A través de la cortina de lágrimas retenidas, Rebecca no era capaz de ver la mirada sorprendida de Alastor del otro lado del cuarto. Solo quizá percibir el leve quiebre en su sonrisa, que se borró del todo en esos últimos segundos. Rodeó la figura masculina para marcharse, apretando los párpados pues no se sentía capaz de sostenerle la mirada. No era responsable de lo ocurrido y aún así su propio cuerpo tenía el atrevimiento de encogerse de vergüenza.
El otro no se movió, no pestañeó, ni siquiera amagó a detenerla; no pudo. Algo dentro de él todavía temblaba con la advertencia de un inminente estallido. No era ajeno a actuar sin consideración sobre los demás, lastimar sin miramientos e incluso con total intención. Era fácil moverse por el mundo cuando las emociones de otros no podían tocarte. Pero eso...eso dolió distinto.
Si tuviese que localizar el lugar exacto donde anidaba el sentimiento, lo dibujaría en el centro del pecho como una punción lacerante. Una herida abierta que dificultaba la respiración y la existencia. Y lo que era peor: la capacidad de fingir que no le importaba. No podía reprimirlo, no podía expulsarlo. No podía desentenderse de ello.
—No creí que te importaría así —Interrumpió, la aludida se detuvo en el acto, sosteniéndose del marco de la puerta—. Ni que... yo te importara tanto.
Su voz desprovista de toda gracia. Un tono monótono extendido como una línea recta, tensa. Ella se fregó los ojos tratando de limpiarse el ardor del llanto.
—Eso no es una excusa —aunque consideró hacerlo, no se volteó, no quería verlo.
—Pero es lo único que tengo —Alastor tampoco se movió. De espaldas al otro, ninguno podía ver la tristeza o el arrepentimiento y quizá era mejor de esa forma. Quizá era tiempo de dejar ir aquello que había estado agonizando entre sus manos demasiado tiempo.
Rebecca se abrazó a sí misma porque sabía que de no hacerlo nadie más lo haría y abandonó el cuarto con pasos temblorosos. En los largos pasillos del hotel, el aire circulaba con mayor libertad y aún así la sensación de ahogo no cesaba. Había solo un par de momentos en los que había sentido la incesante necesidad de llorar largo y tendido, como un niño perdido sin hogar ni sostén. Al final del día eso es lo que era, una nómada de realidades que nunca acaba de pertenecer del todo. El mundo humano la rechazaba y el infierno era un desfile de desdicha. Todos esperaban algo a cambio, todos perseguían una satisfacción ficticia y eran poco a poco consumidos por su pecado de origen. Lo percibía en el aroma a gin y angustia envolviendo a Husk, en la mirada ausente de Angel cuando volvía de un nuevo rodaje. Y en sí misma al recaer nuevamente en la fantasía de conexión con alguien que ni siquiera lograba ver más allá de sí mismo.
Sabía que tenía un patrón determinado ¿Y cómo no? Si no conocía nada más magnético que un alma ambiciosa y capaz. Por ello los hombres de los que se rodeaba tenían un punto común: una determinación obstinada y feroz.
Caminó, sin rumbo más que los metros que quedaban por delante, esperando que esa extensión del hotel la llevase a algún lugar.
La brisa nocturna del balcón superior la recibió con un abrazo frío. El cielo del infierno desplegaba hasta el horizonte teñido de tonos rojizos y borgoña. Se apoyó en la baranda, inspirando profundamente y aguantó la respiración. Contuvo esa pequeña dotación de oxígeno en sus pulmones, hasta sentir la característica opresión del aire que busca liberarse. Apretó el barandal, tomando impulso y exhaló todo lo que pudo en un grito.
El silencio posterior la envolvió como una caricia. Agotada y herida evaluó cómo mantenerse a flote en esas circunstancias. Cómo encontrar un lugar donde encajar aunque sea un instante.
ESTÁS LEYENDO
Attached | Alastor x OC
ФанфикшнElla es su dueña, pero no lo recuerda. Él piensa piensa aprovecharse de ello. Un nuevo huésped llega al hotel sin recuerdo alguno de cómo o cuándo ha caído en el infierno. Alastor sabe quién es, con la misma certeza con la que sabe que la soga que r...
