Alastor lo había sabido no mucho antes, durante el ensueño de días atrás. Cuando sus sentidos hundidos en el pasado le revelaron la imagen: Todo sumido en la oscuridad excepto la figura de Rebecca frente a él, detrás de un marco de bronce, con la mitad del rostro oculta en la penumbra. Antes de siquiera poder reclamar lo que le pertenecía por derecho, antes de que la mínima ilusión pudiera esbozarse en el centro de su pecho, lo sintió materializarse sobre la circunferencia de su cuello. Llevó una mano instintivamente, con la efímera esperanza de romperlo cuando un tercer individuo comenzó a tomar forma a la derecha del demonio del espejo. Eslabón por eslabón, los segmentos de su vínculo fueron creciendo hacia la mano extendida del extraño, que ladeó la cabeza. El bastardo dió un paso adelante, escapando de la sombra que escondía sus facciones. Un joven de cabello castaño claro con lentes de marco redondo y delgado. El labio inferior del pelirrojo tembló mientras veía a su forma humana jalar de la cadena. Su propia sangre y carne, entregando el dominio de su ser.
—¿Por qué?— Había murmurado en un suspiro inaudible y conmocionado. Con los ojos quemando agujeros en el contorno de su propia figura, cuestionó todo el historial de sus decisiones ¿Cómo se atrevía? Mientras buscaba arrancarlo de sus manos a toda costa ¿Cómo era posible que él mismo permitiera que su cadena siguiera apretandole el cuello?
Era suyo pero, ¿ella se entregó a sí misma a cambio? Era un trago amargo que tolerar.
Y lo peor de todo, era saberse hundido hasta el fondo en aquel pozo del que no había escapatoria. Nadie tenía la llave para liberarlo de esa prisión a la que lo confinaba el afecto. ¿Cómo? Si siempre se había escudado detrás del odio que sentía, ahora cualquier atentado contra su integridad, cualquier daño que quisiese infringir, tendría sin duda un costo emocional. Y eso solo significaba una cosa: No podía obtener la venganza por la que había esperado tantos años. Ya ni siquiera estaba seguro de que ese siguiera siendo su objetivo, mas estuvo tan arraigado en él que se sentía impropio renunciar a ello sin luchar.
El hotel rebosaba tensión desde el fallido intento de ruptura del contrato. Charlie, decidida a no dejar que el ambiente se convirtiera en una guerra fría permanente, propuso —o más bien impuso— una actividad de convivencia con todo el staff y los huéspedes.
Vaggie se encargó de la organización, siguiendo las instrucciones de la princesa: un grupo de mediación en círculo, al estilo de autoayuda. Las sillas del comedor formaban una rueda imperfecta en la sala principal. Husk y Angel ya estaban allí, cada uno encarnando su propio tipo de resignación. El primero, derrumbado en su asiento con una botella entre los dedos y el ceño fruncido. Angel, en cambio, parecía más animado, aunque su entusiasmo tenía bordes filosos. Estaba cruzado de piernas sobre la silla, con los codos apoyados en el respaldo como si la incomodidad general le sirviera de escenario.
Rebecca tomó asiento con cautela, agradeciendo mentalmente no ver al pelirrojo en la habitación. Pero, como si el mismísimo infierno respondiera a su pensamiento, Alastor emergió de las sombras, su sonrisa amplia clavada en ella desde el otro lado del círculo. ¿No había podido usar uno de sus trucos para escapar de aquel estupido ejercicio o habría elegido no hacerlo con el fin de arruinarle el día? Ambos tomaron la silla más alejada del otro, ubicándose frente a frente, como polos opuestos a punto de colapsar el campo magnético de la sala.
—¡Entonces! —Charlie aplaudió con una energía desmedida que contrastaba brutalmente con la atmósfera.—. ¡Los reuní hoy para fomentar el diálogo y resolver los pequeños roces que puedan haberse presentado en nuestra... colorida convivencia!
Un zumbido de estática la interrumpió, acompañado por un chirrido de interferencia—Oh, querida —entonó Alastor, con un fingido tono meloso—. No creo que esto sea necesario. Algunos de nosotros no aprenderemos jamás.
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Attached | Alastor x OC
أدب الهواةElla es su dueña, pero no lo recuerda. Él piensa piensa aprovecharse de ello. Un nuevo huésped llega al hotel sin recuerdo alguno de cómo o cuándo ha caído en el infierno. Alastor sabe quién es, con la misma certeza con la que sabe que la soga que r...
