real. Por el rabillo del ojo, divisó su gramófono a un lado, deslizando una invitación implícita en el aire denso. Lo llamaba a recordar otros tiempos enterrados bajo polvo acumulado por años. Se acercó con la delicadeza de quién lleva a cabo un ritual aprendido en otra vida, le dió cuerda hasta sentir el muelle interno tensarse. Podía hacerlo llorar en su lugar, pensó para sí mismo al dejar caer la aguja.

Una melodía nostálgica y tortuosa, se coló hasta sus oídos y al cerrar los párpados otro mundo tomó forma a su alrededor . Quizás, en el filo de sus recuerdos reprimidos, encontrase algún consuelo que adormeciera sus sentidos. Sólo por un momento. Sólo lo suficiente para que el sentimiento se escurriese entre sus grietas y lo dejase vacío otra vez. 

Allí estaba ella, nuevamente, con los tobillos sumergidos en la orilla del canal. El murmullo del viento susurraba una canción de la que solo la joven parecía conocer el ritmo y, aunque la criatura maldita habitaba otro cuerpo, Alastor la reconocería en cualquier parte. Incluso cuando se olvidase a sí misma, él volvería a descubrirla sin importar la piel que habite o la ropa que vista.

—¿Bailas?—Un Alastor humano sacudió la cabeza en negativa ante su palma abierta, sus pies calzados aún plantados en tierra firme.

—Ten cuidado, podrías resbalar— Advirtió, viendo el fondo empedrado bajo el agua cristalina.

—No, si estás aquí para atraparme, ¡vamos! —insistió—¿Una pieza?

El castaño sonrió, no con una mueca desmesurada sino en una expresión de ternura, de una calidez que ya le parecía ajena. Todo en ese hombre de carne y hueso se le hacía lejano, ficticio, irreal.

—Ambos caeríamos. —aún con la excusa en sus labios, se pisó el talón, quitándose los zapatos con solo dos movimientos.

—¡Pero lo haríamos juntos! Alastor...¿caerías conmigo entonces? —Le sugirió con picardía, bordeando la línea imaginaria que separaba sus posiciones. Con su palma en la suya entrelazó sus dedos, elevando su brazo a la altura de la cabeza.

—¿Vals?—Preguntó escéptico cuando ella se sostuvo de su hombro de manera casi protocolar.

—Es lo único que recuerdo como bailar...—bajó la mirada, avergonzada.

—Entonces tendré que enseñarte nuevos pasos... 

—¿Lo harías?— Sus orbes brillaron con ilusión infantil al volverse a mirarlo. Algo en la palidez de sus facciones bañadas por el sol, y en la oscuridad de sus cabellos abrazándole el rostro, le daba un aire místico, como si el mundo no reconociera aquel ser como propio, pero aún así eligiera abrazar su existencia en una caricia gentil.

Attached | Alastor x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora