『Mise en abyme』

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La transmisión aún continuaba su curso, pero para todos había pasado a segundo plano en cuanto una nueva celebridad demoníaca se adueñó de la alfombra roja. El traje de lentejuelas destellaba entre los flashes, los ojos de Rebecca lo seguían, pero su mente se hallaba demasiado lejos. Incluso la conversación a su alrededor permanecía como un eco distante siendo eclipsado por el filo punzante de sus pensamientos. 

Era demasiado. No sabía a dónde correr o esconderse. El hotel alojaba a Alastor y los hechos bizarros de la noche anterior. A Vox, en cambio, le ocultaba un secreto que acechaba en cada esquina.

Recordaba vagamente el beso, una colisión torpe entre dos bocas hambrientas. Aunque la sensación era una memoria empañada, que se le resbalaba entre los dedos cuando deseaba alcanzarla. ¿Qué había dicho él entonces, qué sonidos se filtraron entre sus labios durante los segundos en que se separaban solo para respirar? Las manos ajenas recorriéndole la espalda, ¿eran tan frías como siempre las había imaginado? Un roce en el hombro la atrajo nuevamente al mundo tangible.

—Ey, muñeca... ¿todo bien? —La voz de Angel se tiñó de un tono suave, casi impropio para él. Su expresión se hallaba contraída por algo parecido a la preocupación. Rebecca titubeó sorprendida por el gesto, no muy segura de que cara ofrecerle.

—Sí, solo estoy...algo cansada —mintió en automático.

—Ajá —Angel la escaneó de pies a cabeza con los brazos cruzados, como si una visión más abarcativa le permitiese hallar la grieta en su fachada—. ¿Cansada... o preocupada?

Ella bajó la mirada, arrugando el entrecejo. Había un peso extraño en sus palabras. Por un momento, se preguntó si él sabía de la foto. Si había sido un accidente que Valentino la encontrase en su móvil y se sentía culpable o si se la mostró en contexto de una broma privada.

Husk apareció detrás, con su andar encorvado, desplegando las alas con el fin de sacudir el aire cargado.

—Tiene razón. Estás... rara —enarcó una ceja mirando no a ella, sino más allá. Hacia donde Alastor había estado hacía unos minutos, con una expresión rígida que no cuadraba para nada con su máscara habitual—. Y él... ni siquiera me hagas empezar...

Rebecca siguió las pupilas del felino al otro lado del salón y se mordió la lengua. No había forma de explicar nada sin abrir la caja de Pandora.

—¿De qué hablan? No sucedió nada...

Husk exhaló una risa.

—Puedes pretender todo lo que quieras, pero las acciones dicen más de lo que nos gustaría admitir. Ese tipo, por ejemplo —apuntó con la barbilla al lugar vacío que había dejado el pelirrojo —, está demasiado callado. Y cuando Alastor no está hablando, la cosa pinta mal.

—No sé a qué te refieres —dijo, aunque el temblor en su voz la delataba.

—Sabías muy bien lo que estabas haciendo cuando aceptaste esa invitación. Un ataque deliberado a su ego y a pesar de eso no te está hostigando...—dijo con un gesto que podía pasar por indiferente, pero no lo era. Rebecca sintió el estómago anudarse— Ahora la pregunta es por qué. 

—¿Qué sugieres? —preguntó, con un hilo de voz, casi temiendo escuchar la siguiente conjetura.

En ese instante, el móvil en su regazo vibró con un zumbido sordo. Bajó la mirada para leer en pantalla: Nuevo mensaje.

Vox:

¿Quieres salir de ahí?

Las comisuras de sus labios se curvaron apenas, como si esas palabras hubiesen dado forma a un pensamiento que no se atrevía a articular. Era simple, directo... y al mismo tiempo peligroso.

Attached | Alastor x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora