『Problemas conyugales』

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—No es necesario que me acompañes—Rebecca gruñó por lo bajo, sin dejar de mirar a ambos lados del pasillo.

—Oh, pero estoy encantado de escoltar a una fugitiva —canturreó él siguiéndola de cerca—. Es tan... refrescante.

—De acuerdo, repasemos —informó en un murmullo—. Usaré el tocador, tú vigilas la puerta. Si lo ves te desapareces. En menos de un minuto estaremos de vuelta en tu cuarto, ¿De acuerdo?

—Un poco ambiciosa tu estimación del tiempo, ¿no te parece? —Alastor avanzaba detrás de ella, pegada a sus pasos como una sombra.

Era entrada la noche, aún les quedaba un tramo corto entre su ubicación y el cuarto de baño, si tenían suerte, el pasillo debería estar más que despejado. Pero para su diversión, la castaña nunca corría con suerte. 

Al intentar doblar a la esquina la silueta inconfundible del rey del infierno se proyectó por delante como una advertencia. Cuando sus miradas se encontraron una fracción de segundo, ella solo pudo soltar un hipido ahogado, antes de voltearse en sentido contrario a toda velocidad. Llevándose puesto el pecho de Alastor en el acto. Con una fuerza de la que desconocía el origen lo tomó del antebrazo, arrastrándolo por el corredor. 

—¡Ey! —gritó lucifer.

El pelirrojo se mordió el labio conteniendo una risa mientras le seguía el ritmo, pero Rebecca no tenía ni la más mínima idea de adónde correr y en cuanto una puerta se cruzó en su camino no dudó en deslizarse dentro. Definitivamente no se esperaba que fuera un armario de dimensiones reducidas, apenas iluminado, lleno de escobas y químicos. Un espacio pequeño donde sus cuerpos tuvieron que amoldarse el uno al otro para poder entrar apropiadamente.

La respiración agitada de la joven vibraba contra el cuello de Alastor, mientras el ritmo pausado de la de él le acariciaba la sien. No lo había notado pero aún seguía aferrada firmemente a su manga.

La luz del pasillo, filtrada por debajo de la puerta, recortaba la sombra de Lucifer en el suelo. La velocidad de sus pasos fue disminuyendo al caer en cuenta de que los había perdido de vista. La hora del juicio se aproximaba tomando la forma de un hombre bajito con sombrero. El rubio se detuvo, justo frente a la puerta, analizando el panorama.

Rebecca apretó la tela de su abrigo con fuerza conteniendo un jadeo, el silencio jamás le había parecido más sofocante.

—No respires tan fuerte —susurró, el demonio divertido.

—¡No me digas qué hacer! —rebatió alzando el rostro en su dirección para fulminarlo con la mirada. Se arrepintió en el acto, al notar que sus bocas quedaron a escasos centímetros. La sonrisa de Alastor flaqueó solo lo que dura un parpadeo.

—Te estoy cuidando —los ojos carmín se enfocaron unos segundos de más en sus labios, con algo cercano a la tentación.

—No mientas tan cerca de mi cara—gruñó, forzando un ceño fruncido. Agradeciendo a todos los pecados capitales que la penumbra que los envolvía le permitiera esconder su sonrojo.

La sombra de Lucifer dio otro paso, la madera del suelo crujió bajo el movimiento, parecía apunto de marcharse.

—Ah... así que a esta distancia sí puedes darte cuenta —susurró él, inclinando la cabeza para acercarse a su oído—. Curioso —continuó, con ese tono dulce y filoso—. Porque a otros no pareces negarles el privilegio de acercarse así...para mentirte.

La referencia fue un disparo certero: El sueño, la lluvia, a Vox.

—¿Qué...? —quiso contestar pero un timbre agudo perforó el silencio.

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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