『Voluntad inconsciente』

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Conforme sus pies avanzaban hacia la torre de radio la adrenalina previa era desplazada por duda y ansiedad, tornando sus pasos más lentos y pesados. Cuando llegó todo era indecisión y terror, la necesidad de escapar se apoderó de ella en cuanto tuvo el picaporte encerrado entre sus dedos, el corazón rebotando contra las paredes de su caja torácica, a punto de saltar fuera de su pecho. 

Respiró, abrió la puerta y, con una lentitud agónica, se deslizó dentro. El silencio que la recibió solo sumó más a la incertidumbre, una única fuente de luz cálida en el centro del cuarto acentuaba las sombras a su alrededor, otorgando una atmósfera tenebrosa y enigmática. Solo ellos entre penumbras salpicadas sobre el suelo y las paredes. Alastor yacía sentado, con todo su peso sobre el respaldo de la silla. Su cabeza completamente inclinada hacia atrás y los párpados sellados en lo que parecía una ensoñación profunda. Rebecca se aclaró la garganta antes de proceder—¿...Alastor?— 

Llamó pero el otro ni siquiera se inmutó. Estuviera fingiendo inconsciencia o realmente dormido, ya ni siquiera sentía deseos de confrontarlo. Toda la indignación y molestia se habían desvanecido en cuanto se encontró frente a su puerta ¿por qué había insistido en verlo?

Observó el ritmo de su respiración, pausado y profundo, con la guardia completamente baja. El rostro relajado, sin rastro de su sonrisa burlona, solo labios finos y pálidos en una línea recta. A veces, le sorprendía como sus comisuras podían estirarse tanto, se preguntaba si no dolía la tensión sobre sus mejillas al barajar sus dientes afilados con tanto empeño. ¿Habría olvidado lo que se sentía mostrar emociones verdaderas en su rostro? ¿Existiría algo genuino tras esa máscara o solo era el cascarón vacío de un pecador desalmado?

"Sientes y reflejas lo que otros, tal vez podrías...ver a través de él." Charlie había sembrado esa idea en su cabeza y aunque la recibió sin muchas esperanzas, quizá esta era la oportunidad para ponerla en práctica.

Se posicionó frente a Alastor tratando de silenciar su propia vergüenza y agitación.Escaneó esa figura de pies a cabeza, absorbiendo todo lo que su visión transmitía; la calidez de su paleta de colores y la gelidez de su piel marfil.

Se puso de cuclillas frente a él, sus pestañas parecían más largas vistas desde aquel ángulo. Inhaló y exhaló, cerrando los ojos. Debía sentir, no ver. El espejo no estaba en sus pupilas sino en su ser debía funcionar en esencia, en cercanía. Cuando la cortina negra de sus párpados se deslizó sobre su campo visual, ambas respiraciones parecieron sincronizarse. Olores y sonidos poblaron el ambiente. Distantes y difusos, como el inicio de un sueño. Un poco de emoción cosquilleando en la boca del estómago cuando el aroma a sangre asomaba y la tierra se desmenuzaba entre sus dedos. Había algo alegre y divertido en él, contagiaba el deseo de sonreír. 

Alastor no era todo oscuridad como había creído, era la luz incandescente y saltarina de una vela. Una llama cálida e hipnótica, que ante cualquier descuido podría provocar un incendio.

—¿Qué haces, cariño?— La vibración de su voz a través del parlante de sus cuerdas vocales le descolocó. Sintió los dedos del pelirrojo en el mentón, elevando su rostro para que lo enfrentara, y Rebecca, complaciente, abrió los ojos con temor.

"Deja de hacer esto" Suplicó mentalmente. No podía permitirse sentir algo sin descifrarlo primero. No podía. No lo haría. Sus propios sentidos estaban tan llenos de él que era incapaz de discernir ninguna emoción que no fuese propia, así que se ahogó en su sonrojo, en la vergüenza aflorando en sus mejillas, en el calor sofocante que desencadenaba su tacto frío. Y murió un poco.

Tal vez era la nada misma lo que él experimentaba al verla y por eso no podía definirlo. Tal vez nunca significó nada. Ni un rival, interés o entretenimiento. Y aún así continuaba ahí, invadiéndola con su tacto, con sus ojos desembocando en los suyos vorazmente, desbordándola de cosas que no quería sentir. ¿Por qué? Tan cruel, tan desalmado. Así y todo tan avocado al fastidio. Tan fiel al objetivo de sus burlas. ¿Si le diera lo que tanto parecía estar buscando: la finalización de su pacto, su tan anhelada libertad, ya no volvería a buscarla? Porque no le hacía falta, porque no había nada más que pudiera ofrecerle. Nada quedaría en el mundo enlazando sus destinos, más que un viejo pedazo de papel, y una alianza enterrada junto a sus cuerpos en descomposición. 

Attached | Alastor x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora