El tictac del reloj era un traqueteo exasperante martillando en el silencio del cuarto. La ausencia de ruido solía ser soportable, el golpeteo repetitivo era una tortura.
—Podríamos quitarle las baterías —sugirió Rebecca, con total serenidad, contemplando el reloj de pie junto a la cómoda. Alastor soltó una risa suave, como si se tratase de una broma —. Hablo en serio.
—No lleva baterías —respondió sin levantar la vista del libro que sostenía.
—¿Eh? —la más baja pestañeó, confundida. Incorporándose para estudiarlo con mayor atención—. ¿En serio? ¿Entonces...electricidad? —Ahora su risa fue más estridente, incrédula. Ella rodeó el artefacto buscando un interruptor, un cable, un panel.
—¿Has olvidado incluso cómo funcionan los relojes de verdad? —él por fin alzó la vista y, abandonando la lectura, se puso de pie. Rebecca se concentró en el vaivén hipnótico de la pesa suspendida y ladeó la cabeza con los brazos entrelazados detrás de la espalda. No notó cuando la silueta del otro apareció a un suspiro de la suya.
—Seguro no te deja dormir...
—No duermo a menudo —musitó con sinceridad casual.
—Mmh —asintió la menor con una sonrisa ladeada—. Ya veo por qué —Llevaban solo un par de horas atrincherados, no había rastro de Lucifer y Rebecca por fin parecía comenzar a soltarse—. Pero dime, ¿qué hace el demonio de la radio conservando un objeto que le permite admirar el paso del tiempo? —inquirió con voz fría—Pensé que lo hallabas —hizo una pausa simulando buscar la palabra justa—... detestable.
—¿Al tiempo? —casi divertido ante su ocurrencia.
—Se lleva todo, cambia a los que amas, arrastra los buenos momentos y nada permanece estático bajo su influencia —acarició con la punta del dedo las terminaciones de sus esquinas polvorientas
—Aquí el tiempo es infinito —una nostalgia antigua tiñó la voz.
—¿Entonces era la muerte lo que temías? —preguntó Rebecca, todavía admirando los detalles del reloj.
—Me preocupaba el aburrimiento eterno. Morir antes de cumplir todo lo que hubiera querido...
—¿Y lo lograste, hacerlo todo?
—Casi —dijo mirando, no al artefacto con décadas de historia entre sus piezas, sino a ella y la curiosidad cautelosa con la que reparaba los detalles tallados en madera. El perfil de su rostro bajo la luminaria cálida y la curvatura de sus labios rosados.
—¿Casi? —Se giró, sorprendiendose al atraparlo observándola. Los ojos del demonio brillando en el rojo rutilante de la sangre fresca—. Qué ambicioso. Hiciste demasiado.
—Curioso que lo diga alguien que ha vivido más de una vez.
—Touché. —Rebecca se dió media vuelta recorriendo el cuarto con pasos largos y pausados.
—¿Fue entretenido? ¿Sumergirse en una vida prestada? —por un momento creyó que le molestaría la pregunta lo suficiente como para no volver a hablarle. Mas la joven contestó con templanza absoluta.
—Algunas veces más que otras...—pasó una mano por los estantes de la biblioteca, observando los ejemplares.
Lo que Alastor realmente habría querido saber era si había disfrutado su tiempo con él. Si lo rememoraba a menudo. Si todavía le significaba un dolor silente pero preciso cuál hematoma sobre la piel.
—Oh, ¿eso es todo lo que vas a decir? —la pinchó, aprovechando su buena predisposición—. Vamos. Tenemos todo el día, no lo desperdicies.
—Creí que ya te había dicho demasiado —replicó, acariciando el lomo de una novela hasta barrer una fina capa de polvo.
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Attached | Alastor x OC
FanfictionElla es su dueña, pero no lo recuerda. Él piensa piensa aprovecharse de ello. Un nuevo huésped llega al hotel sin recuerdo alguno de cómo o cuándo ha caído en el infierno. Alastor sabe quién es, con la misma certeza con la que sabe que la soga que r...
