『Recast』

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Bajó la luz azul de su oficina, Vox se embebía de la imagen de su nueva adquisición con una reverencia casi obsesiva. En las múltiples pantallas se proyectaba un primer plano de Rebecca con el zoom recortando su rostro en el momento justo:

"—¿Qué opina Alastor de verla aquí con Vox?"

La vacilación duró apenas un instante, no flaqueó, no se encogió, pero él logró ver aquel deje de duda asomarse en el leve temblor de sus pupilas.

—¿Entonces lo niega? —insistió un reportero, otra vez, la inquietud relampagueando en el fondo de sus retinas—. ¿Niega que exista un vínculo más íntimo entre usted y el Radio Demon? —Una grieta sublime que no tardó en desvanecerse, antes de que ella respondiera con aquella sonrisa cortés, que parecía hecha de porcelana. Entrecerró los ojos analizando ese traspié mientras el clip se rebobinaba y volvía a empezar.

—¿Qué podemos hacer con esto? —reflexionó en voz alta para sí mismo. Una chispa de intriga se encendía al contemplarla tan bien plantada, defendiendo una intimidad que él moría por revelar. Sin embargo, debía conducir el desenlace con paciencia si quería obtenerlo por las buenas. Y así lo hizo. Arregló cambios en su agenda, canceló algunas reuniones y reprogramó otras. Moldeó un espacio dedicado a ella, con el fin de tenerla cerca. No era una estrategia nueva, habitualmente tomaba esa conducta cuando hallaba una estrella digna de ser vista.

En su cabeza, el plan era perfecto. Pulir su potencial, alinearlo a sus objetivos; verla crecer bajo su tutela. Y ¿Por qué no? Sacar provecho al rodearse de su imagen, mientras el infierno devoraba con deleite la idea del "triángulo amoroso". Cuando Rebecca estuviera lista, sabría bien que no quedaba otra cosa que no fuera él. Y entonces Alastor pasaría al olvido.

Era consciente de que su pequeña rivalidad con el demonio de la radio fomentaba un poco —O sino todo— este interés. No podía negarlo, el teatro que montaba y su afán por deslumbrarla nacían ante todo de la comparación. De la competencia. De pensar que si ella lo elegía quizá el pelirrojo debería replantearse unas cuantas cosas.

Todavía se hallaba saboreando con la mirada el fulgor de esa obra incompleta, cuando el sonido de la puerta automática al abrirse interrumpió la hipnosis. Valentino, sin permiso, irrumpió en la oficina con el estruendo perfumado que lo caracterizaba. Un suspiro desganado llenó el cuarto: —No me digas que caíste en las redes de esa perra embustera—dijo, dejando caer un cigarro a medio consumir en el suelo pulido—. Abre los ojos, Vox. ¡Te está usando para escalar! En cuanto pueda prescindir de esto...

Vox por fin apartó la mirada de la pantalla para dirigirse a su socio: —No podrá —lo cortó, modulando la voz con seguridad—. Ese es el punto. Los ojos del infierno, la exposición. ¡La conexión! —chasqueó los dedos con entusiasmo y los monitores relampaguearon, cambiando su contenido: Estadísticas, gráficos, ganancias, todo en alza gracias al fenómeno. El rating de los programas de espectáculos por las nubes al nombrarlos, los rumores, tapas de revistas—. Personalidades como la de ella no pueden resistirse una vez los han probado.

—Ella vende, seguro—fingió entender su punto con un tono aburrido, antes de que la malicia dominase su lengua—. Pero las antigüedades son caras, ¿no? Y ésta —sonrió ladino, con un gesto de pena. Pero su rostro lo delataba: la arrogancia de alguien que sabe más de lo que afirma— ...podría costarte más de lo que piensas, Voxxy.

—Son negocios, Val ¿Desde cuándo te importa tanto? —Insistió, cansado—. Si el precio es alto, seguro lo vale. Quizás más de lo que crees —Se puso de pie, dando por finalizada la conversación, listo para marcharse.

Valentino lo miró pasar a su lado con un gesto agrio, preguntándose si quizá era momento de mostrar su as bajo la manga o si prefería conservarlo para mantener en suspenso a la chica del espejo. Torturarla con el filo de la incertidumbre.

Attached | Alastor x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora