Había algo en el tono de Alastor, una tensión velada que ella reconocía demasiado bien: el esfuerzo de sostener el control. Sintió la garganta cerrarse, y por un instante pensó que no hablaría. Que dejaría que el silencio se tragara su verdad una vez más. Pero el cuerpo actuó antes que ella. Charlie seguía sentada, absorta en el relato; Alastor, a contraluz, con el rostro inclinado.
—No —dijo sintiendo el pecho contraerse. Una palabra, seca, cortante, pero suficiente para que todo se detuviera. No supo cuándo se había movido, al darse cuenta ya estaba en el marco de la puerta dando un paso al frente.
Alastor devoró su imagen temblorosa con deleite, podía jurar que cada palabra le rasgaba la garganta como un vidrio, y aun así las pronunciaba. Siempre tan dispuesta a desangrarse por una verdad que nadie había pedido oír.
—No fue así.
No. Por supuesto que no lo fue. Pero si lo admitía, ¿qué quedaba de sí? Un hombre esperando en una iglesia vacía mientras los grillos celebraban su estupidez. Y ella dormida entre sábanas blancas y el efecto de los sedantes. Sí, la había esperado. Y cuando no llegó, lo creyó una señal, un castigo. Porque el diablo no debía aspirar al amor de los santos.
Ahora la tenía frente a él, y seguía mirándolo igual. No había un atisbo de rencor en esos ojos, sino algo mucho peor: ternura. Una ternura que no flaqueaba incluso ante las memorias. ¿Cómo podía mirarlo así? ¿Cómo podía seguir creyendo en algo que él mismo había matado tantas veces?
Con una punzada de temor se preguntó si de verdad lo recordaba. Si podría revivirlo con la misma fidelidad con que él lo mantenía cautivo en el fondo de su mente. Charlie, incómoda, captó lo que flotaba entre ellos y se dispuso a levantarse con suavidad.
—Alastor, gracias por abrirte conmigo —murmuró con una mirada compasiva—. Yo... aprecio eso —luego se dirigió hacia Rebecca, posando una mano sobre su hombro antes de salir—. Reb, no seas dura con él. Cada quien sostiene la historia tanto como puede soportarla —Y se retiró, dejando tras de sí un silencio pesado como plomo.
—¿Por qué lo dijiste así? —Rebecca dió otro paso al frente, esta vez con menor decisión. Alastor ladeó la cabeza, con semblante divertido y sin embargo sus ojos carmín estaban ensombrecidos por algo que se asemejaba al cansancio.
—Oh, así que en verdad lo recuerdas —la voz se derramó espesa y dulce como miel venenosa.
—Lo hago —afirmó ella—. Lo recuerdo todo. Los pasillos blancos, el olor a cloro. El entorno inmaculado del hospital psiquiátrico. Pensaba en volver todos los días.
—¿Y pensaste en mí cada día? —preguntó él con cierta amargura en la sonrisa.
—Hasta que me encontraste. Porque lo hiciste, porque sabías que no había roto mi promesa, esa noche no llegué porque...mi familia tenía otros planes.
—Bueno —replicó al encogerse de hombros con ligereza fingida—, si tú vas a contar tu versión distorsionada a todo el Pentagrama, supongo que tengo derecho a hacer lo mismo. Rebecca no respondió. Lo observó en silencio, como si buscara al hombre detrás del demonio, mientras el otro se levantaba, caminando en su dirección.
—"Él tiene sus opiniones y yo las mías. No siempre convergen." —repitió sus respuestas a las preguntas que habían surgido durante la gala con burla filosa, la castaña apretó los dientes conteniendo la exasperación— "Yo no represento su voz ni él la mía."
—Oh, no me esperaba que fueras un gran fan ¿Qué quieres un autógrafo? —replicó cortante, mordaz.
—No. Hagas. Eso —la advertencia de Alastor abandonó sus labios de forma pausada, énfasis en cada sílaba, marcando el límite en su paciencia.
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Attached | Alastor x OC
FanfictionElla es su dueña, pero no lo recuerda. Él piensa piensa aprovecharse de ello. Un nuevo huésped llega al hotel sin recuerdo alguno de cómo o cuándo ha caído en el infierno. Alastor sabe quién es, con la misma certeza con la que sabe que la soga que r...
